El alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, ha intentado aplicar impuestos en los refrescos y bebidas azucaradas, también ha querido prohibir la venta de bebidas tamaño XL, en ambas acciones ha fracasado y su particular guerra contra la industria de la bebida parece haber quedado aparcada por el momento. Recordemos que el argumento para aplicar impuesto y prohibición era mejorar la salud de los ciudadanos, en el primer caso se llevó a cabo un estudio en el que se concluía que gravar con un centavo cada 20 gramos de bebida (12 centavos por lata de 33 cl.), reduciría su consumo en un 15% en adultos con edades comprendidas entre los 25 y los 64 años. Con esta medida se lograrían reducir unos 2’4 millones los casos de diabetes, 95.000 casos de cardiopatías coronarias, 8.000 casos de accidentes cerebro vasculares y 26.000 muertes prematuras
para el año 2020.
En el segundo caso, la prohibición de bebidas tamaño XL se amparaba en el argumento de que según los datos facilitados por el Departamento de Salud de la ciudad, un 34% de los habitantes tienen sobrepeso y un 22% obesidad, índices tan elevados se pretendían reducir a golpe de prohibición, sin embargo, un juez la revocó dejando a Bloomberg con un palmo de narices. Ahora parece que toman el relevo en esta guerra contra los refrescos azucarados las ciudades de San Francisco y Berkeley, en los dos casos los ciudadanos van a votar si se aplica un impuesto en los refrescos azucarados de un centavo por onza en el caso de Berkeley, y de dos centavos por onza en el caso de San Francisco.
La industria de los refrescos está sumida en una batalla electoral en dos de las ciudades consideradas más liberales de Estados Unidos, el próximo 4 de noviembre los ciudadanos decidirán en las urnas si respaldan la aplicación de los mencionados impuestos. Quienes están a favor del gravamen se basan en el impacto que estas bebidas azucaradas tienen en la salud, aseguran que el dinero que se recaude con estos impuestos se destinará, en San Francisco, a mejorar la nutrición infantil y al ocio, en Berkeley el dinero irá a parar a sus arcas.
Como ya ocurrió en Nueva York, algunos ciudadanos consideran que se trata de un impuesto cuya finalidad es incrementar el dinero que entra a las arcas de ambos ayuntamientos, otros reconocen que se abusa de las bebidas y alimentos con exceso de azúcar, lo que ha provocado la alta tasa de obesidad y enfermedades en la población, pero a pesar de ello van a votar en contra. Quienes están a favor se apoyan en las acciones que se llevaron a cabo contra el tabaco y los resultados que se han obtenido, al principio las medidas que se adoptaron fueron pequeños cambios legislativos que dieron pie a otros cambios mayores, se espera que ocurra lo mismo con los refrescos.
Las grandes compañías de refrescos no las tienen todas consigo, a pesar de que en anteriores ocasiones se ha intentado implantar un impuesto sobre las bebidas y los alimentos considerados poco saludables, la asociación Americanos Contra los Impuestos sobre la Alimentación, entidad que nació con el propósito de terminar con las iniciativas que pretenden gravar con más impuestos a la alimentación que es rica en azúcares o que contiene muchas grasas, ha logrado frenar con sus campañas estas iniciativas recaudatorias. Pero ahora el gravamen de los refrescos en México que entró en vigor a principios de año, hace temer que pueda ocurrir algo parecido en Estados Unidos.
Por eso es tan importante para estas compañías que no se apruebe la medida en las dos ciudades estadounidenses, ya que sentaría precedente. La industria de las bebidas azucaradas ha gastado 1’7 millones de dólares en la campaña que lleva a cabo en Berkeley para evitar que la medida se apruebe, en San Francisco ha invertido 7’7 millones de dólares. Este tipo de gravamen se ha intentado imponer anteriormente en 30 ciudades del país y en todos los casos se ha fracasado, quienes están en contra del gravamen en los refrescos con azúcar aseguran que San Francisco y Berkeley no van a ser la excepción.
Se argumenta que existen temas más importantes que decidir lo que los habitantes deben consumir, también se advierte que el gravamen no va a cambiar el comportamiento de la población y tampoco les enseñará lo que es un estilo de vida saludable. Hay que apuntar que los impuestos en los refrescos son un tema particularmente preocupante para la industria de este sector, parece ser que los consumidores son menos tolerantes a los incrementos de precios y como consecuencia de ello, cambian su comportamiento de consumo, de ahí que se realicen tantos esfuerzos para evitar que este tipo de gravamen salga adelante.
Esta conclusión se basa en un estudio realizado a finales del año pasado por Mateo Harding, un economista de la Universidad de Duke. En su investigación, analizó más de 100 millones de compras de supermercados estadounidenses y encontró que los consumidores gastan un 10% de su presupuesto en la compra de refrescos y bebidas azucaradas. En el estudio se concluye que cuando los supermercados implantaron una subida de precios, se cambió el comportamiento de consumo y se redujo la ingesta de azúcar en un 20% y un 8’5% la ingesta de calorías, este es uno de los argumentos de peso para instaurar el gravamen.
Las alternativas planteadas por el sector de las bebidas azucaradas es ofrecer formatos más pequeños como respuesta a la presión de reducir el contenido calórico, pero recordemos que aunque el tamaño se reduzca, el precio no se reduce proporcionalmente, tampoco es buena idea eliminar los formatos grandes de bebidas, ya que puede producir un efecto contrario motivando a los consumidores a adquirir más unidades y en consecuencia se mantendría el consumo, se incrementaría el gasto y no mejoraría la dieta, así se concluía en un estudio realizado por expertos de la Universidad de California.
¿Por qué no se cambia de estrategia? Subvencionar parte del coste de los alimentos y bebidas que se consideran saludables, ofrecer programas de educación y asesoramiento nutricional, etc. Resulta más barato para las arcas de las ciudades olvidarse de estas medidas y aplicar impuestos. Ya veremos si las medidas planteadas llegan a buen puerto, saldremos de dudas el próximo 4 de noviembre. Podéis conocer más detalles de la noticia a través del artículo publicado en Npr.
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