Se acaba de presentar el informe “Estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2019”, estudio que cada año elabora la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) en colaboración con otras organizaciones como la OMS (Organización Mundial de la Salud), Unicef (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y el Programa Mundial de Alimentos.
El informe de este año, que porta como lema “Protegerse frente a la desaceleración y el debilitamiento de la economía”, destaca que en los últimos tres años el hambre no ha disminuido y la prevalencia de la obesidad sigue aumentando. Estos datos muestran lo complicado que va a ser poder alcanzar el Objetivo de Desarrollo Sostenible del Hambre Cero para el año 2030 (ODS 2), es decir, terminar con todas las formas de hambre y desnutrición para el año 2030, velar por el acceso de todas las personas, y en especial de los niños, a una alimentación suficiente y nutritiva durante todo el año.
Se trata del tercer año consecutivo en el que el informe ha sido elaborado conjuntamente por las organizaciones antes citadas, a fin de reafirmar el compromiso de trabajar en cooperación para poder superar los distintos desafíos y liberar al mundo del hambre, la malnutrición y la inseguridad alimentaria. Los datos muestran que el progreso para reducir en un 50% el número de niños que sufren retraso en el crecimiento, así como el número de bebés que nacen con bajo peso, es demasiado lento. Por otro lado, el sobrepeso y la obesidad siguen incrementándose en todas las regiones, afectando especialmente a los niños en edad escolar y a los adultos. El informe destaca que la probabilidad de sufrir inseguridad alimentaria es mayor para las mujeres que para los hombres en todos los continentes, con una mayor diferencia en América Latina.
Los responsables del estudio comentan que el informe de este año muestra que la prevalencia mundial de la subalimentación se ha estabilizado, sin embargo, la cifra total de personas subalimentadas sigue creciendo de forma lenta pero continuada. En la actualidad, más de 820 millones de personas (9 millones más que en 2018), carecen de alimentos suficientes para comer, siendo, como hemos comentado, el tercer año consecutivo en el que esta cifra se incrementa. El hambre aumenta en casi todas las subregiones de África, en menor medida en América Latina y Asia occidental. El documento destaca el gran progreso realizado en los últimos años en Asia meridional, sin embargo, la prevalencia de la subalimentación sigue siendo la más elevada de toda Asia.
Otro dato considerado alarmante es el hecho de que casi 2.000 millones de personas sufren inseguridad alimentaria moderada o grave en el mundo, estas personas no tienen un acceso regular a alimentos nutritivos y suficientes, por lo que se incrementa el riesgo de malnutrición y de tener una mala salud, siendo una situación que destaca especialmente entre los países de medianos y bajos ingresos. El documento apunta que este problema también afecta al 8% de la población de América septentrional y Europa, destacando que la tasa de prevalencia es ligeramente mayor entre las mujeres que entre los hombres.
El informe señala que si se mantienen las actuales tendencias, no se cumplirán algunas metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, no se podrá reducir a la mitad el número de niños con retraso del crecimiento y no se podrá reducir la prevalencia de los bebés que nacen con bajo peso en un 30%. En este sentido, se apunta que uno de cada siete nacimientos en 2015 correspondía a un bebé con bajo peso, siendo la mayoría de estos nacimientos de madres adolescentes. Sobre el sobrepeso y la obesidad, se punta que la tendencia es preocupante, ya que estos problemas, como hemos comentado, se están incrementando en todas las regiones y afectando especialmente a niños en edad escolar y adultos. Los datos muestran que la obesidad es un factor que contribuye a que se produzcan 4 millones de muertes en el mundo, además, aumenta el riesgo de morbilidad en todos los segmentos de edad.
La FAO comenta que las iniciativas para hacer frente a los problemas y las tendencias que reflejan, deberán ser más audaces y no sólo hablando de magnitud, también en cuanto a colaboración multisectorial que implique a agencias y organizaciones, al sector de la salud, la agricultura, la alimentación, los recursos hídricos, el saneamiento o la educación entre otros, abarcando diferentes ámbitos políticos como la protección social, la planificación del desarrollo y la política económica. El documento apunta que a la vez que se buscan soluciones, hay que tener presente la fragilidad del estado de la economía mundial, ya que desde que se produjo la crisis económica de 2008, la recuperación ha tenido un ritmo desigual y variable en muchos países, de hecho, algunas economías se están ensombreciendo nuevamente.
El hambre crece en muchos países, especialmente en aquellos en los que el crecimiento económico está disminuyendo. Lo más curioso es que esta situación es predominante en los países de ingresos medianos y no en los países de bajos ingresos, siendo los que dependen en gran medida del comercio internacional de productos primarios básicos. Las alteraciones y fluctuaciones económicas prolongan e intensifican la inseguridad alimentaria aguda, si no se adoptan las medidas oportunas, estas tendencias pueden tener repercusiones negativas en lo referente a las distintas formas de malnutrición. Siguiendo con la economía, el documento destaca que su desaceleración y debilitamiento supone un desafío desproporcionado para la seguridad alimentaria y la nutrición en las regiones donde la desigualdad económica es profunda.
En el informe se apunta la necesidad de reconocer la importancia de la protección de la seguridad alimentaria y la nutrición en épocas de dificultades económicas, siendo necesario realizar inversiones en periodos de bonanza económica para poder reducir la vulnerabilidad económica y tener capacidad para que, ante problemas económicos, se pueda resistir y lograr una rápida recuperación. Pero la realidad es que este tipo de planteamientos ya se han propuesto y no se han llevado nunca a cabo debido a diversos factores e intereses económicos, mientras no exista un lenguaje común en este ámbito, difícilmente se podrán adoptar este tipo de soluciones.
El informe es parte del seguimiento que se realiza sobre el avance de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y especialmente del ODS 2, y guarda relación con el informe de 2017 presentado con el lema “Fomentando la resiliencia en aras de la paz y la seguridad alimentaria”, donde se identificaban tres factores responsables del aumento del hambre, los conflictos, el clima y la desaceleración económica. En el nuevo documento el análisis se ha centrado en la desaceleración y la recesión económica y en cómo estas cuestiones afectan a la seguridad alimentaria y a la nutrición, es evidente que el tema económico influye notablemente en el hambre, la malnutrición y la inseguridad alimentaria.
A través de este enlace (Pdf) podréis leer el informe completo realizado por la FAO y el resto de organizaciones mencionadas.