Según los resultados de una investigación realizada por Oceana, organización internacional que se dedica a la protección de los ecosistemas marinos, a la conservación de los océanos y las especies marinas amenazadas que en ellos habitan, el salmón de Chile se produce con demasiados antibióticos con carácter no terapéutico, lo que supone un grave riesgo para la aparición de bacterias resistentes a este fármaco.
Se utilizan antibióticos con el fin de prevenir que los salmones puedan desarrollar enfermedades, lo que favorece que las bacterias desarrollen la resistencia a los fármacos y la transmitan a otros miembros de su especie a través de unos elementos móviles denominados integrotes, por lo que cada nueva generación de bacterias es más resistente a la acción de los antibióticos. Con esta práctica se dota de un nuevo sistema defensivo a los microorganismos patógenos contra los antibióticos, lo que aumenta el riesgo de la aparición de infecciones resistentes a ellos en seres humanos.
Según el informe de Oceana, los productores de salmón del país están utilizando hasta 950 gramos de antibióticos anuales por tonelada de pescado, 21 veces más de lo que se utiliza por tonelada de carne de vacuno, cuya cifra media se establece en 45 gramos. Esto revela un uso indiscriminado de los fármacos en la industria salmonera chilena, obviando las recomendaciones que realizan diferentes agencias del mundo sobre la necesidad de evitar el uso de fármacos con carácter no terapéutico.
La comparativa la hemos realizado con la carne, pero si la realizamos con el salmón que se produce en Noruega la diferencia es significativamente mayor. En este país se utilizan 0’17 gramos anuales por tonelada de salmón, lo que supone que la industria chilena del salmón multiplica por unos 5.700 el uso del fármaco. Cuanto mayor sea el uso de estos medicamentos, mayor es el riesgo de que se desarrollen bacterias resistentes a ellos, por lo que los expertos consideran que Chile está siendo parte activa de esta epidemia de microorganismos resistentes que pueden acabar con la efectividad de uno de los fármacos que la humanidad utiliza para luchar contra las infecciones.
Chile es el segundo productor mundial de salmón después de Noruega, a primera vista las piscifactorías pueden verse como benignas desde la superficie, pero en el interior de los anillos de contención, Oceana comenta que los salmones nadan en un mar de antibióticos, alimentos no consumidos, heces y otros productos químicos, un cóctel ideal para que las bacterias se desarrollen y generen la resistencia. La organización apunta que las condiciones propician las mutaciones genéticas que protegen a estos microorganismos, las que adquieren la resistencia se propagan descontroladamente.
Como consumidores, ¿esto debería preocuparnos? Según Liesbeth van der Meer, científica veterinaria y directora de Oceana en Chile, es poco probable que los residuos de antibióticos u otros medicamentos lleguen a los consumidores, ya que los salmones pasan por un periodo de cuarentena que permite eliminar de su organismo estos fármacos. La preocupación se centra en la posibilidad de que estas bacterias resistentes se puedan propagar más allá de las granjas de salmones, introduciéndose en otros ambientes utilizando como transporte los trabajadores de la acuicultura.
Según explican aquí, un trabajador puede infectarse con estas bacterias y después acudir a un hospital, a una gran ciudad e incluso visitar otro país, lo que facilita la transferencia de estas bacterias resistentes de persona a persona, provocando que la resistencia a los antibióticos se propague. También cabe la posibilidad de que un consumidora persona consuma un filete de salmón contaminado con estas bacterias a pesar de que se haya sometido a la cuarentena, esto podría provocar un intercambio de los genes de resistencia con bacterias presentes en el tracto intestinal de los seres humanos.
Parece ser que las piscifactorías chilenas de salmón abusan de los antibióticos debido a que en ese país los peces están siendo atacados por una enfermedad bacteriana hemorrágica conocida como piscirickettsiosis o síndrome de Huito, esta enfermedad es responsable de causar enormes pérdidas económicas al cultivo de peces salmónidos del país. Para frenar la acción de la enfermedad se utiliza el florfenicol, antibiótico veterinario que también se utiliza en el tratamiento de otros animales con los que se abastece la cadena alimentaria humana. Cierto es que los humanos no toman este tipo de fármacos, pero las secuencias de ADN que protegen a las bacterias de este antibiótico podrían proteger contra otro tipo de medicamentos y dado que se pueden producir transferencias entre distintas especies de bacterias, el peligro es evidente.
Oceana recomienda que los consumidores averigüen la procedencia del salmón que consumen, ya que es un factor clave en el cambio hacia una industria limpia y transparente, ¿por qué elegir una especie de un país que tiene tanto riesgo? Se puede optar por el consumo de otras especies que no tienen estos problemas. Algunos minoristas ya han tomado cartas en el asunto, en Estados Unidos, Whole Foods sólo adquiere y almacena salmón producido en países europeos, y otros como Costco han reducido las ventas de salmón chileno pero no lo han eliminado. Podéis conocer más detalles del estudio a través de este artículo publicado en la página de Oceana Chile.
Foto | BocaDorada