En el año 2015 el cocinero Jamie Oliver decidió introducir un “impuesto de los refrescos” en sus restaurantes del Reino Unido, su propósito era intentar que se redujera el consumo de este tipo de bebidas y lanzar un mensaje al Gobierno del país como respuesta a la negativa de aplicar un impuesto a las bebidas azucaradas, consideradas entonces una de las principales fuentes de azúcar en la alimentación de niños y adolescentes. El cocinero aumentó el precio de los refrescos y bebidas endulzadas 10 peniques (unos 11 céntimos de euro según el cambio actual) en sus restaurantes.
Un año más tarde el Ministro de Hacienda del El Reino Unido anunció la introducción del gravamen para abril del año 2018 en dos niveles, uno para las bebidas con más de 5 gramos de azúcar por cada 100 ml, y otro para las debidas con más de 8 gramos de azúcar por cada 100 ml. Pues bien, hoy conocemos un estudio realizado por expertos del departamento de investigación en salud social y ambiental de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres para determinar si ha funcionado el impuesto de los refrescos en los restaurantes de Jamie Oliver.
Hay que decir que los datos obtenidos quizá no se puedan trasladar al contexto nacional, ya que las empresas de bebidas azucaradas probablemente asumirán parte o la totalidad del impuesto, pero sí podrían servir para saber si la medida tendría efectividad si se introdujera en otras cadenas de restauración. Los resultados del estudio muestran que las ventas de refrescos azucarados cayeron en los establecimientos de Jamie Oliver un 11% durante las 12 primeras semanas tras su aplicación, en un periodo de seis meses la caída de ventas se estableció en un 9’3%.
Para el responsable principal del estudio, el profesor Steven Cummins, hay datos significativos a tener en cuenta, la clientela de los restaurantes del chef suele ser acomodada, por lo que el aumento del precio de los refrescos no suponía una diferencia que afectará al bolsillo. Otro detalle es el de explicar el propósito del impuesto (algo que se realiza en los establecimientos del chef), prevenir la salud infantil y destinar lo recaudado a proyectos de educación alimentaria, y la implantación de fuentes de agua en las escuelas (lo podéis ver en la fotografía bajo estas líneas). El experto explica que si se pone en marcha el impuesto y las empresas no lo asumen, el impacto dependería de los mensajes educativos que acompañasen a la subida de los precios.
Se considera necesario que en los puntos de venta se informe sobre las consecuencias del abuso del azúcar a fin de lograr un mayor impacto, más allá de la cuestión económica, en la población. En los 12 meses previos a la introducción del gravamen en los 37 restaurantes del chef, se comercializaron más de 2 millones de bebidas no alcohólicas, siendo un 38% refrescos y otras bebidas azucaradas. Se constató la caída del 9’3% de las ventas en los seis primeros meses tras la introducción del gravamen, en los establecimientos donde el volumen de venta de este tipo de bebidas era mayor. El investigador comenta que se produjo una caída generalizada de las ventas de bebidas sin alcohol, salvo de los zumos de frutas, cuyas ventas se incrementaron.
Hay datos curiosos, como que también se produjo una reducción de las ventas de bebidas con contenido reducido en azúcar o sin azúcar, algo que es difícil de explicar. No existen evidencias, por el momento, de que el consumo de bebidas alcohólicas se incrementara, también existe la posibilidad de que los clientes consumieran agua del grifo, ya que no se factura y, por tanto, no aparece en las cifras de ventas (esto para algunos puede ser improbable, ya que como comenta el experto, son personas acomodadas y posiblemente solicitarían agua embotellada).
Se considera que los resultados se pueden trasladar a otras cadenas de restaurantes con menús que son más asequibles, apuntando que no existen motivos por los que esas cadenas puedan llevar a cabo la misma solución que la adoptada por Jamie Oliver, siendo muy probable que las que tengan mayor volumen de venta de refrescos azucarados experimenten una mayor caída de ventas. Para los expertos es una noticia alentadora que beneficia a la salud pública, aunque otros consideran que los datos no son concluyentes.
Según explican aquí, si se demuestra que paralelamente se incrementó el volumen de ventas de bebidas alcohólicas sería objeto de gran preocupación, ya que sería algo que afectaría negativamente a la salud de los consumidores en general. Otro tema que interesa a las empresas es saber qué ocurriría con la facturación, un impacto negativo probablemente les haría plantearse no introducir la medida. Dado que el impuesto que introdujo Jamie Oliver se presentó como un modo de contribuir con fundaciones que trabajan para mejorar la salud infantil, no se puede saber con certeza si la caída de ventas fue causada en su totalidad por el gravamen aplicado.
Existen otros factores que no se han tenido en cuenta, se debería haber realizado un estudio paralelo para saber si la caída sufrida en los establecimientos del chef británico también se produjo en otras cadenas de restaurantes, lo que restaría fuerza a la introducción del impuesto. De todos modos, se concluye que existen evidencias de que la reducción del consumo de bebidas azucaradas es beneficioso para la salud y que las medidas fiscales podrían desalentar su consumo, incluso si se trata de pequeños cambios en los precios, pero es necesario que estas acciones se acompañen con actividades complementarias como proporcionar información.
Se necesita información adicional que evalúe este tipo de intervenciones en otros establecimientos, realizando un seguimiento exhaustivo para saber si los datos de la cadena de Jamie Oliver se pueden trasladar. En definitiva, se han obtenido pocas conclusiones por la falta de datos, lo que obliga a realizar un nuevo estudio teniendo en cuenta esos factores que inicialmente no se han tratado. Podéis conocer todos los detalles de la investigación a través de este artículo publicado en la revista científica Journal of Epidemiology & Community Health.
Foto | Joelk75