Un nivel elevado de estrés puede provocar en algunas personas que tengan deseos de comer más alimentos dulces, en relación a esto, un estudio realizado por investigadores del Centro Monell de Estados Unidos, instituto independiente y sin ánimo de lucro que se dedica a la investigación científica básica interdisciplinar sobre los sentidos del gusto y el olfato, concluye que el estrés puede afectar a la percepción del sabor de los alimentos. En esta investigación se han localizado en las células gustativas responsables de la detección del sabor dulce, amargo y umami, receptores activados para las hormonas del estrés.
Los expertos sugieren que estas hormonas denominadas glucocorticoides, actúan directamente sobre las células receptoras del gusto en condiciones de estrés, por lo que afectan a su funcionamiento y responden a los estímulos de sabor. Cuando se habla de estrés, se hace referencia a una amplia gama de situaciones que tienen en común la segregación de las hormonas glucocorticoides, por ejemplo la ansiedad, el miedo, una lesión física o el ayuno (quienes hacen dieta pueden sufrir cierto nivel de estrés). Los glucocorticoides son hormonas necesarias para que el organismo pueda resistir determinadas situaciones de estrés, tienen una acción reguladora y están implicadas en numerosos procesos metabólicos.
Al verse alterada la percepción de determinados sabores, y especialmente el sabor dulce, estos resultados pueden proporcionar la explicación sobre el mecanismo molecular por el que algunas personas que experimentan un estrés intenso, comen más alimentos dulces. Los expertos destacan que las implicaciones de la investigación no terminan en una posible influencia de los glucocorticoides en la forma en la que se perciben los alimentos en boca, es decir, provocan una alteración de la interacción con los alimentos.
También se sugiere que las implicaciones y los efectos pueden ser más amplios afectando a las células del gusto de otros órganos, como por ejemplo los receptores del gusto presentes en el páncreas o el intestino, en investigaciones anteriores realizadas también por este instituto, se han localizado estos receptores en el estómago, en el cerebro y en los pulmones, aunque no se sabe con certeza por qué están presentes en estas localizaciones.
Estos receptores presentes en el páncreas y en el intestino podrían estar alterados por el estrés y concretamente por las hormonas glucocorticoides, por lo que también podría sufrir una alteración el metabolismo de azúcares y otros nutrientes que afectan al apetito. Estos resultados obligan a realizar nuevos estudios para desvelar cómo afectan al sistema del gusto estas hormonas del estrés.
Volviendo al estudio, teniendo en cuenta que el estrés puede tener efectos importantes en el metabolismo y en la elección de los alimentos que se consumen, los investigadores realizaron una serie de experimentos con roedores de laboratorio para comprobar si las células receptoras del gusto contenían los receptores de las hormonas catabólicas glucocorticoides (GC). Se encontró que estos receptores estaban presentes en la lengua, en los receptores de los sabores dulce, umami y amargo, concretamente en las células del gusto Tas1R3. Posteriormente se evaluó si estos receptores se activaban a través del estrés en ratones estresados y no estresados.
Se logró determinar que los ratones estresados sufrieron un aumento de un 77% de los receptores de las hormonas glucocorticoides en los núcleos de las células gustativas. En conjunto, estos resultados sugieren que si el sentido del gusto se altera por estos cambios hormonales relacionados con el estrés, la interacción con los alimentos también se alterará. Se sabe que el estrés afecta a la ingesta de alimentos salados, sin embargo, no se han encontrado estos receptores en las células responsables de la detección de este grupo de alimentos, por lo que se sugiere que en este caso el estrés alteraría el procesamiento del sabor salado en el cerebro.
Los expertos seguirán trabajando para desvelar cómo afecta el estrés a la percepción del gusto, podéis conocer más detalles de este estudio a través del artículo publicado en el Centro Monell, y a través de este artículo publicado en la revista científica Science Direct.