La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) destaca lo importante que es el etiquetado alimentario, una herramienta que nos ayuda a tomar decisiones seguras y acertadas a la hora de comprar productos alimenticios. Esta organización recomienda leer las etiquetas de los productos, ya que no hay que dar por hecho que lo que adquirimos es realmente lo que esperamos.
Ya sabemos que hay que evitar ser seducido por la publicidad y las reclamaciones saludables, pues un producto con un alto contenido en azúcares añadidos se puede anunciar como saludable porque resulta estar enriquecido con vitaminas, fibra y otros elementos beneficiosos. Pero la realidad es que ese halo saludable es una cortina de humo que intenta evitar que se vea que no es un producto tan saludable como aparenta. Lamentablemente aún se permite que alimentos y bebidas que tienen elevados niveles de azúcares, grasas o sal, incluyan declaraciones nutricionales con el propósito de hacer creer que son saludables, por lo que la única manera de no caer en la trampa es leyendo las etiquetas de los productos.
En Gastronomía y Cía hemos hablado en varias ocasiones de la importancia de leer las etiquetas alimentarias a fin de poder tomar decisiones informadas a la hora de elegir los productos con los que llenar la cesta de la compra. Obviamente, las etiquetas deben ser claras y transparentes, proporcionando toda aquella información que resulta relevante para los consumidores, incluida la declaración de origen, algo que no ocurre con la mayoría de los alimentos procesados.
Las empresas dedicadas a la producción alimentaria saben perfectamente qué ingredientes utilizan para elaborar sus productos y las razones por las que los usan, lamentablemente y dependiendo del tipo de ingrediente, se evita mencionarlo claramente en el etiquetado o simplemente no lo nombran. Muchos alimentos y bebidas contienen todo tipo de ingredientes que están ocultos a nuestros ojos, pero tenemos derecho a conocerlos, de este modo podremos elegir libremente si queremos o no adquirirlos, esto es algo por lo que muchas organizaciones de consumidores luchan desde hace años. Al respecto, os recomendamos retomar la lectura de este post sobre una campaña que puso en marcha Foodwatch Francia en septiembre del año pasado.
El caso es que la FAO reconoce que cada vez resulta más difícil saber quiénes son los productores de los alimentos y de dónde proceden exactamente, con unas etiquetas transparentes y confiables, estas complicaciones desaparecen. Por ello, la FAO y la Organización Mundial de la Salud (OMS) están colaborando a través de la Comisión del Codex Alimentarius para establecer las normas para el etiquetado de los alimentos a nivel mundial. Recordemos que el Codex Alimentarius o Código Alimentario fue establecido por ambas organizaciones en 1963 con el objetivo de crear unas normas alimentarias internacionales armonizadas. La FAO y la OMS consideran prioritario que los países cumplan con esas normas al etiquetar los alimentos y especialmente los que se deben comercializar en el mercado internacional.
La FAO cita seis formas en las que las etiquetas alimentarias ayudan a tomar decisiones seguras y acertadas:
1- Con unas etiquetas correctas que ofrezcan toda la información necesaria podemos comprender la composición de los alimentos, pudiendo saber si son buenos para nosotros. Se puede controlar la ingesta de nutrientes a fin de evitar deficiencias nutricionales, limitar la ingesta de grasas, azúcares y sal, ingredientes que consumidos en exceso favorecen la aparición de enfermedades y problemas de salud.
2- Las etiquetas informan sobre cómo se deben utilizar, procesar o almacenar los productos, es una información que permite garantizar su salubridad evitando una inadecuada manipulación de estos alimentos, que puede conducir al consumo de productos contaminados con microorganismos patógenos, sustancias químicas, etc. Aún así, lo cierto es que muchos consumidores obvian este tipo de información y actúan según su juicio y criterio.
3- Las etiquetas ayudan a evitar que se adquieran productos falsificados, de hecho, el etiquetado es parte fundamental en la prevención del fraude, es una garantía para los consumidores. Claro, eso si no han sido falsificadas como ha ocurrido en varias ocasiones, a esto hay que añadir que la etiqueta puede determinar una serie de ingredientes y el contenido no corresponder con la información, no es la primera vez que se encuentra un porcentaje de un ingrediente que no aparece en el etiquetado. Como ya explicábamos aquí, el fraude alimentario afecta a todo tipo de productos y a todas las regiones del mundo y, lamentablemente, la etiqueta alimentaria no evita el fraude.
4- La FAO explica que gracias a las etiquetas se pueden detectar ingredientes que pueden causar reacciones alérgicas, pero como ya comentábamos en este post, existe un gran número de alérgenos no declarados en los alimentos envasados. De hecho, algunos estudios apuntan que elegir un producto alimenticio seguro para las personas alérgicas hoy en día es problemático, y especialmente para quienes sufren múltiples alergias. Lo que dice la FAO es correcto si las empresas actuaran cumpliendo con la legislación y con el deber moral de hacer bien las cosas.
5- El etiquetado ayuda a evitar el desperdicio alimentario, si se lee correctamente puede impedir que se desechen alimentos que están en buen estado. La fecha de caducidad permite saber cuánto tiempo de vida útil tiene un producto para que se pueda consumir de forma segura. La FAO habla de las confusiones con la fecha de caducidad y la fecha de consumo preferente, algo de lo que se habla desde hace varios años. Asegura que el 10% del desperdicio alimentario en la UE se relaciona con la indicación de la fecha, por lo que es necesario educar a los consumidores y a todos los que participan en la cadena de suministro alimentario. Recordemos que, según un estudio de 2015 elaborado por TNS, más de la mitad de los españoles no entienden la información sobre la fecha de caducidad, ¿se habrá avanzado algo en estos tres años?
6- El etiquetado puede apoyar a los productores locales de alimentos, ya que el origen para muchos consumidores es muy importante, aporta valor al producto y al productor. De ahí que algunas iniciativas, como la obligación de incluir la indicación de origen en el etiquetado de la leche y los productos lácteos en España y otros países haya sido bien recibida, no tanto por las grandes empresas que creen que se trata de una medida proteccionista que podría causar la fragmentación del mercado único. Lo cierto es que todos los productos deberían ofrecer esta información, pero no se hace porque no interesa, la mencionada fragmentación es una excusa para esconder, por ejemplo, el uso de materias primas más baratas y de peor calidad, o el origen de un producto que no inspiraría confianza al consumidor, etc.
Quizá el etiquetado no sea todo lo perfecto que esperamos por algunas de las razones mencionadas, pero es la actual herramienta que tenemos para poder elegir mejor. Podéis conocer más detalles sobre las explicaciones de la FAO a través de este artículo.