En el año 2014 Berkeley se convirtió en la primera ciudad de Estados Unidos en aprobar el impuesto de los refrescos y bebidas azucaradas. La medida fue muy bien recibida por nutricionistas, dentistas, profesores, expertos en salud, etc. Se esperaba que la medida contribuyera a reducir el consumo de refrescos azucarados y por tanto, los problemas de salud que se generan desde la infancia por el abuso de estas bebidas azucaradas, diabetes, caries dental, enfermedades del corazón, sobrepeso y obesidad, etc.
Un año después, un estudio realizado por los economistas John Cawley y David Frisvold de la Universidad de Cornell y de la Universidad de Iowa, concluía que este impuesto no funcionaba, la razón es que el aumento del precio de estas bebidas por el impuesto fue asumido en gran parte por las empresas. Por ejemplo, Coca Cola y Pepsi sólo trasladaron el 22% del impuesto a los consumidores, lo que supuso un incremento de precios poco apreciable. Pues bien, ahora otra ciudad estadounidense se suma a esta medida, un comité del Consejo de la ciudad de Filadelfia ha anunciado que se va a llevar a cabo una votación para introducir el impuesto de las bebidas azucaradas en Filadelfia.
La propuesta contempla un gravamen de 1’5 centavos de dólar por onza de bebida, teniendo en cuenta que una lata de refresco tiene 33 centilitros, el gravamen rondaría los 11’5 centavos (unos 9 céntimos de euro). La votación se realizará el próximo día 16 de junio, si la medida se aprueba, Filadelfia se convertiría en la primera ciudad importante en aplicar este tipo de impuestos, aunque sería la segunda en el cómputo de ciudades sin distinción de volumen poblacional. Según datos estadísticos del 2010, Berkeley tiene una población de unos 112.000 habitantes frente a 1,5 millones de habitantes que tiene la ciudad de Filadelfia.
Básicamente el impuesto es el mismo que se aplicó en Berkeley, inicialmente el Alcalde de esta ciudad propuso un gravamen de 3 centavos de dólar aplicado a diferentes tipos de bebidas azucaradas, refrescos, bebidas deportivas, té azucarado y cualquier bebida que integre azúcares añadidos, sin embargo, se ha planteado reducir el gravamen para ampliar su alcance y afectando también a las bebidas endulzadas artificialmente, como por ejemplo los refrescos de dieta (algo que para muchos no tiene sentido). Teniendo en cuenta lo poco efectiva que ha resultado la medida en Berkeley, no tiene mucho sentido aplicar el mismo gravamen, ya que es posible que se repita la historia y las compañías de bebidas asuman buena parte del impuesto, por lo que sería poco apreciable la subida del precio de las bebidas para los consumidores, manteniendo prácticamente igual el nivel de consumo.
Si se aplicase un impuesto elevado seguramente la medida sí tendría el efecto esperado, ya que las compañías no podrían asumir una buena parte del impuesto y deberían trasladarlo al consumidor final. Esto puede inducir a pensar que en realidad se podría estar persiguiendo el incremento del volumen de dinero que entra en las arcas de la ciudad. Según se explica en la página oficial del Consejo de la ciudad de Filadelfia, con la medida se recaudarían 91 millones de dólares el próximo año, dinero que destinarían a financiar los programas de educación pre-K (pre-jardines de infancia), realizar mejoras en parques y centros de recreo, y aumentar los fondos generales de la ciudad.
Si se pretende mejorar la salud de los habitantes, quizá el dinero debería destinarse a subvencionar los alimentos saludables, programas de salud y otras cuestiones que tengan relación directa con la mejora de la alimentación y el estilo de vida. Se considera que la introducción del impuesto sería un paso histórico y sentaría precedentes para que en otras grandes ciudades se llevara a cabo la misma medida, recordemos que anteriormente otras ciudades como San Francisco o Nueva York han intentado introducir el impuesto de los refrescos y han fracasado.
Varios estudios han determinado que gravar las bebidas azucaradas es una medida efectiva y con ello se puede lograr reducir su consumo entre la población, podemos recordar un estudio realizado por un grupo de expertos de la Universidad de Oxford (Reino Unido), en el que se concluía que para que los gravámenes en alimentos y bebidas asociados al sobrepeso y la obesidad tuvieran efecto, deberían ser como mínimo de un 20% sobre el valor del producto. Claro, que si el impuesto no llega a ese mínimo y las empresas asumen parte del gravamen, de poco sirve esta medida para reducir el consumo.
Por supuesto, y como cabría esperar, la Asociación Americana de Bebidas (American Beverage Association) se opone a este tipo de medidas, y como en anteriores ocasiones, han puesto en marcha campañas que critican y luchan contra el gravamen. Se han dado a conocer vídeos en los que aparecen los propietarios de tiendas donde se comercializan estas bebidas explicando que el impuesto perjudicará sus negocios, se han dado a conocer encuestas en las que se concluye que el 58% de los votantes de Filadelfia están en contra de este impuesto, etc. Estos datos contrastan con otros como la encuesta que realizó la Universidad de Temple, en la que se concluía que los ciudadanos estaban a favor el impuesto.
Todo parece apuntar que la votación será favorable a la introducción del gravamen, el próximo 16 de junio saldremos de dudas. ¿Cuál será la reacción de la industria de los refrescos y bebidas azucaradas si se aprueba el impuesto? ¿Asumirán parte del sobrecoste?, o como explican aquí, ¿se producirá una salida de las operaciones de Pepsi y Coca-Cola en la ciudad, con la consiguiente pérdida de puestos de trabajo?
Foto | Nicholas Liby
Foto 2 | Steven Guzzardi