La semana pasada el Papa Francisco envió una encíclica para todo el mundo, se podría decir que se trata de una variante de la encíclica papal, carta que envía el Papa a los obispos del mundo y que guarda relación con algún aspecto de la doctrina. En esta carta abierta hablaba sobre los alimentos transgénicos, explicando que a pesar de que no existen pruebas concluyentes de que este tipo de alimentos puedan perjudicar a los seres humanos, sí expresa su preocupación por sus posibles efectos en el medio ambiente, la reducción de la diversidad de la producción alimentaria y la concentración de la producción en manos de unos pocos, algo que afecta a la economía de millones de agricultores rurales.
El Papa Francisco expresa su preocupación por los alimentos transgénicos, incidiendo en la modificación genética. Se hace eco de la opinión de muchos investigadores que argumentan que la modificación genética se ha realizado a lo largo de los siglos en plantas y animales a fin de poder mejorar la rentabilidad, la calidad de la producción, etc., pero asegura que es difícil realizar un juicio general sobre la modificación genética sea vegetal o animal, son procedimientos diferentes que requieren consideraciones específicas y los riesgos asociados no se deben a las técnicas utilizadas, sino a la aplicación inadecuada o excesiva.
Habla de las mutaciones genéticas indicando que se han producido por la propia naturaleza desde siempre, el cruzamiento de especies o la domesticación de los animales, así como otras prácticas, son totalmente aceptadas y pueden ser mencionadas como ejemplos. Pero nada tienen que ver estas prácticas con la actual modificación genética, la expansión de los cultivos transgénicos tiene un efecto no deseado, el de destruir la compleja red de ecosistemas, la disminución de la diversidad de la producción que afecta a las economías regionales ahora y en un futuro. Explica que la introducción de los cultivos modificados genéticamente ha provocado que la tierra se concentre en manos de unos pocos, ya que los agricultores tradicionales han tenido que abandonar su actividad.
Los comentarios realizados en esta encíclica dirigida a la población han tenido respuesta, según explican aquí, se acepta que las tecnologías transgénicas deban ser juzgadas en cada caso, también se reconoce que no hay pruebas que concluyan que están perjudicando la salud humana, pero los comentarios realizados sobre la agricultura y los ecosistemas no han sido bien recibidos, algunos investigadores y expertos afirman que el argumento de que la tierra está en manos de unos pocos es totalmente absurdo, esto ya ocurre con los cultivos tradicionales desde hace mucho tiempo, por lo que atribuir a los cultivos transgénicos esta situación es una falacia. Si los alimentos transgénicos desaparecieran, la tierra seguiría siendo objeto de deseo y seguiría estando en manos de unos pocos.
Se argumenta que unos 18 millones de agricultores cultivan alimentos transgénicos, de ellos, 17 millones son pequeños agricultores, por tanto no tiene sentido argumentar que la tierra utilizada para producir alimentos transgénicos está en manos de unos pocos, para los expertos el Papa ha patinado. Recordemos que el año pasado el ISAAA (Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones Agro-biotecnológicas) daba a conocer su informe sobre la situación y crecimiento de los cultivos transgénicos en el mundo. En este informe haciendo referencia al año 2013, se destacaba un crecimiento del número de agricultores que se dedicaban al cultivo transgénico, destacando que 16’5 millones eran pequeños productores que pertenecen a países en vías de desarrollo.
Otra respuesta a la encíclica la podemos encontrar aquí con el título “Un papa contra el progreso”, en él se apunta que es alentador que el Papa quiera realizar un amplio debate científico, social y responsable sobre los alimentos modificados genéticamente, pero lamentablemente la encíclica arremete contra la innovación tecnológica, la eficiencia económica y el mercado. Otros expertos como Drew Kershel, profesor de derecho emérito de la Universidad de Oklahoma (Estados Unidos) especializado en leyes y políticas relacionadas con la biotecnología agrícola, considera que en la encíclica se puede observar que las palabras son favorables a la biotecnología, principalmente porque no la condena, aunque sí es cierto que adopta una postura cautelosa sobre la modificación genética agrícola. Sin embargo, se apunta que las preocupaciones socioeconómicas son exageradas y quizá este punto debería ser discutido.
Al menos no ocurre como hace unos años, ahora la Iglesia Católica adopta una postura un poco más neutral y objetiva, anteriormente el Vaticano manifestaba su total respaldo por los alimentos transgénicos indicando que la utilización de alimentos transgénicos es necesaria para combatir el hambre en el mundo.
Podéis leer la encíclica al completo a través de este enlace (Pdf).
Foto | James Almond