A pesar de que todavía no se ha aprobado la comercialización del salmón transgénico, recordando que a finales del año pasado la Food and Drug Administration (FDA) pospuso su aprobación y además diferentes voces políticas solicitaban que el Congreso de Estados Unidos frenara la aprobación del salmón transgénico también denominado “Frankenfish”, parece que se están adoptando medidas que nos hacen sospechar que quizá, al final este alimento modificado genéticamente se comercializará en el país. La razón de esta conclusión es la noticia en la que se indica que en Estados Unidos y concretamente en California, se etiquetará el pescado transgénico.
Un proyecto de ley aprobado por la asamblea celebrada por el Comité de Salud de California, concluye que en el caso de que la FDA apruebe finalmente el “Frankenfish”, deberá ser etiquetado adecuadamente para que los consumidores puedan saber que están adquiriendo un pescado transgénico. Como decíamos, el año pasado se pospuso la aprobación de este alimento en una decisión tomada a última hora, para la empresa AquaBounty Technologies Inc. fue un duro revés, estando a las puertas de la aprobación, la FDA consideró el informe elaborado por un grupo de expertos independientes. En este escrito se aconsejaba no iniciar la producción y comercialización del salmón porque los estudios y pruebas aportadas por la empresa eran insuficientes y no ofrecían las máximas garantías.
El tema se pospuso, pero el proyecto de ley aprobado en California el pasado día 3 de mayo nos pone sobre alerta sobre los posibles acontecimientos que le sucederán. California ya ha dispuesto una legislación que identifique y permita la comercialización del pescado transgénico. Serán los consumidores quienes tengan la última palabra, ellos decidirán si adquirir el tradicional salmón o el salmón transgénico del que hablábamos en el post Peces transgénicos. Un salmón que puede ser hasta cuatro veces más grande que el salmón tradicional gracias a que contiene un gen (perteneciente a otra especie similar que habita en aguas frías) que evita que deje de crecer cuando el agua cambia de temperatura con la llegada del invierno, en consecuencia, el gen responsable del control del crecimiento del salmón queda inhibido y el salmón no deja de crecer comiendo la misma cantidad de alimento que un salmón tradicional, el resultado ya lo hemos indicado, su tamaño es hasta cuatro veces mayor.
No se ha emitido ningún comunicado desde la FDA, tampoco se ha realizado ninguna declaración desde la empresa AquaBounty Technologies Inc, mutismo extraño y sorprendente, y más sabiendo que desde la empresa se ha estado luchando durante años para la aprobación del nuevo producto alimentario. Recordemos que se convertiría en el primer alimento animal modificado genéticamente aprobado por la FDA. Volviendo al proyecto de ley, éste debe pasar otros trámites burocráticos pero se puede decir que el proyecto de etiquetado transgénico está prácticamente aprobado.
Por otro lado, la medida resulta interesante y se encara con lo que declaraba en su momento la FDA cuando argumentaba que si el salmón transgénico era aprobado, no sería necesario diferenciarlo del resto de salmones mediante etiquetado. Hay que aplaudir la decisión adoptada en California y debería ser secundada en todo el país, los consumidores deben tener derecho a elegir. Ampliando un poco más el alcance de este proyecto de ley, debería también etiquetarse obligatoriamente cualquier producto alimentario modificado genéticamente, recordemos que hasta la fecha no existe obligación de ello en ese país, no se quiere sugerir con un etiquetado que se trata de alimentos diferentes, pero en realidad sí lo son.
Como sabemos, uno de los argumentos utilizados para evitar el etiquetado es que la evaluación de la seguridad de los alimentos transgénicos se ha basado habitualmente en la equivalencia sustancial, es decir, un alimento modificado genéticamente es seguro cuando este es significativamente equivalente en composición y características nutricionales a un alimento tradicional.
Quizá el proyecto de ley sea un primer paso que abra puertas, no sólo en Estados Unidos, también en el resto del mundo, y dar la posibilidad de que los consumidores decidan bajo su criterio y convicciones si quieren o no consumir alimentos modificados genéticamente.