En Estados Unidos algunas empresas alimentarias han repetido hasta la saciedad que el etiquetado transgénico supondría un importante incremento del precio medio de la cesta de la compra, algunas empresas han asegurado que éste podría ascender unos 500 dólares anuales (unos 450 euros), aunque algunas aseguran que el gasto para el consumidor ascendería a más de 1.000 dólares anuales, así lo declaran las empresas pertenecientes a la Corn Refiners Association, asociación comercial nacional que representa a la industria del refinado del maíz de los Estados Unidos.
El argumento del aumento de precio de los alimentos ha sido y es uno de los utilizados habitualmente por la industria alimentaria para asustar al bolsillo de los consumidores, sin embargo, hay que destacar que durante los últimos años han aparecido varios informes sobre el posible sobrecoste por el etiquetado transgénico, y en la mayoría de casos se llega a la misma conclusión, éste sería insignificante. Se puede citar como ejemplo el estudio realizado por Jerry Greenfield, un experto en marketing alimentario que aseguraba que no existiría ningún sobrecoste. El experto explicaba que cada año se cambian entre un 25% y un 50% de los envases, se modifican etiquetados y embalajes, no suponiendo un aumento de precio final de venta.
Por ello se ha pedido en varias ocasiones que quienes no están a favor de identificar los alimentos modificados genéticamente a través de las etiquetas alimentarias, dejen de utilizar un argumento que no se sostiene y que tiene como objetivo asustar a los consumidores. Son muchos los estudios que desmontan la afirmación de la industria alimentaria, sin embargo, se mantiene la postura como si se tratase de una estrategia, repetir siempre la misma mentira terminará por provocar que buena parte de los consumidores se la crean.
En un comunicado, la Corn Refiners Association advierte sobre el impacto del coste de los alimentos por la ley del etiquetado transgénico del Estado de Vermont que en unos meses debería entrar en vigor, aseguran que dicha ley afectará a todo el país y que las familias estadounidenses tendrán que pagar un sobrecoste de unos 1.050 dólares anuales. Y no se habla sólo del coste de la etiqueta, consideran que las principales empresas alimentarias se verán obligadas a adquirir materias primas no transgénicas, lo que encarecerá el precio de los alimentos y tendrán que pagarlo los consumidores.
La asociación asegura que los consumidores identificarán el etiquetado transgénico como una advertencia y no querrán adquirir los alimentos que contengan materias primas transgénicas, al respecto merece la pena retomar la lectura de este post en el que hablábamos de un estudio en el que se concluía que no existían evidencias de que la actitud ante los alimentos modificados genéticamente cambiaría de forma positiva o negativa por el hecho de estar etiquetados.
La asociación comercial nacional de la industria del refinado del maíz ha presentado este informe (Pdf) en el que se proporciona un análisis del impacto económico que supondría cambiar las etiquetas y cambiar las materias primas que se utilizan en la elaboración de los alimentos. Este documento proporciona cifras sobre el sobrecoste alimentario por la puesta en marcha de la ley del etiquetado transgénico de Vermont, así como información sobre cómo afectará dicha ley a las familias estadounidenses con ingresos limitados, siendo las que más van a sufrir de forma desproporcionada las consecuencias. También realizan una proyección a 20 años, asegurando que el incremento del precio de los alimentos será una tónica habitual, causada por el nuevo etiquetado y el cambio de materias primas.
Etiquetar los alimentos transgénicos supondría un incremento de 1.000 dólares anuales en la cesta de la compra para los consumidores estadounidenses, la Corn Refiners Association apunta como culpable de lo que va a ocurrir a la nueva ley del Estado de Vermont. Comenta que la mayoría de los consumidores tienen poca o ninguna información científica sobre los riesgos o beneficios de los transgénicos, algo de lo que se aprovechan los activistas anti transgénicos, por lo que la etiqueta se convierte en una señal de advertencia.
Anteriormente se han realizado estudios que han revelado que una buena parte de los consumidores que manifiestan estar preocupados por los alimentos transgénicos no saben qué son, responden que son alimentos que se procesan de un modo concreto o que son alimentos que no son naturales, de ello hablábamos aquí. Tener miedo a algo que se desconoce es un error, pero eso no es excusa para no etiquetar los alimentos modificados genéticamente, si tan buenos son, la industria alimentaria no tendría nada que temer y deberían poner en marcha campañas informativas que educaran a los consumidores.
Oponerse no hace más que provocar la desconfianza, merece la pena recordar las palabras de Mairead McGuinness, miembro del Parlamento Europeo que trabaja en el comité agrícola. El parlamentario declaraba que la falta de información pública ha provocado que se socave la fe en la ciencia, reconocía que ha existido demasiado mutismo y poca transparencia en toda la trayectoria de los alimentos modificados genéticamente.
En EWG (Environmental Working Group, Grupo de Trabajo Ambiental) explican que en 64 países del mundo se etiquetan los alimentos transgénicos, y eso no ha provocado un sobrecoste de los alimentos, lo que muestra aún más que la industria alimentaria estadounidense amenaza sin fundamento. Podéis conocer más detalles del estudio presentado por la Corn Refiners Association a través de este comunicado.
Foto | UD Carvel REC