A finales del año 2014 Berkeley se convirtió en la primera ciudad estadounidense en aprobar el impuesto de los refrescos y bebidas azucaradas, recordemos que el gravamen se estableció como una medida para intentar reducir el consumo de estos productos que, según varias investigaciones científicas, están asociados a diferentes problemas de salud, sobrepeso y obesidad, caries dental, enfermedades del corazón, diabetes, etc. La legislación estableció un gravamen de 12 centavos (unos 9 céntimos de euro) en las latas y botellas de refresco y en bebidas azucaradas de dos litros, el impuesto establecido fue de 68 centavos (unos 55 céntimos de euro).
Hace un año, dos economistas realizaron un estudio titulado “La incidencia de los impuestos en las bebidas azucaradas: el caso de Berkeley”, en el que se concluía que el impuesto de las bebidas azucaradas no funcionaba. La razón argumentada era que las compañías de bebidas y refrescos han asumido la mayor parte del impuesto, trasladando sólo una pequeña parte del incremento del precio a los consumidores. En teoría, al aumentar el precio de las bebidas se desalentaba su compra entre la población, pero dado que el incremento fue poco significativo, según el estudio su impacto era nulo. Pues bien, ahora aparece un nuevo estudio realizado por expertos de la Universidad de California en el que se asegura que el impuesto de los refrescos en Berkeley está teniendo buenos resultados, demostrando ser una herramienta eficaz para reducir el consumo de dichas bebidas azucaradas.
Según esta investigación, en algunos barrios de la ciudad, sobre todo en los barrios donde los habitantes tienen un poder adquisitivo bajo, el consumo de este tipo de bebidas se ha reducido hasta en un 21%, siendo los resultados mucho mejores de lo que se esperaba al aplicar la medida. Precisamente son las comunidades con bajos ingresos las que sufren las mayores consecuencias para la salud por el consumo de refrescos y bebidas azucaradas, dada la reducción del consumo, se demuestra que el impuesto es una herramienta eficaz que apoya la toma de decisiones saludables en la población.
Según las encuestas realizadas para el estudio, se ha incrementado en un 63% el consumo de agua, en cambio, en ciudades como San Francisco, donde también se propuso el impuesto pero no salió adelante al no recibir el apoyo necesario, el consumo de agua sólo ha subido un 19%. Por otro lado se constata que sólo el 2% de los encuestados decidieron realizar sus compras de bebidas azucaradas en otras ciudades cercanas donde no está establecida la medida, a raíz de la aplicación del gravamen. Recordemos que cuando se estableció la nueva reglamentación, los opositores a la medida aseguraban que sería muy probable que comerciantes y consumidores realizaran las compras en otras ciudades para hacer acopio de las bebidas y ahorrarse el impuesto.
Los expertos realizaron la encuesta entre los residentes de los barrios con una situación económica más deprimida de Berkeley, Oakland y San Francisco. En total se entrevistó a más de 2.500 personas con edades comprendidas entre los 18 y 94 años, un tercio de los encuestados fueron entrevistados antes de que se aprobara el impuesto, los dos tercios restantes fueron entrevistados un año después de la aprobación del gravamen. Antes de la votación y aprobación de la medida, las respuestas fueron similares, los consumidores tomaban una media de 1’25 bebidas azucaradas al día, tras la aprobación, en ciudades como San Francisco se incrementó ligeramente el consumo, en cambio en Berkeley se redujo en un 20%.
De acuerdo que el incremento de precio no ha sido muy notable para el consumidor, ya que una parte del gravamen ha sido asumida por las compañías y distribuidores de refrescos, pero a pesar de ello, se constata un impacto significativo. Lo que no queda claro, es si la reducción del consumo ha sido provocada por el aumento de precio, o por la mayor conciencia de los consumidores sobre los problemas de salud asociados a las bebidas azucaradas. Son muchas las ciudades estadounidenses que han intentado aprobar un impuesto, pero la mayoría han fracasado en su intento.
Merece la pena recordar que este año se aprobó en Filadelfia un gravamen de 1’5 centavos de dólar por onza líquida en los diferentes tipos de bebidas azucaradas, refrescos, bebidas deportivas, té azucarado, e incluso en bebidas endulzadas artificialmente, como los refrescos de dieta. Esta ciudad se convirtió en la segunda ciudad estadounidense en aplicar el impuesto (entrará en vigor en enero de 2017), y en la primera ciudad importante de Estados Unidos en aplicarlo. Habrá que esperar al año 2018 para conocer si la medida ha sido efectiva y obtiene los mismos resultados que en Berkeley.
Otras ciudades estadounidenses tienen proyectos similares que se deberán votar en los próximos meses, por lo que es posible que la lista de ciudades que incluyen el impuesto se incremente. Si esto ocurre, quizá se empiece a hablar de una Ley Federal que evite la disparidad de reglamentaciones e impuestos, son muchos los economistas que consideran que un impuesto a nivel federal resultaría más efectivo, ya que las empresas de bebidas no asumirían el aumento del precio porque supondría sufrir cuantiosas pérdidas económicas. Según leemos aquí, para los investigadores son muy buenos resultados, además de experimentar una notable reducción en el consumo de este tipo de bebidas, se ha incrementado el consumo de bebidas más saludables como el agua.
Foto | Jdrephotography
1 comentarios
Así es como debe hacerse: subir los impuestos para que la gente más pobre no se pueda permitir ese gasto mientras a los ricos no les importa. Si tan malo es el azúcar, o el tabaco o el alcohol, ¿por qué no lo prohíben? (para todos, claro). Creo que con esto está todo dicho.