Un nuevo estudio ha tratado de determinar si el cultivo de maíz transgénico afecta al ecosistema del suelo, concretamente a los hongos micorrícicos, un tipo de hongos que crean relaciones simbióticas con las plantas a través de sus raíces, por un lado éstos obtienen hidratos de carbono y vitaminas que no pueden sintetizar y a cambio, favorecen en las plantas la absorción de agua y sales minerales del suelo. Los investigadores de la Univerdidad Estatal de Portland (Estados Unidos) analizaron esta relación con el cultivo de maíz transgénico y maíz tradicional, y los resultados obtenidos muestran que es necesario realizar nuevos estudios a largo plazo y al aire libre.
Como sabemos, los alimentos se modifican genéticamente para poder soportar las plagas o la acción de los herbicidas, es el caso del maíz Bt que porta genes del Bacillus thuringiensis, bacteria que se ha utilizado como insecticida comercial durante muchos años, y cuya particularidad principal es la producción de toxinas que resultan mortales para los insectos. Se ha estudiado cómo puede afectar al ser humano, a los animales, pero hasta ahora no se había realizado un estudio en profundidad para determinar cómo podría afectar la modificación genética a los hongos que viven bajo tierra en simbiosis a través de las raíces de las plantas. Los investigadores plantearon la posibilidad de que al tratarse de plantas transgénicas, podría afectar a dicha relación.
Los investigadores creían que los hongos podían ser sensibles a los cambios genéticos de las plantas, por ello prepararon el estudio en un invernadero, cultivaron líneas de maíz transgénico y maíz tradicional en un suelo agrícola que contenía hongos micorrícicos, se pretendía simular qué podría ocurrir en un ambiente libre enmarcado en el sistema agrícola tradicional.
En la investigación se evaluó la colonización de hongos micorrícicos arbusculares, hongos muy extendidos y cuya presencia es de vital importancia en la vida vegetal pero de una sola especie, la tierra utilizada no recibió ningún tipo de tratamiento y procedía de campos colindantes. Posteriormente se evaluó la relación entre los cultivos realizados y la simbiosis con los hongos, se determinó que la colonización fue menor en las raíces de las plantas de maíz transgénico que en las plantas tradicionales, un indicio de que la genética del maíz Bt podía afectar de alguna manera a los micorrícicos, o lo que es igual, el maíz transgénico afecta al ecosistema del suelo.
Sin embargo, se constató que no existían diferencias en lo que respecta a la biomasa de raíces de ambos tipos de maíz cuando llegó el momento de la recolección. Los investigadores determinaron también que las proteínas Bt no eran directamente tóxicas para los hongos. Como decíamos, la diferencia detectada (una menor colonización) con los cultivos modificados genéticamente, obliga a realizar nuevos estudios, y más sabiendo que cada vez es mayor la extensión del cultivo de alimentos transgénicos y no se sabe a ciencia cierta cómo podrá afectar a largo plazo en la relación simbiótica con los hongos. Es interesante, al respecto, retomar la lectura de los post Mil millones de hectáreas destinadas a los alimentos transgénicos y Brasil podría convertirse en el principal productor de alimentos transgénicos del mundo.
Según leemos en el artículo de Eureka Alerte, los investigadores quieren comprender la importancia ecológica que arrojan los datos del estudio y ahora iniciarán nuevos estudios para observar si el patrón registrado se produce igualmente en condiciones de campo, lejos de los invernaderos. El estudio a largo plazo determinará si los cultivos Bt pueden tener un efecto sobre la abundancia y diversidad de hongos micorrícicos arbusculares, como hemos dicho, son de vital importancia para la vegetación. Quizá es la punta del iceberg, del mismo modo que los insectos han desarrollado resistencia al maíz transgénico, sería interesante saber cómo afectará la simbiosis con las plantas modificadas genéticamente al ecosistema del subsuelo.
A través de este artículo de la publicación científica American Journal of Botany, podréis conocer más detalles sobre este estudio.
Foto | Alternative Heat