Las importaciones de patata vieja procedente de Francia crecen de forma imparable, durante el periodo comprendido entre septiembre del año pasado y abril del presente año la importación de este tipo de patata de bajo coste se ha incrementado en un 10’6%. De las patatas viejas ya hemos hablado en otras ocasiones, son patatas que se han obtenido en una campaña anterior, por lo que están almacenadas durante varios meses a una temperatura de 4º C y tratadas con diferentes productos químicos para evitar que germinen. Estas patatas quizá satisfacen a algunos consumidores por su bajo coste, pero en absoluto pueden cumplir las expectativas en la cocina, sus cualidades organolépticas se han reducido notablemente e incluso dejan de ser aptas para determinadas elaboraciones.
El sector de la distribución apuesta por la patata vieja y deja en el banquillo a la patata nueva española con cualidades organolépticas y nutricionales muy diferenciadas, además los resultados en la cocina nada tienen que ver con los que ofrece la patata vieja. Cadenas de distribución como Carrefour inundan el mercado con estas patatas viejas que previamente a la comercialización han sido lavadas para tener una apariencia inmaculadas y de gran calidad, nada más lejos de la realidad. Estos supermercados ven en la comercialización de este tipo de patatas interesantes beneficios económicos, se compran en Francia a precio de saldo y por muy baratas que se vendan en España, el margen de beneficios es significativo.
Si consultamos el historial del IPOD (Índice de Precios de Origen y Destino de los Alimentos) que facilita cada mes COAG (Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos), podremos comprobar que durante muchos meses las patatas nuevas españolas han encabezado el ranking de las diferencias especulativas de precio, llegando a alcanzar una diferencia del 1.450%. Se ha llegado a pagar por kilo de patata nueva en origen tan sólo 4 céntimos de euro, lo que supone una verdadera ruina para los agricultores, mientras que los consumidores hemos pagado hasta 15’50 veces más este valor. Curiosamente, algunos consumidores españoles no parecen apreciar el valor y calidad de la patata nueva, decantándose por la compra de patatas viejas, aunque en la mayoría de ocasiones ni siquiera saben que se trata de patatas de una cosecha anterior.
Los consumidores de países centroeuropeos son muy exigentes con la calidad de las patatas y no aceptan estas patatas de temporadas anteriores, quizá se debería tomar ejemplo y no comprar patatas cuyo origen sea Francia, ya que es prácticamente sinónimo de patata vieja. COAG denuncia esta situación, la masiva introducción de patatas viejas en el mercado español provoca el hundimiento de la cotización de la patata nueva en el campo y por tanto, se amenaza la viabilidad del cultivo en España. Es necesario cambiar el modo de pensar y aplicar políticas proteccionistas con los alimentos que se producen en nuestro país, que no lo haga el Gobierno no impide que las llevemos a cabo los consumidores, basta con no comprar producto exterior si tenemos acceso al producto nacional, de este modo podremos contribuir a preservar el tejido agroindustrial español.
El consumo de la patata española se ha reducido de forma significativa en los últimos años, según los datos del Panel de Consumo Alimentario 2014 facilitado por el MAGRAMA (Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente), se ha pasado de un consumo doméstico anual de 1.147.000 toneladas en el año 2008, a un consumo de 1.028.000 toneladas en el año 2014, lo que supone una reducción del 12%. Esta reducción parece tener mucho que ver con la entrada de patata vieja francesa, en alguna ocasión hemos podido constatar como en los lineales de centros comerciales como Carrefour, prácticamente todas las patatas que se comercializan tienen origen francés, la patata española aparece arrinconada, con una presencia testimonial y a un precio mayor.
A esto hay que sumar la denuncia de COAG sobre la venta de patata francesa como si se tratase de patata nueva española, según la coordinadora, se han detectado casos en los que se han colocado carteles anunciando la patata como si fuera nueva e incluso el etiquetado señalaba su procedencia nacional, pero cuando se lee la letra pequeña, se puede apreciar que en realidad se trata de patata francesa. La prueba es sencilla, basta con comprar unas patatas de esta clase y almacenarlas unos días, se puede constatar que rápidamente se reblandecen y germinan, algo que no ocurre con la patata nueva. La patata vieja francesa pierde agua al haber estado varios meses almacenada, lo que provoca un incremento de la concentración de almidón que termina transformándose en azúcar, convirtiendo a un alimento poco calórico y saludable en otro alimento que nada tiene que ver.
Con estas prácticas llevadas a cabo por los grandes centros de distribución, los mayores perjudicados son los agricultores españoles, pero también lo son los consumidores al no disfrutar de una patata nueva de calidad que expresa sus mejores cualidades organolépticas. A medida que se incrementa la entrada de patata vieja, se reduce la superficie de cultivo destinada a la producción de patata, a esto sumamos que las producciones se cotizan a precios irrisorios, lo que obliga al agricultor a abandonar este tipo de cultivos, basta con saber que la superficie que se destinaba a este cultivo en el año 2004 era de 102.120 hectáreas, y en la presenta campaña se han destinado 73.158 hectáreas, lo que supone una reducción del 26%.
Como decíamos, si se repasa el histórico del IPOD podemos comprobar que cada año se produce una crisis de la patata. Las estrategias comerciales de las cadenas de distribución, así como las prácticas especulativas de los operadores, pasan factura a los agricultores y a los consumidores, es necesario aplicar una política proteccionista. COAG solicita al Ministerio de Agricultura una mejora de la transparencia y control del etiquetado a fin de que el consumidor pueda identificar la procedencia de la patata que consume, también quiere que se indique la fecha de recolección, algo que delatará claramente que se trata de patatas viejas. Quizá COAG también debería plantearse llevar a cabo una campaña que mostrara al consumidor la diferencia entre ambos tipos de patatas, ya que muchos consumidores no saben que se trata de patatas viejas. Merece la pena leer el artículo de COAG sobre el problema.
Foto | UnitedSoybeanBoard