Bajo el argumento de pretender fomentar la sostenibilidad, preservar el medio ambiente y reducir la emisión de gases contaminantes a la atmósfera, el Ministro de Agricultura de Suecia ha decidido proponer la puesta en marcha de un impuesto de la carne. Según las autoridades agrícolas de ese país, a los suecos les encanta la carne y la consumen en exceso, siendo el promedio de consumo de unos 25 kilos más que la media europea por persona y año, al menos así se explica en el periódico digital Dagens Nyheter. El Consejo de Agricultura del país publicó un informe al respecto y en él se hace un llamamiento para secundar el consumo de carne sostenible, aunque la principal conclusión es que se debe comer menos carne dado que la media de consumo se establece en unos 87 kilos de carne por persona.
En este informe alude a otros estudios e informes que asocian la producción intensiva de carne con la emisión de gases de efecto invernadero, al respecto podemos ver una gráfica reflejada en el post Ovejas más saludables para el medio ambiente, muestra las emisiones anuales de metano según el tipo de animal. En su lectura podíamos saber que vacas, ovejas u otros rumiantes son máquinas vivientes para la elaboración de metano y en cierto grado son responsables del cambio climático, especialmente el ganado vacuno que produce una media de unos 120 kilos de metano anuales. Para este año, las previsiones determinan que la media de consumo se establecerá en unos 85 kilos, esta reducción resulta positiva dado que es la primera vez desde la década de los 90 que se produce una reducción en el consumo, y para conseguir que se reduzca de forma significativa se ha pensado en implantar un impuesto de la carne en Suecia.
Al parecer, el alto consumo de carne está asociado a la tradición, la costumbre de disfrutar de las barbacoas y a la posición económica. Sabiendo que el consumo cárnico está bien arraigado, con la excusa de mejorar el medioambiente se pretende aplicar un impuesto. Ya es una tónica habitual que por parte de los gobiernos se intenten dar soluciones a los problemas a golpe de reformas fiscales, cambiar el sistema productivo, educar a la población y otras soluciones que podrían ser efectivas no se aplican porque cuestan dinero, es mejor aplicar un gravamen que además garantizará el ingreso extra a las arcas del estado. Para respaldar aún más el mencionado impuesto en los productos cárnicos suecos, se citan estudios que determinan que el consumo elevado de carne roja es perjudicial y está asociado al riesgo de cáncer u otras enfermedades. Al respecto se podría citar la investigación realizada por el National Cancer Institute tratada en el post La ingesta de carne roja aumenta el riesgo de muerte.
El impuesto fue propuesto el mes pasado y como decíamos, persigue que la población reduzca el consumo de carne, la meta a alcanzar sería la reducción a unos 45 kilos por año de tasa de consumo. Los responsables de agricultura consideran que el único modo de alcanzar esta meta es con un sistema fiscal. Como hemos indicado, es una propuesta y no se ha confirmado la puesta en marcha de esta medida. Por otro lado se proponen alternativas como las carnes blancas, más saludables y respetuosas con el medio ambiente, aunque dada la tradición y el arraigo de la carne roja, estas propuestas pueden caer en saco roto. En el informe también se destaca la relación de la agricultura intensiva y el uso de fertilizantes para la producción de alimentos animales, algo que provoca un desequilibrio en el ecosistema e incrementa la liberación de gases de efecto invernadero, también se habla de la excesiva importación de productos cárnicos que actualmente representa el 44% de toda la carne que se consume en el país y esto no es algo positivo, ya que se contribuye a un sistema productivo que no es sostenible.
También se propone la creación de un etiquetado de sostenibilidad cárnica para que los consumidores puedan adquirir dichos productos que se hayan producido de un modo más sostenible, o sea, que además de la creación de un impuesto, se proponen otras medidas que encaminen a la población hacia una compra de carne más responsable con su salud y el medio ambiente. También podrían haber adoptado medidas como el día sin carne. Claro que no van a ser los consumidores los únicos que sufran (en el caso de que se aplique) el incremento del precio, se baraja la posibilidad de limitar la cantidad de dióxido de carbono que se emite por kilo de carne producido, se intentaría eliminar toda aquella producción que sea climáticamente más desfavorable, lo que obligaría a profundos cambios en el sector.
El informe y la propuesta de la tasa es, para algunos expertos, una estrategia mal encaminada, denunciando que provocaría un deterioro del bienestar animal. Un profesor de la Universidad de Linköping, invita a utilizar de un modo más inteligente y coherente los instrumentos fiscales, con un impuesto como el propuesto resultarían afectados aquellos productores que trabajan en un marco sostenible y que ofrecen alimentos cárnicos producidos de forma respetuosa con el medio ambiente. Con respecto a promover otro tipo de carne como la carne de pollo para reducir el consumo de carne roja, aunque en teoría es más saludable y la emisión de gases contaminantes de los animales es más reducida, se denuncia que el sistema productivo no lo es.
Los impuestos pueden ser una forma eficaz de impulsar el desarrollo en una dirección correcta, pero el objetivo debe ser claro, pero tal y como se ha propuesto desde el Ministerio de Agricultura se podría decir que se ofrecen diferentes argumentos para justificar la aplicación de un impuesto, cuyo cometido principal es engordar las arcas del estado. En fin, seguro que tasa dará que hablar y es difícil saber si lograría reducir el consumo de carne, por otro lado, quizá como ha ocurrido con otro tipo de medidas fiscales, los correspondientes ministerios de otros países propongan algo similar, difícilmente nos vamos a creer que persiguen mejorar la salud y el medio ambiente, y menos en estos tiempos en los que la imposición fiscal está a la orden del día.