Según los resultados de un estudio desarrollado por expertos de la Universidad Binghamton (Estados Unidos), la comida enlatada puede contener hasta 100 veces las necesidades diarias de zinc del organismo. Los investigadores explican que se trata de una dosis relevante de nanopartículas de óxido de zinc que migra a los alimentos desde el revestimiento de las latas de conserva, ya que se trata de un elemento que se utiliza habitualmente en estos envases por sus propiedades antimicrobianas, así como para evitar la coloración en los alimentos que producen azufre, como es el caso de algunas verduras, hortalizas, legumbres, etc.
En la investigación se analizó el contenido de óxido de zinc de diversos productos enlatados, atún, maíz, espárragos y pollo, mediante una espectrometría de masas, técnica analítica que permite determinar la distribución de las moléculas de una sustancia en función de su masa. Con este método pudieron cuantificar el volumen de partículas de óxido de zinc que podrían migrar a los alimentos contenidos en las latas, los resultados constataron que se sobrepasaban con creces las necesidades del organismo de este mineral, algo que puede afectar al modo en el que el intestino absorbe los nutrientes o a la expresión de genes y proteínas de las células intestinales.
Los investigadores comentan que anteriormente se han realizado estudios para analizar el efecto que tienen las nanopartículas de óxido de zinc en las células intestinales, pero son estudios que utilizaban dosis más elevadas buscando una toxicidad obvia que podía provocar la muerte celular. En este trabajo se estudiaron los efectos con dosis menos elevadas, detectando que el zinc tiende a instalarse en las células del tracto gastrointestinal provocando cambios o pérdida de la superficie de las vellosidades intestinales. Además, se ha constatado que las nanopartículas causaban una señalización proinflamatoria a altas dosis, lo que puede incrementar la permeabilidad intestinal.
En este incremento de la permeabilidad intestinal, la función de actuar como barrera selectiva para permitir el paso de nutrientes y bloquear las sustancias potencialmente dañinas desaparece, las uniones intercelulares dejan de estar prácticamente cerradas para estar abiertas, facilitando la entrada al organismo a través del torrente sanguíneo, de sustancias que pueden provocar diferentes tipos de enfermedades tanto en el intestino como en los órganos. A pesar de los resultados obtenidos, los expertos explican que no tienen claro cuáles serían las implicaciones para la salud a largo plazo, lo que delata que posiblemente se realizarán nuevos estudios para dar respuesta a esta pregunta.
Los investigadores han realizado el estudio a través de modelos de cultivos celulares in vitro, de ahí que no se pueda decir qué efectos tiene la ingesta de nanopartículas de zinc a largo plazo, en las dosis presentes en las latas de conserva. Pero se constata que en estos cultivos las nanopartículas afectan a las células, por lo que la comprensión de cómo afectan a la función intestinal es importante para estudiarlo, por la seguridad de los consumidores.
Merece la pena retomar la lectura de este post, en el que hablábamos sobre no utilizar las latas de conserva abiertas como un contenedor de alimentos, es decir, una vez que se abre una lata, si no se termina se debe pasar a otro recipiente apropiado para cerrarlo herméticamente. La recomendación es para mejorar la conservación de los alimentos, pero también para evitar el contacto de la lata con los productos alimenticios. Sería interesante que se desarrollara un estudio para determinar si el hecho de abrir la lata, algo que provoca cambios en la atmósfera interior, podría incrementar la integración de zinc en el producto en cuestión. También sería interesante determinar la cantidad de este elemento que se migra a los alimentos durante el tiempo de conservación, ya que parece obvio que cuanto más tiempo pase un alimento en la lata, mayor será la cantidad de nanopartículas en ellos.
De momento, los expertos están estudiando cómo responden los modelos animales a la ingesta de las nanopartículas en cantidades similares y equiparables en seres humanos, hay que decir que por ahora, los resultados muestran que se producen los mismos efectos que en los cultivos in vitro. Este es el primer estudio en el que se analiza cómo estas nanopartículas afectan a los seres humanos en cantidades elevadas sin llegar a la toxicidad obvia, aunque como ya hemos comentado, al tratarse de cultivos celulares, no se pueden obtener todas las respuestas.
Los datos de la investigación han sido publicados en este artículo de la página web de la Universidad Binghamton y en este otro de la revista científica Food and Function.
Foto 1 | Emilie