Un estudio desarrollado por expertos del Instituto de Estudios Ambientales de la Universidad VU (Países Bajos), tenía como finalidad investigar los hábitos de consumo relacionados con la ingesta de carne y la actitud de los consumidores ante las estrategias para reducir el consumo de carne y el cambio de hábitos alimentarios. La investigación se desarrolló sabiendo que consumir carne en exceso se asocia a un gran impacto medioambiental y a un elevado factor de riesgo para la salud, problemas como la diabetes de tipo II o el cáncer están asociados al exceso de ingesta de carne. Con los resultados se pretende desarrollar un programa de trabajo con varias estrategias que ayuden al cambio de los hábitos alimentarios.
Los investigadores realizaron una encuesta online a 1.083 consumidores de los Países Bajos, en dicha encuesta se preguntaba acerca de la frecuencia y cantidad del consumo de carne, el tamaño preferido de las porciones, si compraban carne ecológica o de producción industrial, si compraban sustitutos de la carne y con qué frecuencia lo hacían, el grado de preferencias por las proteínas vegetales, qué actitud tenían frente a la idea de no comer carne, el IMC (Índice de Masa Corporal) que tenían, etc. Las conclusiones obtenidas muestran que las estrategias para la reducción de la ingesta de carne en los consumidores se deben desarrollar con prudencia dependiendo del segmento al que se dirijan. Por otro lado, se concluye que es fundamental tener en cuenta las preferencias de los consumidores para poder lograr un cambio gradual tanto en la cantidad de carne consumida como en la aceptación de otras fuentes de proteínas.
Los resultados obtenidos de la encuesta muestran que la media del consumo de carne es de 5’5 días por semana, aunque un 28% de los encuestados manifestó consumir carne todos los días. De los consumidores que informaron que consumían carne una media de 4 veces por semana, reconocían que sustituían la carne por otros alimentos como hamburguesas vegetarianas, pescado, huevos, etc.
Con respecto al tamaño de las porciones, la preferencia eran porciones grandes, además se constató un paralelismo entre el volumen de consumo, el tamaño de las porciones y el IMC, siendo mayor en el caso de aquellos consumidores que comían carne con mucha frecuencia. En este segmento se constató que la compra de carne ecológica, los sustitutos de la carne o la preferencia por proteínas de origen vegetal, era muy reducida o nula. Los consumidores con un IMC normal preferían porciones más pequeñas, además compraban con más frecuencia carne ecológica y proteínas de origen vegetal.
Sobre la pregunta relacionada con la alimentación sin carne, el 64% de los encuestados respondió favorablemente, mostrando su voluntad de cambiar los hábitos de consumo con una estrategia que facilitara reducir la ingesta. De este 64%, un 15% contestó que lo haría sin dudas, un 41% que a lo mejor llevaría a cabo los cambios oportunos en la dieta, un 21% aseguró que ya lo estaban haciendo y un 23% argumentó que no hacía ningún cambio pero que lo querría poner en marcha. Quienes contestaron que lo harían sin dudarlo y los que manifestaban que ya estaban reduciendo el consumo de carne, consumían menos, compraban con más frecuencia sustitutos de este alimento y estaban mucho más familiarizados con la idea de comer evitando la carne.
Los resultados muestran que la mayoría de los consumidores no comen carne todos los días, por lo que es viable llevar a cabo estrategias que inviten a un menor consumo y con porciones más reducidas. Los investigadores explican que sobre las personas que son más propensas a comprar sustitutos se deberían promocionar para que fueran más habituales, y para los consumidores que prefieren reducir la ración y que son más proclives a comprar carne ecológica, la estrategia debería realizarse con mensajes como «menos, pero de mejor calidad» o «menos pero con más variedad». Además, con estas estrategias se puede lanzar a los consumidores el mensaje de que pueden ser capaces de regular su peso corporal.
Los expertos advierten que estrategias como el Día sin carne tiene sus limitaciones, podría provocar un efecto rebote y los consumidores incrementarían su ingesta al día siguiente. Otro problema detectado se localiza en las personas con sobrepeso y obesidad, éstas tienen muchas más dificultades para controlar el consumo y elegir los alimentos de forma equilibrada. En definitiva, existen varias estrategias para reducir el consumo de carne en los consumidores, pero deben ser complementarias y no competitivas, a fin de cuentas todas persiguen el mismo objetivo. No se habla de no comer carne, simplemente de reducir su consumo, lo que derivaría en la reducción del impacto medioambiental y del factor de riesgo para la salud por el abuso de este alimento.
Podéis conocer más detalles del estudio desarrollado por los investigadores del Instituto de Estudios Ambientales (Institute for Environmental Studies) de la Universidad VU a través de este artículo publicado en la revista científica Science Direct.
Foto | Stefano A