En los últimos años se ha investigado la posible relación entre los refrescos sin azúcar y la obesidad, concretamente los efectos de los edulcorantes artificiales en el organismo y la posibilidad de que tengan un efecto contrario y no prevengan el aumento de peso. Hoy conocemos un estudio que se ha centrado en la carbonatación de los refrescos como elemento común entre las bebidas azucaradas y las de dieta, considerando la posibilidad de que tuviera un efecto en el aumento de la secreción de la grelina, también conocida como hormona del hambre, provocando el aumento del deseo de comer.
La grelina es una hormona que se sintetiza fundamentalmente en el estómago, está implicada en la regulación del metabolismo energético, estimula la secreción de la hormona del crecimiento, modula la actividad cerebral en áreas que controlan el apetito y se ha demostrado que está relacionada con la sensación de hambre y la activación del apetito. El estudio ha sido desarrollado por expertos de la Universidad de Birzeit (Cisjordania), su propósito era analizar el efecto de bebidas carbonatadas, independientemente de su contenido en azúcar, con la producción de la hormona grelina.
El trabajo fue dirigido por el profesor de Bioquímica Johnny Stiban, responsable del Departamento de Biología y Bioquímica de la mencionada universidad, se desarrolló en dos fases, en la primera se trabajó con cuatro grupos de roedores de laboratorio a los que se les proporcionó durante un año un tipo de bebida, agua del grifo, una bebida carbonatada con azúcar, una bebida dietética carbonatada y un refresco sin gas.
Los resultados obtenidos mostraron que los roedores que consumieron bebidas carbonatadas (con azúcar y de dieta), ganaron peso a un ritmo más elevado que los roedores que consumieron el refresco sin gas. También se constató que estos roedores incrementaron el consumo de alimentos en comparación con los que tomaron el agua del grifo o la bebida sin gas. En el análisis para determinar los niveles de grelina, se constató que los roedores que tomaron los refrescos con gas, experimentaron un aumento en la acumulación de lípidos en el hígado y tenían un nivel significativamente más elevado de la hormona que los roedores que tomaron agua o bebida sin gas.
En la segunda fase de la investigación se trabajó con un grupo de 20 estudiantes que se sometieron a un análisis de la concentración de la hormona del hambre, una hora después de que consumieran una comida acompañada de las cuatro categorías de bebidas. Según los resultados, los estudiantes que consumieron las bebidas carbonatadas con y sin azúcar, tenían un nivel de la hormona tres veces más elevado comparándolo con los que consumieron la bebida sin gas, diferencia que se incrementó hasta seis veces al comparar el nivel con los que acompañaron la comida con agua.
En este artículo de la página web de la Universidad de Birzeit, los expertos explican que los resultados muestran claramente el papel que tiene el gas de los refrescos en la estimulación de la respuesta del hambre, la inducción al aumento de peso y por tanto, en el riesgo de sufrir obesidad. Los investigadores comentan que se ha de averiguar la razón por la que las bebidas carbonatadas provocan el aumento de la producción de grelina.
Es posible que al ingerir una bebida carbonatada, el gas provoque la liberación de grelina al entrar en contacto con las paredes del estómago, como respuesta a los estímulos mecánicos que realiza en unos receptores presentes en ellas, aunque esta es una hipótesis, por tanto, será necesario investigar en profundidad el tema. Se reconoce que el estudio no es definitivo en sus conclusiones, sobre todo porque la muestra de roedores y de personas participantes en la investigación fue limitada. Por otro lado no se han tenido en cuenta otros factores que podrían alterar los resultados, como por ejemplo el estilo de vida de las personas participantes, si consumían regularmente refrescos con gas antes del estudio, etc.
Posiblemente se realizarán nuevos estudios para determinar si la carbonatación de los refrescos podría aumentar el deseo de comer, y si también sería un factor de riesgo de sufrir obesidad como lo es el azúcar. Podéis conocer todos los detalles de esta investigación a través de este artículo publicado en la página web de la revista científica Obesity Research and Clinical Practice.
Foto 1| Rob Hogeslag
Foto 2 | Joelk75