El pasado mes de febrero podíamos conocer esta petición realizada por la Asociación de Ganaderos de Estados Unidos al USDA para que marcara una distinción entre la carne convencional, la carne producida en un laboratorio y la carne vegetal, apuntando que las dos últimas no se podían denominar “carne” porque confundían al consumidor. La asociación destacaba, además, que estos productos no podían ser identificadas como carne porque no derivan del sistema de ganadería tradicional, donde los animales nacen, son criados y sacrificados para el consumo humano.
Pues bien, según la abogada Rebecca Cross, la carne es carne, sea de granja o de laboratorio, no importa dónde se lleve a cabo su producción y nadie intenta engañar a los consumidores sobre su origen, al contrario. Las empresas que trabajan en la carne cultivada o en las carnes vegetales, son las que más se interesan por promover las diferencias entre sus productos y los productos obtenidos de la ganadería tradicional, ya que no crían ni sacrifican animales, promueven el bienestar animal y la sostenibilidad, destacan que sus productos no contienen restos de pesticidas o antibióticos, y se consumen muchos menos recursos (tierra, agua, alimentos), considerándose un producto más saludable para las personas y para el medio ambiente.
La abogada asegura que le sorprendería que el USDA (Departamento de Agricultura de Estados Unidos) tuviera en cuenta la petición del USCA, que las etiquetas de “carne de vacuno” o “carne” en general, informen exactamente de que el producto procede de animales tradicionales, no aceptando que dicho término se pueda asociar a las proteínas alternativas procedentes de plantas, insectos o de cultivo en un laboratorio. Con ello se lograría evitar confusión entre los consumidores por las mencionadas descriptivas, por lo que es imperioso que el FSIS (Servicio de Inspección y Seguridad Alimentaria), exija que cualquier producto etiquetado como “carne” proceda de animales nacidos, criados y sacrificados.
Rebecca Cross comenta que el USDA tiene dos definiciones reglamentarias para la carne, una para el etiquetado y otra para las inspecciones que se realizan en el sistema de producción. Atendiendo a la normativa, la denominada carne limpia entraría en el contexto de la definición de “carne” a efectos de etiquetado, aunque no a efectos de la producción, ya que se desarrolla de un modo diferente que evita la cría y el sacrificio de animales. En esencia, la USCA trata de exigir que los animales sean sacrificados para que las compañías puedan utilizar el término “carne”, pero hay que tener en cuenta que cada vez más consumidores están buscando productos que estén libres de este sistema de producción.
Hablando de la carne de origen vegetal, la abogada comenta que el USDA no tiene ninguna jurisdicción sobre este tipo de productos, independientemente del modo en el que se etiqueten. Se puede decir que la abogada intenta desmontar los argumentos de la industria cárnica para que se realice la diferenciación, si se intenta llevar a cabo por las agencias reguladoras competentes, es posible que se lleven a cabo acciones legales por parte de las empresa que producen estos nuevos alimentos.
Un responsable del Good Food Institute, organización que trabaja con investigadores, inversores y empresarios para el desarrollo de proyectos alimentarios innovadores, seguros y respetuosos con el medio ambiente, comenta que la carne de cultivo sigue siendo carne, está formada por grasa animal, músculos y células de tejido conjuntivo que se han cultivado in vitro en vez obtenerse de un animal vivo, por lo que no existe razón legal alguna para que empresas como Supermeats o Memphis Meats, entre otras, no describan a sus productos como carne.
La directora de política del Good Food Institute afirma que el gobierno no tiene autoridad para regular las etiquetas de los alimentos, a menos que existan motivos de confusión para el consumidor. Claro que, esto se puede cuestionar, la autoridad la tiene, otra cuestión es que tenga o no motivos de peso para ello. Hablando de la carne vegetal, asegura que los consumidores saben exactamente lo que adquieren cuando la compran, y lo mismo ocurrirá con la carne de cultivo, ya que se identificará claramente en las etiquetas alimentarias.
En este sentido, merece la pena recordar que los responsables de SuperMeat, empresa que trabaja en la investigación y producción de carne de pollo in vitro, comentaban en 2016 que algunos investigadores han tenido una percepción errónea sobre la carne de laboratorio, creyendo que se trataba de una carne en conserva, carne salada o que había sido curada, lo que demostraba que si entre los investigadores existía un error de comprensión, mayor sería entre los consumidores. Por ello, consideraba que era necesario designar a este tipo de carne como carne limpia, ya que transmite mejor el mensaje de que se puede disfrutar de un alimento mucho mejor y más saludable para las personas y para el planeta. Da igual la designación, es necesario evitar que pueda existir cualquier error de comprensión, por lo que será muy importante cómo se describa en el etiquetado el producto.
Según leemos aquí, Good Food Institute considera que la carne no tiene un estándar de identidad y, por tanto, es perfectamente asumible que la carne obtenida a partir de las células de un animal se denomine carne. Algunas grandes empresas implicadas en el mundo del negocio de la carne pueden estar interesadas en que se llame “carne”, sobre todo sabiendo que están invirtiendo en estas nuevas empresas que trabajan en el desarrollo de la denominada ‘carne de laboratorio’ o ‘carne limpia, segura y sostenible’, un ejemplo es la inversión realizada por Tyson Foods, el procesador de carne más grande del mundo, o la realizada por el Grupo PHW, uno de los productores de aves de corral más importantes de Europa.
Posiblemente el debate se intensificará en los próximos meses, sobre todo, a medida que las empresas que trabajan en la denominada “carne limpia” estén más cerca de lanzar sus productos al mercado, estaremos pendientes de los acontecimientos.