Ramadán es la designación del mes en el que los musulmanes, por sus creencias y fe, practican el ayuno diario desde el alba y hasta que se pone el sol, son 30 días en los que únicamente se come después de la puesta de sol, principalmente una dieta rica en carbohidratos. Pues bien, se ha llevado a cabo la investigación La nutrición en la prevención y el tratamiento de la obesidad abdominal y ha experimentado con una nueva dieta basada en la dieta del Ramadán, los resultados muestran que existe una relación entre el consumo de hidratos de carbono por la noche o tras la puesta de sol, con el patrón diurno de la leptina, hormona que se considera que actúa como un lipostato. La grasa contenida en los adipocitos provoca la liberación de esta leptina en el torrente sanguíneo e informa al hipotálamo de que se debe inhibir el apetito, de ahí que sea conocida como hormona de la saciedad.
También se encontró una relación con la ghrelina, la conocida hormona del hambre cuyos niveles se incrementan antes de las comidas y disminuyen tras la ingesta de alimentos, la adiponectia, hormona sintetizada en el tejido adiposo implicada en el metabolismo de los ácidos grasos y la glucosa, con la resistencia a la insulina, el síndrome metabólico y la obesidad abdominal. En la investigación basada en la dieta del Ramadán se constató una disminución del hambre y una mejoría en los parámetros antropométricos bioquímicos e inflamatorios.
Los investigadores explican que la manipulación de la dieta puede modificar los perfiles hormonales, inducir a la pérdida de peso y romper el círculo vicioso metabólico de la obesidad abdominal, ofreciendo numerosas ventajas frente a las intervenciones farmacológicas y quirúrgicas, considerando que se debe utilizar como primera línea de tratamiento para influir en las hormonas y lograr reducir la obesidad abdominal. Sobre esta forma de ayuno algunas investigaciones sugieren que ofrece grandes beneficios para la salud, como la reducción del riesgo de sufrir cáncer, diabetes, enfermedades cardiovasculares, etc. Sin embargo, otras investigaciones han apuntado que el ayuno durante un periodo largo de tiempo puede derivar en complicaciones de salud que se asocian a la inanición.
En la investigación israelí participaron 78 personas con edades comprendidas entre los 25 y los 55 años, con un valor medio de 30 en el IMC (Índice de Masa Corporal), estas personas no sufrían enfermedades como la diabetes mellitus, hipertensión o problemas cardiovasculares, la dieta que habían seguido durante el último año había sido variada. De las 78 personas, 63 completaron el estudio. Los participantes se dividieron en dos grupos y se midieron en cada uno valores como el porcentaje de grasa, el peso, la altura o la circunferencia abdominal. El primer grupo (de control) recibió una dieta estándar baja en calorías que contenía un 20% de proteínas, hasta un 35% de materia grasa y hasta un 50% de carbohidratos, en total la ingesta se estableció entre 1.300 y 1.500 kilocalorías para tomar a lo largo del día.
El segundo grupo de participantes (el grupo experimental) recibió una dieta baja en calorías formada por un 20% de proteínas, un 30-35% de materia grasa y un 45-50% de carbohidratos, en total la dieta aportaba entre 1.300 y 1.500 kilocalorías, esta ingesta sólo se podía realizar a la hora de la cena. Los investigadores tomaron muestras de sangre a las ocho de la mañana y en intervalos de cuatro horas, también se realizaron cuestionarios para conocer el grado de hambre y saciedad.
Esta investigación se desarrolló durante una semana, al cabo de tres meses y al cabo de seis meses. En ambos grupos se constató una pérdida significativa de peso, así como una reducción de la circunferencia abdominal, del IMC y del porcentaje de grasa corporal, aunque al final del estudio y según leemos en Foodnavigator.com, se constató que el grupo que únicamente comió por la noche, experimentó una mayor reducción de los valores antes mencionados.
Con respecto al hambre y la saciedad, la puntuación para el primer grupo fue un 13’7% superior a los 180 días de realizar la dieta, en comparación con la primera semana en la que se siguió la dieta. En cambio, en el segundo grupo la puntuación de hambre y saciedad fue de un 5’9%, mucho menor que la del primer grupo. Los expertos esperaban observar un incremento general de la sensación de hambre en el segundo grupo, sin embargo, fue todo lo contrario. La dieta experimental mejoró los patrones de secreción diurna de la hormona de la saciedad y la hormona del hambre, como decíamos, los expertos consideran que esta «Dieta del Ramadán» debería ser una alternativa antes de realizar otro tipo de intervenciones contra la obesidad.
Podéis conocer más detalles de la investigación a través de este artículo publicado en la revista científica Science Direct.