El cambio climático amenaza el suministro mundial de alimentos y los científicos advierten que es imperativo actuar con rapidez para evitar un impacto devastador en la seguridad alimentaria global. A medida que las temperaturas globales se incrementan y los patrones climáticos se vuelven más irregulares e impredecibles, los cultivos considerados esenciales se enfrentan a desafíos sin precedentes, como las olas de calor extremo, las sequías prolongadas o las lluvias torrenciales, entre otros.
Estas condiciones climáticas no sólo afectan a la cantidad de alimentos producidos, también afectan a su calidad y valor nutricional, algo que daba a conocer una investigación del Global Change Research Program de Estados Unidos. Merece la pena recordar que otra investigación realizada por la NARO (Organización Nacional de Agricultura e Investigación Alimentaria (Japón)), concluía que el cambio climático modifica el sabor y la textura de las frutas.
En un artículo publicado recientemente en la revista científica Trends in Plant Science, un grupo internacional de investigadores liderado por expertos del Boyce Thompson Institute (BTI), organización de investigación independiente sin ánimo de lucro que se dedica a la biología de plantas y la biotecnología, apuntaba la urgencia de desarrollar cultivos más adaptables al clima. Desde BTI comentan que las soluciones actuales avanzan a un ritmo muy lento frente a la aceleración del cambio climático. A esto hay que añadir que los cultivos se enfrentan a una mayor incidencia de plagas, enfermedades y un suelo agrícola que está deteriorado por prácticas insostenibles.
El impacto del cambio climático en la agricultura tiene, por un lado los fenómenos climáticos extremos que reducen directamente el rendimiento de los cultivos y por el otro, las emisiones generadas por la actividad agrícola que suponen el 26% de los gases de efecto invernadero, contribuyendo al problema y creando un círculo vicioso. Mientras tanto, sólo el 4% de los fondos globales destinados al cambio climático se invierte en sistemas alimentarios resilientes, lo que deja fuera a muchas regiones vulnerables, especialmente en los países en desarrollo. Recordemos que no hace mucho la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) denunciaba la baja financiación para los sistemas agroalimentarios climáticamente inteligentes.
Los investigadores han identificado algunas estrategias clave para hacer frente a esta crisis que puede afectar a la seguridad alimentaria: Promover la colaboración internacional para compartir conocimientos y recursos entre países desarrollados y en desarrollo (esto es algo que se ha propuesto desde hace años). Realizar investigaciones en condiciones reales en los campos, en vez de depender exclusivamente de los laboratorios controlados. Fomentar alianzas sólidas entre agricultores e investigadores para garantizar que las innovaciones agrícolas respondan a las necesidades prácticas. Construir confianza pública en el uso de nuevas tecnologías para el desarrollo de cultivos y agilizar los marcos regulatorios para acelerar la implementación de soluciones innovadoras.
Estas recomendaciones son muy ambiciosas, pero los expertos comentan que son esenciales para transformar la agricultura en un pilar de resiliencia frente al cambio climático. Sin embargo, el éxito de estas iniciativas necesita de una cooperación sin precedentes entre científicos, agricultores, responsables políticos y la población en general.
La situación es especialmente crítica para las pequeñas explotaciones agrícolas en aquellas regiones consideradas vulnerables, como el Sur Global (países que generalmente se encuentran en las regiones más pobres o en desarrollo del mundo), donde los efectos del cambio climático se sienten con mayor intensidad. A pesar de los esfuerzos de investigación y desarrollo como los que lleva a cabo la Agencia de Seguridad Alimentaria de la Unión Europea (EFSA), que persiguen anticiparse y mitigar los riesgos emergentes, los avances que se realizan son insuficientes frente a la magnitud del problema.
Se pueden citar como ejemplo las advertencias de la EFSA sobre sobre el impacto del cambio climático en la seguridad alimentaria, como el incremento de las micotoxinas en los cultivos o la proliferación de especies invasoras, el aumento de las enfermedades transmitidas por alimentos, etc. El enfoque metodológico conocido como CLEFSA (Climate Change and Emerging Risks for Food Safety o Cambio Climático y Riesgos Emergentes para la Seguridad Alimentaria) desarrollado por la EFSA para analizar los efectos del cambio climático sobre la seguridad alimentaria, la salud de las plantas y los animales, y la calidad de los alimentos y piensos, destaca la complejidad de abordar estas interrelaciones, pero también refleja las limitaciones para transformar estos hallazgos en cambios concretos.
Lo cierto es que el desafío no es únicamente técnico o científico, también es político y social. El cambio climático exige una transformación integral en la forma en que producimos, distribuimos y consumimos los alimentos. Si actualmente no se toman medidas decisivas y efectivas, los sistemas alimentarios de todo el mundo podrían enfrentarse a una presión insostenible, con consecuencias que se podrían considerar catastróficas para la humanidad y el medio ambiente.
Podéis conocer más detalles de la investigación a través de este artículo publicado en la página del Boyce Thompson Institute (BTI), y a través de este otro publicado en la revista científica Trends in Plant Science.
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