Existe la posibilidad de que los políticos comunitarios consideren la idea de aplicar un impuesto de la grasa a nivel europeo, y como ya es habitual, la excusa sería la lucha contra el sobrepeso y la obesidad. Lo cierto es que esta es una pregunta que se realizó Alberto Alemanno, profesor de derecho de HEC París (École des Hautes Études Commerciales de París), una de las principales instituciones de nivel universitario que confiere grados en administración de empresa.
El experto indica que tal medida sería complicada de implantar y forzosamente estaría sujeta a un debate, esto lo explicaba durante su participación en una conferencia titulada ‘Regulación de riesgos y estilo de vida en Europa’. Alemanno habló del ejemplo de Dinamarca indicando que aunque se haya experimentado un retroceso en la medida, esto no ensombrecería la aplicación de un impuesto de la grasa en Europa. Recordemos que el año pasado se aprobó el impuesto de la grasa en Dinamarca y tras pasar menos de un año, el pasado mes de agosto, el Gobierno anunció su intención de abandonar la medida, de todo ello hablábamos en el post Dinamarca podría abandonar el impuesto de la grasa.
El denominado impuesto de la grasa relacionado con aquellos alimentos que favorecen el sobrepeso y la obesidad no es algo nuevo de nuestros tiempos, de hecho, este tipo de impuestos también se denominan Pigouvianos y reciben este nombre gracias al economista Arthur Pigou, pionero de la economía del bienestar, una rama de las ciencias económicas y políticas preocupada por todo aquello asociado a la eficiencia económica y el bienestar social.
Los impuestos Pigouvianos se aplican para corregir una externalidad (situación de los costos o beneficios de producción y consumo de un bien de servicio, que no se reflejan en el precio de mercado) negativa. Arthur Pigou propuso en los años 20 del siglo pasado, gravar aquellos productos cuyo precio no reflejaba el coste real para la sociedad, por ejemplo todos los gastos del sistema sanitario causados por el sobrepeso y la obesidad. Este tipo de impuestos han sido una tónica dominante, ejemplos a citar, el tabaco, el alcohol o lo más reciente, el impuesto de las emisiones de gases de efecto invernadero. Claro que en este caso, con el mencionado impuesto no se corrigen mucho las prácticas contaminantes, en teoría el dinero recaudado se debería destinar a financiar tecnologías más respetuosas con el medio ambiente, crear espacios verdes, repoblar zonas forestales, etc.
Pero volviendo al tema del impuesto de la grasa en la Unión Europea, si se han aplicado los impuestos pigouvianos a todo aquello que genera un coste a la sociedad, perfectamente se podría aplicar a los alimentos y bebidas considerados poco saludables. El economista indica que no hay ambigüedad sobre este debate (el de la implantación del impuesto) en Europa, éste giraría en torno a tres cuestiones, si el impuesto sería eficaz, si sería regresivo y cómo estaría diseñado. Según el economista, estas razones no estaban contempladas en las proporcionadas por Dinamarca, recordemos que su Gobierno explicaba que se retiraba a causa de la campaña llevada a cabo por los fabricantes de alimentos, organizaciones y sindicatos, dedicada a concienciar a la población sobre las consecuencias de un impuesto considerado injustificado, teniendo en cuenta que se basaba en unas conclusiones poco significativas, también se argumentó la pérdida de puestos de trabajo, las compras de alimentos a otros países para no pagar el impuesto, etc.
Al respecto, os recomendamos acceder a este enlace (Pdf) en el que encontrareis un análisis jurídico y político de la instauración del impuesto de la grasa en Europa y bajo las normas de la OMC (Organización Mundial del Comercio), en él se examina la legalidad de un hipotético sistema comunitario para aplicar un impuesto de la grasa en el marco de una estrategia de la UE para la prevención de la obesidad. Explica que usar políticas fiscales de este tipo pueden ser eficaces, pero sólo cuando parte de una estrategia global basada en una combinación de instrumentos políticos. En el documento se reconoce que la UE no tiene voluntad política, ni la suficiente creatividad para desarrollar una estrategia creíble para prevenir la obesidad, por supuesto dentro de esta estrategia estarían las tasas que gravarían los alimentos y bebidas considerados poco saludables.
Según podemos saber, el economista explica que si varios miembros comunitarios adoptan este tipo de impuesto, la Unión Europea podría reconsiderar aplicar un impuesto a nivel comunitario. Añade además que existen indicios de que la UE tiene ese camino marcado, de hecho ya ha mostrado su voluntad mediante la adopción de un reglamento relativo a las declaraciones nutricionales y de salud, obligando a la industria alimentaria con el nuevo etiquetado de los alimentos para que los consumidores puedan elegir aquellos productos que consideren más saludables. El escollo es la diferencia de los índices de la obesidad en cada estado miembro, también lo es el acuerdo unánime entre todos los países comunitarios.
En fin, quizá terminen instaurando un impuesto de la grasa europeo y seguramente terminaríamos pagándolo los consumidores como suele ser habitual.
Foto | Jeffreyw