El Gobierno de Noruega anunció el pasado mes de septiembre una propuesta con el cometido de aumentar los impuestos a la industria, centrando su atención en la industria del salmón, ya que supone una de las mayores fuentes de ingresos del país despues de los combustibles fósiles. De hecho, el país suministra más de la mitad del salmón cultivado de todo el mundo, produciendo más de 1’5 millones de toneladas, y con un margen de beneficios que ronda el 45%.
En principio se barajó que la actualización del impuesto al salmón en Noruega fuera del 40%, la medida provocó la caída en bolsa de las empresas del sector, además, el ‘Índice para empresas de productos del mar de la Bolsa de Oslo’ (OBSFX) cayó un 25%. Algunos expertos pensaron que esta situación facilitaría que el Gobierno del país diera un paso atrás, pero contrariamente, se sigue adelante aunque bajando el impuesto al 35%. Si la actualización del gravamen se aplica, es muy probable que el salmón aumente su precio en todo el mundo, porque los productores repercutirán, al menos en parte, ese sobrecoste que al final, se trasladará a los consumidores finales.
Se asegura que el mayor gravamen se ha diseñado para garantizar que las comunidades costeras reciban más del valor creado por la piscicultura, y explica que gracias a ese gravamen, se recibirán más ayudas para el cuidado de personas mayores, escuelas y otros servicios relacionados con el bienestar, así como la ampliación del fondo de pensiones. Como es habitual, los gobiernos utilizan el mismo modus operandi, cuando introducen un impuesto hablan de su destino y de todos los beneficios que repercutirán a la comunidad, pero a la práctica, habrá que comprobar si al final se termina destinando una mínima parte de lo recaudado.
Otro argumento para avalar el aumento del impuesto es que con ello se logra reducir la dependencia estatal del petróleo, en la compensación del mayor gasto del gobierno en subsidios a la electricidad debido a la crisis energética europea, etc. Por su parte, la industria del salmón cree que el nuevo impuesto afectará directamente a la competitividad y el crecimiento económico, hay que tener en cuenta que el sector paga un 22% del impuesto de sociedades. Por tanto, el gravamen supone triplicar el nivel de impuestos a las empresas salmoneras, e inevitablemente lo terminarán pagando los países que adquieren el salmón de piscifactoría de Noruega.
Algunos expertos argumentan que los bienes comunes naturales pertenecen a todos y no es justo que los beneficios fluyan de manera desproporcionada hacia un grupo de empresas privadas. Aseguran que con este tipo de impuestos a los recursos oceánicos, se facilita limitar la destrucción del medio ambiente marino por parte de las actividades oceánicas que lo dañan, y a esto se suma el argumento de que se podría ayudar a otros países en vías de desarrollo, pero, claro, se trata de opiniones y se puede dudar que lo recaudado se dirija a estos objetivos.
Como era de esperar y según leemos aquí, la medida ha traído revuelo y la industria argumenta que provocará despidos, reducirá las inversiones y la economía noruega en general se verá dañada. Una vez que se ponga en marcha el gravamen, es probable que veamos un aumento notable en el precio del salmón procedente de Noruega en todos sus formatos, y con el tiempo se podrá certificar si realmente el gravamen sirve como modelo para mejorar la gestión del medio ambiente marino y todo lo prometido por el gobierno del país.