Hoy conocemos un curioso estudio publicado por el Instituto de Asuntos Económicos del Reino Unido (Institute of Economic Affairs), en el que se concluye que la comida saludable es más económica que la comida basura, algo que posiblemente muchos lectores cuestionarán y razones no faltarán. Estas conclusiones contradicen las de otros estudios en los que se apunta que la comida basura o junk food suele ser más económica que la comida saludable.
Junk food representa a ese conjunto de productos alimentarios que están cargados de azúcares añadidos, grasas no saludables y sal, son pobres en nutrientes y tiene una alta densidad energética. Se considera que este tipo de productos tienen más salida porque se valora más la asequibilidad que la accesibilidad, al ser más económicos complican la estrategia para luchar contra la obesidad, algo que el estudio pretende desmentir. Por cierto, merece la pena recordar que según este estudio, los supermercados son la principal fuente de comida basura.
Según el artículo del IEA (Institute of Economic Affairs), las opciones alimentarias saludables en su mayoría son más baratas que las que no son tan saludables, la afirmación se realiza en base a la comparativa realizada con 78 productos procedentes de dos supermercados líderes en el país. En la venta de productos por peso, las comidas preparadas más baratas, como pueden ser las pizzas, las hamburguesas o los cereales azucarados, tienen un coste de más de 2 libras por kilo (unos 2’30 euros), mientras que algunas frutas y verduras de los supermercados cuestan menos de 2 libras por kilo.
Con una libra puedes comprar una hamburguesa, con el mismo dinero puedes adquirir un kilo de batatas, dos kilos de zanahorias, siete plátanos, 10 manzanas o dos kilos y medio de pasta, por lo que según el estudio, los datos muestran que se puede cumplir perfectamente con la recomendación de tomar cinco porciones de fruta y verdura al día sin que ello suponga un desembolso importante de dinero. El autor de este trabajo considera que los estudios que afirman que la comida poco saludable es más cara que la saludable, utilizan una metodología errónea a la hora de comparar los alimentos por su contenido calórico.
El consumo de fast food o comida rápida y junk food se disparó con la crisis económica, uno de los principales motivos argumentados es el precio de los productos. En algunos estudios se ha analizado la evolución de los precios durante los últimos años llegando a la conclusión de que los alimentos considerados saludables no dejaban de incrementar su precio, en cambio, los productos poco saludables se han mantenido y en algunos casos todo lo contrario, el precio de venta se ha reducido. El hecho de que millones de personas optaran por este tipo de productos por cuestiones económicas puede ser un dato relevante, aunque no para el responsable del estudio que referenciamos.
El autor afirma que la metodología que han empleado otros estudios y análisis tiene un efecto perverso, ya que muestra que los alimentos bajos en calorías parecen caros por definición, por ello considera que un mejor enfoque es el de realizar una comparativa entre raciones típicas por peso o tamaño. Cree que en última instancia, el precio no es el principal impulsor de la venta de productos poco saludables, ya que los consumidores están dispuestos a pagar un poco más por el gusto y el disfrute de determinados alimentos, vaya, que lo que nos gusta es realmente la comida insalubre.
Otra afirmación que realiza este instituto es que la creencia popular de que la obesidad y la mala alimentación son factores relacionados directamente por la necesidad económica es algo insostenible. Si el precio de los productos es la principal consideración, las personas con menos recursos económicos comerían más frutas y verduras, considera que no es una buena estrategia para reforzar una alimentación de calidad la introducción de impuestos en los alimentos poco saludables y subsidiar los alimentos saludables. Da la impresión de que esté respaldando las afirmaciones de la industria alimentaria al decir que los impuestos no son la solución al problema de la mala alimentación y la obesidad, quizá no, pero son parte de ella.
El artículo del IEA explica que la obesidad ha aumentado rápidamente a partir del momento en el que los ingresos económicos de la población se han incrementado y el precio de los alimentos ha caído. Apunta que las tasas de obesidad son más elevadas en los países ricos que en los países pobres, que las personas no pueden comprar frutas y verduras en el momento que tienen más poder adquisitivo, que existe una elevada tasa de obesidad entre los consumidores con ingresos medios y altos, que la relación entre privación y obesidad sólo se aprecia en las mujeres, y que el índice de obesidad en los hombres es más elevado en el segmento con ingresos medios.
Continúa con los impuestos o las subvenciones para promover la alimentación saludable considerándolas medidas regresivas y asegurando que son problemáticas. Y sobre cambiar los precios, según su valoración no tendría un impacto significativo porque la comida saludable ya es económica, subvencionar los productos saludables provocaría enormes costes administrativos por ser complicado clasificar cada producto alimentario.
El autor de este estudio, al que podéis acceder a través de este enlace (Pdf), es Christopher John Snowdon, colaborador del instituto, periodista y autor de varios libros. Se conoce como un opositor a la intervención del gobierno en determinados temas, como puede ser el alcohol o la obesidad. Merece la pena destacar que quienes critican el trabajo de John Snowdon, argumentan que tiene proximidad con los intereses de la industria agroalimentaria, además se han documentado ataques polémicos hacia los resultados de estudios realizados por científicos de renombre.
En el documento de la investigación tenéis acceso a diversas comparativas sobre los productos analizados segmentados por categorías, el precio de venta, así como las conclusiones finales. Se considera que la comida nunca ha sido tan asequible en el Reino Unido como hoy en día, y además, los alimentos considerados saludables son los más baratos, por lo que perfectamente se puede seguir una dieta sana y equilibrada. Se asegura que los consumidores abusan de los productos poco saludables por gusto o comodidad, siendo estas razones de más peso que el precio o la calidad.