Según un estudio realizado por expertos de la Universidad de Vermont, el etiquetado de los alimentos transgénicos no es un mensaje de advertencia que haga que los consumidores dejen de comprar estos productos por miedo. Este estudio se ha presentado días después de que el Comité de Agricultura de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, aprobase el Proyecto de Ley apodado la Ley Oscura del etiquetado de los alimentos transgénicos (Dark Act), recordemos que esta nueva reglamentación tiene entre sus objetivos bloquear cualquier iniciativa para etiquetar los alimentos modificados genéticamente en cualquiera de los Estados del país.
La investigación ha sido presentada en la conferencia anual de la Agricultural & Applied Economics Association (AAEA) que se celebra desde ayer en San Francisco y que concluye hoy. El trabajo se basa en los datos recabados a través de varias encuestas que se realizaron en los años 2003, 2004, 2008, 2014 y 2015, en ellas se preguntaba a los habitantes de Vermont sobre dos cuestiones principales, si se oponían a los alimentos transgénicos disponibles en el mercado, y si creían que los alimentos con materias primas transgénicas debían ser etiquetados. Según los resultados, no existen evidencias de que la actitud ante los alimentos modificados genéticamente cambiaría de forma positiva o negativa por el hecho de etiquetar los productos del mercado que contienen materias primas transgénicas.
Una media del 60% de los encuestados manifestaron estar en contra del uso de la biotecnología en la producción de alimentos, y un 89% declararon que querían que en las etiquetas se identificasen los alimentos con materias primas modificadas genéticamente. Hay que destacar que durante el periodo del estudio se constata que estos porcentajes se han incrementado ligeramente, ya que en el año 2015 las cifras indicadas aumentaron en un 2% y un 3% respectivamente, esto también demuestra que apenas ha habido cambios significativos en la opinión de los consumidores a pesar de las campañas a favor y en contra del etiquetado transgénico.
Recordemos que Vermont será previsiblemente el primer Estado estadounidense en aplicar el etiquetado transgénico, si no lo impide la aprobación y puesta en marcha de la Ley Oscura (Dark Act), reglamentación que además de bloquear cualquier acción que persiga etiquetar los alimentos transgénicos, anularía las leyes del etiquetado promulgadas en Vermont, Maine o Connecticut.
También se ha constatado un ligero cambio en las respuestas a las encuestas realizadas según el grupo demográfico, parece ser que la oposición a los transgénicos se ha reducido en aquel grupo poblacional con un nivel educativo más bajo, en hogares monoparentales y en aquellos segmentos de población con un poder adquisitivo más elevado, mientras que en el grupo poblacional con un poder adquisitivo medio, los investigadores constatan que la oposición a los transgénicos apenas ha aumentado en tres puntos porcentuales.
Analizando la oposición de los consumidores al uso de las tecnologías de modificación genética en los alimentos y en la obligación de informar de la presencia de transgénicos a través de las etiquetas alimentarias, el estudio concluye que en general, el etiquetado no tiene un impacto directo en la oposición, así lo asegura Jane Kolodinsky, profesora y directora del departamento de desarrollo comunitario y economía aplicada de la Universidad de Vermont, principal responsable de la investigación. Se constata que las etiquetas de los alimentos transgénicos no actuarían como una señal de advertencia o alarma para que los consumidores dejaran de comprar los alimentos identificados como transgénicos.
Quienes están impulsando el Proyecto de Ley denominado H.R 1599 o Ley del Etiquetado de Alimentos Seguros y Precisos, reglamentación que contempla una estandarización a nivel nacional de todas aquellas reglamentaciones relacionadas con los alimentos modificados genéticamente, argumentan que etiquetar los alimentos transgénicos es algo engañoso, ya que es un modo de enviar a los consumidores un mensaje de que comer estos alimentos es un riesgo. Quienes quieren el etiquetado que identifica los alimentos con materias primas modificadas genéticamente argumentan que con esta medida se facilita que los consumidores puedan ejercer su derecho a saber de los alimentos y elegir según sus convicciones. Aseguran que la intención no es que este tipo de etiquetado sea una especie de medida de advertencia y este estudio demuestra que el etiquetado no va a actuar así, tan sólo informará para que aquellos consumidores que tienen preocupaciones ambientales puedan tomar decisiones informadas a la hora de comprar.
Lo cierto es que desde que se pusieron en marcha las iniciativas para etiquetar los alimentos transgénicos, no se ha hablado de si son alimentos peligrosos para la salud humana, se ha mencionado sobre todo el derecho que tienen los consumidores a saber y elegir según sus creencias y convicciones. Este estudio tiene como finalidad mostrar a quienes están en contra de este tipo de etiquetado que no deben temer que la información actúe negativamente contra ellos, algo que para muchos es difícil de creer. El etiquetado facilitaría a quienes no desean ingredientes modificados genéticamente, descartar los alimentos que los contengan, por otro lado, la profesora argumenta que no provocaría reacción alguna en quienes no les importa el tema o confían en la biotecnología aplicada a los alimentos, el etiquetado no advierte a los consumidores sobre la inferior calidad de los ingredientes transgénicos frente a los producidos por otros métodos.
Esta investigación realizada en el único Estado del país en el que previsiblemente la ley del etiquetado de los alimentos transgénicos entrará en vigor el 1 de julio del próximo año, demuestra que la etiqueta no es una advertencia, destacando que no tendría impacto alguno en la oposición de los consumidores e indicando que sería lo contrario, que incluso aumentaría la confianza de ciertos grupos de consumidores en la tecnología de la modificación genética de los alimentos. Da la impresión de que este estudio tiene la intención de convencer a quienes se oponen al etiquetado, de que no existen razones para no permitir que la población tenga acceso a esta información, pero posiblemente no convencerá ni a las empresas alimentarias, ni a las empresas biotecnológicas. Podéis conocer más detalles de la investigación a través de este artículo publicado en la página web de la Universidad de Vermont.