La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) ha explicado que los sistemas agroalimentarios, y especialmente en los países industrializados y emergentes (los que experimentan un crecimiento económico acelerado y una modernización de sus estructuras económicas), generan gastos ocultos que suman 12 billones de dólares anuales. De esta cifra, el 70% (aproximadamente 8’1 billones) procede de los patrones de consumo insalubres, que desencadenan enfermedades crónicas como la diabetes y las enfermedades cardiovasculares.
El informe Estado Mundial de la Agricultura y la Alimentación 2024 (SOFA 2024) incide en cómo estas cifras, afectan a los distintos tipos de sistemas agroalimentarios proponiendo una transformación hacia un modelo más sostenible y saludable. Desde la FAO se apunta que descubrir el verdadero coste de los alimentos es el primer paso para conseguir que los sistemas agroalimentarios sean más inclusivos, resilientes y sostenibles. Hay que destacar que el nuevo documento se basa en las conclusiones de la edición del año 2023, profundizando en el uso de evaluaciones de la contabilidad de los costes reales de los sistemas agroalimentarios e identificando aquellas intervenciones políticas orientadas a su transformación.
En el análisis del informe se detalla que el aumento del consumo de alimentos procesados, las carnes rojas y el sodio, además de una baja ingesta de frutas, verduras y granos integrales, son factores clave de riesgo en las dietas modernas que contribuyen al 70% de esos costes ocultos. Estas dietas aumentan el riesgo de las enfermedades crónicas y afectan a la productividad laboral, generando una notable carga económica en los sistemas de salud.
Pero, además de los costes sanitarios, el sistema agroalimentario también causa importantes costes ambientales, especialmente en los sistemas industrializados y diversificadores (sistemas que están en transición hacia una mayor complejidad y diversificación en su economía agrícola y alimentaria). Estos gastos que se estiman en cientos de miles de millones de dólares, incluyen las emisiones de gases de efecto invernadero, la deforestación y la contaminación de agua y suelo.
La FAO calcula que aquellos países en crisis prolongadas o con sistemas agroalimentarios tradicionales, como los que se encuentran en algunas regiones de África y Asia, se enfrentan a un alto coste social y ambiental que se deriva de la inseguridad alimentaria y la pobreza, lo que representa hasta el 20% de su PIB (Producto Interno Bruto).
La FAO divide estos sistemas en seis tipos: crisis prolongada, tradicional, en expansión, en diversificación, en formalización (que empiezan a contar con estructuras más organizadas y reguladas) e industrial. Esta clasificación permite observar cómo cada sistema se enfrenta a desafíos concretos, por ejemplo, los países en crisis o con sistemas tradicionales tienen un bajo consumo de frutas y verduras, lo que contribuye a la inseguridad alimentaria y a la malnutrición. En los sistemas en formalización e industrialización, el consumo de carne roja y carne procesada es elevado, lo que inevitablemente genera un incremento de las enfermedades que se relacionan con la dieta.
A pesar de que el enfoque de la FAO sobre la «contabilidad de costes reales» ha sido bien recibido como un método para visibilizar los gastos de nuestras decisiones alimentarias, algunas críticas señalan que la implementación de cambios en las dietas y las políticas agroalimentarias será algo muy complicada. La transición hacia las dietas más saludables implica enfrentarse a los intereses comerciales de la industria de los alimentos procesados y ultraprocesados, y también es necesario llevar a cabo cambios en la accesibilidad y asequibilidad de los alimentos frescos, en especial en aquellas economías en desarrollo.
En el informe se proponen políticas concretas para contrarrestar los mencionados efectos, como por ejemplo el etiquetado de los alimentos, los impuestos a productos insanos y los subsidios para frutas y verduras. Además, se sugiere reforzar la educación alimentaria de modo que los consumidores puedan tomar decisiones más conscientes e informadas que permitan fomentar la alimentación saludable y equilibrada en todos los niveles socioeconómicos.
La FAO enfatiza en la importancia de que se lleve a cabo un cambio colectivo, algo en lo que incide cada año sin éxito. Además de promover una mayor regulación, sugiere que los gobiernos, el sector privado y la sociedad civil, trabajen juntos para transformar los sistemas agroalimentarios, lo que implica una combinación de incentivos financieros, regulaciones y campañas educativas que mejoren la sostenibilidad de estos sistemas y reduzcan la carga económica de las enfermedades que se asocian a la alimentación.
En definitiva, el informe SOFA 2024 destaca que para reducir los costes ocultos de los sistemas agroalimentarios y mejorar la salud global, es necesario impulsar las dietas sostenibles y equilibradas, siempre adaptadas a cada contexto cultural y económico. Podéis leer el nuevo informe al completo a través de este enlace en la página de la FAO.