La posibilidad de que los gobiernos puedan implementar el racionamiento de ciertos alimentos está ganando protagonismo por las crecientes preocupaciones sobre la seguridad alimentaria y el cambio climático. A medida que la población mundial se acerca a los 9 mil millones (según proyecciones esto ocurriría en el año 2037), la demanda de recursos agrícolas se vuelve cada vez más insostenible, algo que afecta a la capacidad de muchos países de poder garantizar una producción alimentaria que satisfaga la demanda.
Algunos expertos economistas aseguran que la presión sobre los recursos alimentarios va a ser intensa en las próximas décadas, por lo que para enfrentarse a estos desafíos de seguridad alimentaria, los gobiernos podrían considerar introducir medidas que serían impensables hace pocos años, como el racionamiento de alimentos. Lamentablemente, desde hace algunos años el cambio climático altera los patrones de la producción agrícola, modificaciones que tienen efectos evidentes en la disponibilidad de ciertos productos alimenticios.
Sequías, inundaciones y temperaturas extremas, afectan a las cosechas y a la ganadería, amenazando el suministro alimentario y dando lugar a que algunos gobiernos se planteen cómo abordar una futura escasez de alimentos. Este contexto obliga a pensar en medidas preventivas, en especial con alimentos que tienen un mayor impacto ambiental, como la carne, producto que requiere muchos más recursos en su producción que otros alimentos. Algunos expertos aseguran que la carne es el alimento menos eficiente para alimentar a la humanidad, pidiendo poner en marcha un modelo alimentario más coherente y sostenible.
En un esfuerzo por reducir los gases de efecto invernadero, algunos gobiernos han planteado aplicar impuestos a esos alimentos asociados a una alta emisión de esos gases, como es el caso de las carnes rojas. Sin embargo, y en este sentido, un estudio reciente de la Universidad de Uppsala (Suecia), concluyó que el racionamiento de estos alimentos podría tener niveles similares de aceptación entre los consumidores, siempre y cuando se perciba como una medida justa.
Según los investigadores existe una creciente aceptación de la idea de limitar el consumo de ciertos alimentos, especialmente si estas políticas se aplican de manera equitativa y sin importar el nivel de ingresos de las personas. En esta investigación se encuestó a 8.654 personas de Brasil, India, Alemania, Sudáfrica y Estados Unidos, revelando que existía una notable aceptación en lo referente a políticas de racionamiento, y especialmente en los países en vías de desarrollo como la India, donde el 46% de los encuestados aceptaba este tipo de medidas.
En los países desarrollados la medida no es tan aceptada, especialmente en Estados Unidos y Alemania, donde sólo el 29% de los encuestados estaría dispuesto a aceptar el racionamiento. Los investigadores comentan que esta disparidad refleja las diferencias en la percepción del cambio climático y en las preocupaciones alimentarias a nivel mundial. También apuntan que la aceptación del racionamiento está motivada por la percepción de desigualdad alimentaria. Resulta curioso saber que se habla de racionamiento sobre todo sabiendo que, por ejemplo en Europa, en el año 2021 se desperdiciaron alrededor de 60 millones de toneladas de alimentos, lo que supone que cada europeo tiró 131 kilos de comida. Quizá la solución más efectiva sería un cambio en el sistema productivo alimentario y minimizar la pérdida y el desperdicio de alimentos.
A nivel mundial, la producción de alimentos podría alimentar a toda la población, pero hay muchos problemas que lo impiden, el desperdicio alimentario, los intereses políticos y económicos, una distribución desigual, etc., lo que hace que algunas personas no tengan suficiente y otras tengan acceso ilimitado. Los expertos consideran que al limitar el consumo de ciertos productos alimenticios y distribuir los recursos de forma equitativa, el racionamiento podría ayudar a equilibrar estas desigualdades.
Los investigadores señalan que sorprendentemente, el racionamiento y los impuestos en los alimentos de alto impacto climático, tienen niveles de aceptación similares entre los consumidores, lo que desafía la creencia de que las personas rechazarían medidas que limitasen directamente su consumo. Según se desprende del estudio, al aplicarse igualitariamente el racionamiento sin distinguir los ingresos económicos, puede percibirse como una medida justa. Esta percepción es clave para el apoyo social de políticas restrictivas que, vistas como medidas justas, suelen recibir una mayor aceptación entre los consumidores, se trata de medidas que son percibidas como una contribución colectiva en la lucha contra el cambio climático.
La justicia percibida también responde a la creciente desigualdad entre los países que sufren inseguridad alimentaria y aquellos que aún pueden mantener altos niveles de consumo. En este sentido, el racionamiento podría ser una forma de limitar el consumo en economías con alto poder adquisitivo, permitiendo que los recursos se destinasen a las poblaciones que más los necesitan. Esto beneficiaría a la igualdad alimentaria y podría reducir la presión sobre los ecosistemas, ayudando a reducir la huella de carbono generada por la industria alimentaria.
A pesar de la creciente aceptación de este tipo de ideas, los obstáculos para implementar el racionamiento en todo el mundo son importantes. Como decíamos, los países con alto consumo y poder adquisitivo como Alemania y Estados Unidos, tienen niveles más bajos de aceptación de este tipo de medidas, lo que sugiere que para lograr un impacto real, sería necesario un cambio considerable en la percepción y en las políticas de estas economías. Esto plantea desafíos para los líderes mundiales, ya que necesitarán encontrar el modo de incentivar la participación de las economías fuertes en un sistema de racionamiento efectivo y equitativo.
¿En un futuro los gobiernos podrían introducir el racionamiento en algunos alimentos? Lo cierto es que no está claro si la medida sería una solución global a largo plazo, pero una cosa es cierta, los cambios demográficos y los efectos del cambio climático, impulsan cada vez más a considerar medidas de este tipo. La posibilidad de que los gobiernos introduzcan el racionamiento de alimentos plantea preguntas complejas sobre la viabilidad, la equidad y el impacto real que tendría la medida. Los investigadores consideran que el camino hacia un sistema de racionamiento con éxito, probablemente dependerá de la cooperación entre gobiernos y de una estrategia que garantice equidad, conciencia y corresponsabilidad entre todos los consumidores, algo que para algunos es impensable.
Podéis conocer todos los detalles de la investigación a través de este artículo publicado en la página de la Universidad de Uppsala y en este otro publicado en la revista científica Nature.
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