Lo tenemos claro, el melón es una de las frutas más apreciadas y asociadas al verano, es refrescante y dulce, una golosina para afrontar los días de más calor. Pero en los últimos años el melón se está haciendo hueco en la cesta de la compra de los meses más fríos, y no sólo eso, también se está ganando un lugar especial en las mesas navideñas, convirtiéndose en una tradición para muchas familias españolas.
¿Cómo se ha dado este cambio? La respuesta nos lleva a explorar tanto antiguas costumbres como innovaciones en el cultivo y la conservación del melón. Resulta que, antes de la globalización del comercio y la importación de frutas de América del Sur o África, entre otras zonas geográficas, los melones que se recolectaban en verano en España podían conservarse en óptimas condiciones hasta el invierno si se almacenaban en lugares frescos y secos.
Esto permitió que, en muchas familias, compartir el último melón de la temporada se convirtiera en un pequeño ritual durante las fiestas navideñas. Además, era un símbolo de la conexión entre la cosecha estival y la celebración invernal, aportando un toque dulce y fresco en medio de los platos más contundentes de las fiestas.
Con el paso del tiempo, la demanda de melón en invierno ha ido creciendo y las prácticas tradicionales de conservación han dado paso a nuevas estrategias. Hoy en día son varias las empresas hortofrutícolas españolas las que tienen fincas y tierras de cultivo en países como Brasil y Senegal, donde el clima permite la producción de melones en los meses fríos. Estas frutas se cosechan en su punto de maduración y se transportan rápidamente para garantizar su frescura y sabor en las mesas navideñas.
Claro, que comer melón producido en Brasil cuando vivimos en España puede plantear cuestiones complejas sobre sostenibilidad, y si es algo que os preocupa igual que a nosotros, lo mejor es elegir otros productos locales y de temporada, que es con lo que se ha llenado la mesa de las fiestas navideñas toda la vida, con lo que había.
De todos modos, hay demanda y por eso encontramos melones en las fruterías en los meses de invierno, por lo que quienes deseen darse el capricho de comer melón en Navidad, además de tener nuestras recetas festivas con melón en este post, estarán encantados de saber que hay algunas empresas que invierten en prácticas sostenibles en origen o en la compensación de su huella de carbono, aunque ya sabéis y os hemos comentado, que no siempre equilibran completamente el impacto medioambiental.
Lo que más puede consolar es que la producción de melón en Brasil o Senegal apoya economías rurales en áreas con recursos limitados, proporcionando empleo e ingresos estables para muchas familias. Por cierto, si veis un melón luciendo una etiqueta en la que presume de ser el primer melón que se transporta en avión para reducir el tiempo entre la cosecha y su consumo, pensad que es el medio de transporte más contaminante, debemos exigir a las empresas agrícolas que adopten prácticas más sostenibles, como el uso de transporte marítimo.
En definitiva, incorporar el melón en nuestras mesas navideñas puede ser una deliciosa «tradición», pero siempre con una mirada crítica hacia su origen y su impacto en el planeta. Elegir productos locales y apoyar iniciativas sostenibles son pasos pequeños que pueden marcar la diferencia.