El mero o cherna es un pez cuyas características no pasan desapercibidas, una cabeza grande, igual que su mandíbula y un cuerpo robusto. Se pueden encontrar ejemplares de hasta un metro de longitud con un peso superior a los 40 kilos, aunque todo depende de la zona de pesca y la especie, algunos ejemplares pueden superar con creces los 150 kilos. El mero es uno de los peces cuya carne es muy apreciada en el mundo de la gastronomía, incluso un refrán muestra su excelencia, «de la mar el mero y de la tierra el cordero«. Lamentablemente en la zona Mediterránea desde hace tiempo ya se advertía de la sobrepesca y de la rápida reducción de ejemplares, la relación pesca intensiva y riesgo de extinción es una tónica habitual en las especies marinas de valor comercial.
Hoy no queremos hablar de las excelencias gastronómicas del mero, sino del peligro de extinción que se cierne sobre esta especie. Al parecer, la sobrepesca del mero ha incrementado en los últimos años el riesgo de que se extingan el 12% de las especies. Un equipo de investigadores ha estado estudiando y evaluando la situación de 163 especies de mero en todo el mundo durante 10 años, unas 20 especies podrían desaparecer si se continúa con la pesca intensiva y no se toman medidas para protegerlas. A esto hay que añadir que otras 22 especies están amenazadas, por lo que a priori se puede hablar de riesgo para 42 especies.
Los expertos de la Academia de Ciencias de California indican que el mero es uno de los peces más deseados, según los cálculos realizados durante la investigación y tomando como referencia los datos correspondientes al año 2009, se capturaron 90 millones de ejemplares (275.000 toneladas métricas), con respecto a la evolución de la sobrepesca, los datos son bastante significativos, en una comparativa con el año 1950, el número de capturas se incrementó en un 1.600%. Los meros son peces de arrecife muy explotados y su posible extinción, además de privarnos de presentar en la mesa un pescado que es un auténtico manjar, alteraría el equilibrio ecológico de los ecosistemas donde habita provocando una cadena de extinciones.
Parece ser que los pescadores han aprovechado determinados momentos de su ciclo vital para realizar un mayor número de capturas de mero, cuando llega la temporada de cría se reúnen un gran número de ejemplares, algo que no desaprovechan los pescadores, esto provoca que tras pasar bastante tiempo para alcanzar la maduración sexual para la reproducción, no logren su cometido y terminen en las mesas de los comensales reduciendo el relevo generacional. Como ya se ha planteado con otras especies marinas, los investigadores recomiendan establecer normas y criterios para la pesca, tamaño mínimo de las capturas, control de la cuota pesquera, habilitar áreas marinas protegidas y un periodo de protección que ampare la temporada de cría. Como ha ocurrido con otras especies, es difícil saber si se tomarán medidas al respecto, es un suma y sigue de las especies comerciales en el peligro de extinción.
Será interesante retomar la lectura del post ¿cómo se pueden preservar las especies marinas con las que se abastece la humanidad?. En la vida marina, la amenaza de extinción es una constante y con ello se pone en riesgo una de las fuentes alimentarias de la humanidad.
Hay que intentar garantizar la supervivencia de todas las especies, especialmente las de más valor comercial, ya que son las más amenazadas y que los consumidores de las futuras generaciones puedan seguir disfrutando, en este caso, de la carne de mero. El estudio ha sido publicado en la revista científica Fish and Fisheries, pero también podéis consultar los datos del estudio a través de la Academia de Ciencias de California, en él encontraremos información complementaria sobre las especies de mero en riesgo de extinción y las zonas de mayor riesgo.
Foto | J.Lastras