Un interesante estudio desarrollado por investigadores de la Universidad de Nápoles (Italia), concluye que el placer de comer, o lo que es igual, comer por placer, puede estimular las aéreas cerebrales de recompensa y que en consecuencia lleve a comer en exceso, algo que no sería precisamente para satisfacer el hambre.
Se podría decir que se trata de un hambre provocada por un deseo de placer más que por tener necesidad de comer, esto provoca que se liberen unas sustancias en nuestro organismo, como por ejemplo la hormona ghrelina, elemento que se sintetiza en el estómago y cuyo nivel aumenta antes de las comidas y se reduce tras la ingesta de alimentos. Esta hormona está implicada en la regulación del peso corporal y la toma de alimentos, también interviene en otros procesos que no nombraremos porque no vienen al caso. Además se estimula la producción de araquidonilglicerol, otra sustancia implicada en la regulación de la ingesta de alimentos, actúa en los centros hipotalámicos del sistema nervioso central, son regiones donde intervienen diferentes sustancias químicas responsables de algunas de las emociones que experimentamos. El araquidonilglicerol puede provocar que se siga comiendo a pesar de que ya estemos saciados, lo que representaría estar comiendo en exceso, podríamos decir que se pecaría de gula.
Los investigadores apuntan que este mecanismo podría explicar el significativo incremento del índice de sobrepeso y obesidad. Uno de los investigadores responsables del trabajo describe el proceso como hambre hedonista, sabiendo que el hedonismo se basa en la búsqueda del placer, parece coherente la definición. Como decíamos, es el deseo de comer por placer, disfrutando de los sabores que ofrecen los alimentos y olvidándonos de las necesidades reales del organismo. Ejemplos que nos citan los expertos, tras una buena comida, siempre decimos que guardamos un rincón para un rico postre, en realidad no existe tal rincón pero los centros de la recompensa actúan para que consumamos, por ejemplo, un trozo de tarta de chocolate.
Los expertos indican que no se termina de comprender muy bien cuál es el proceso subyacente de la alimentación hedónica, pero posiblemente las sustancias endógenas generadas por el organismo, que son responsables de regular los mecanismos de recompensa están implicadas en el acto de comer en exceso. En el estudio participaron ocho personas a las que les proporcionaron alimentos ricos, en este caso, pastelitos italianos tradicionales y alimentos que se consideran muy nutritivos y que pueden satisfacer la mayor parte de la energía metabólica del organismo, leche, mantequilla, pan, etc. Se analizaron los niveles de ghrelina y araquidonilglicerol, y se determinó que el nivel de ambas aumentaba cuando se comía por placer, algo que no ocurría si se comía satisfaciendo únicamente el hambre.
Los investigadores italianos indican que comer a solas por placer es un estímulo poderoso que descontrola los centros de recompensa, y más si la nevera está llena de alimentos que seducen el paladar, como los pasteles, dulces, etc. , irremediablemente se puede llegar a sufrir sobrepeso y obesidad, algo que sería más complicado si se come para satisfacer las necesidades energéticas. Comprender los mecanismos fisiológicos que están detrás de las conductas alimentarias podrían arrojar un poco más de luz sobre las causas que conducen al incremento de la obesidad. De todos modos, el estudio sólo se ha realizado con ocho personas, algo que obliga a realizar nuevos estudios en un espectro mayor para ratificar las primeras conclusiones sobre la alimentación hedonista o comer por placer.
Podéis conocer más detalles sobre la investigación a través del este artículo publicado en la revista Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism.