En el mes de octubre os hablábamos de la puesta en marcha en Alemania de una nueva edición del Premio al Producto Alimenticio más Fraudulento del Año (Goldener Windbeutel), iniciativa llevada a cabo por Foodwatch, asociación alemana sin ánimo de lucro que intenta defender los intereses y derechos de los consumidores con el propósito de denunciar y poner en su conocimiento algunas de las prácticas fraudulentas que lleva a cabo la industria agroalimentaria.
Este año los productos nominados son las galletas para bebés Alete, la bebida proteínica Bauer Protein Drink, la sopa Lacroix Oxenschwanz, los Kellogg’s Urlegenden Muesli y el aceite vegetal Becel Cocina Omega-3 de Unilever, todos nominados por diferentes motivos, tener un elevado contenido en azúcares añadidos, anunciarse con declaraciones de propiedades nutricionales falsas, la ausencia de ingredientes anunciados en los envases, etc. Pues bien, este tipo de iniciativas en ocasiones logran su cometido, siendo eficaces para forzar cambios en la industria alimentaria, decimos esto porque el fabricante de las galletas para bebés Alete ha anunciado que no comercializará más estas galletas como un producto recomendado para bebés.
Recordemos que estas galletas destinadas a bebés a partir de ocho meses de edad, tienen el azúcar como uno de los principales ingredientes, un 25% por cada 100 gramos de producto. No se pueden anunciar estas galletas como ‘amigables’ para los bebés, resulta una gran irresponsabilidad por parte de Alete, sobre todo sabiendo que la OMS (Organización Mundial de la Salud) determina que no se debe agregar ni sal ni azúcar a los alimentos para bebés, algo que también recomiendan otras agencias y organizaciones de salud.
Alete anuncia que lamenta las declaraciones que aparecen en la etiqueta del producto y que tras su revisión, y con el propósito de que los padres no malinterpreten estos mensajes, procederá a su eliminación. Pero que desaparezca el mensaje no elimina el problema, el azúcar sigue estando en las galletas, lo correcto habría sido anunciar una reformulación y evitar añadir el azúcar. Esta acción no evitará que si los consumidores que votan los productos lo consideran, las galletas Alete sean las ganadoras del Premio al Producto Alimenticio más Fraudulento del Año 2017.
El Premio al Producto Alimenticio más Fraudulento del Año es eficaz para forzar cambios en la industria alimentaria, y así se ha demostrado a lo largo de su trayectoria, gracias a esta iniciativa más de una empresa ha rectificado, eso sí, argumentando todo tipo de excusas que se caían por su peso, pero al menos han realizado cambios que benefician al conjunto de los consumidores. Foodwatch explica que ni siquiera los alimentos para bebés son respetados, por lo que es difícil que los consumidores puedan confiar en la industria alimentaria, muchas de estas empresas sólo rectifican ante la presión pública, pero no porque tengan conciencia sobre los problemas que causan.
Es difícil creer en iniciativas como el llamamiento a las empresas alimentarias europeas para mejorar la nutrición y la salud realizado por la FoodDrinkEurope, organización que representa los intereses de la industria alimentaria en la UE, precisamente ha sido la industria alimentaria la que ha creado los problemas actuales relacionados con la alimentación por saturar sus productos con grasas, sal, azúcar y otros elementos que son perjudiciales para la salud de los consumidores, sin importar la edad que tengan.
En definitiva, es lógico que las galletas para bebés Alete sean un producto candidato a recibir el premio, pero lo que más sorprende es que las agencias reguladoras alemanas o comunitarias hayan permitido que las galletas se anuncien como amigables e ideales para los bebés a pesar del elevado contenido en azúcar y aceite de palma. Sobre esta cuestión hay que decir que, en su momento, Foodwatch realizó las reclamaciones oportunas, aunque parece que cayeron en saco roto.
Quizá es hora de poner en marcha en nuestro país una iniciativa similar, ya que las denuncias que realizan las organizaciones de consumidores sobre estas cuestiones no parecen tener la repercusión que debieran, unos premios promocionados a bombo y platillo que llegaran a la opinión pública, quizá sería el arma más efectiva para obligar a la industria alimentaria a ser más transparente y a trabajar en favor de una dieta más sana y equilibrada.