Últimamente no dejan de aparecer estudios que nos muestran los efectos del cambio climático en la producción de alimentos, los resultados no son favorables y hacen peligrar el abastecimiento y la seguridad alimentaria. Hoy conocemos una nueva investigación desarrollada por expertos de la Universidad de Stanford (Estados Unidos) en la que se concluye que el cambio climático afectará al rendimiento de los cultivos en Europa, el aumento de las temperaturas calculado en 3’5 grados centígrados para el año 2040, provocará que el rendimiento de cultivos como el trigo o la cebada se reduzca en un 20%.
Por ello, los autores de la investigación advierten que es necesario que los agricultores europeos se adapten a la nueva situación a fin de poder frenar el declive de algunos cultivos como los citados. En el caso del maíz, se espera que la reducción de la producción sea de un 10%, aunque hay que decir que los agricultores que se dedican a este cultivo ya han visto como poco a poco el rendimiento se ha ido reduciendo desde el año 1980 a causa del aumento de las temperaturas, pero apuntan que otros factores económicos y políticos también han sido causantes de la pérdida de productividad.
Queremos añadir algo al respecto, a mediados del año pasado nos hacíamos eco de las declaraciones del analista ambiental Lester Brown, el experto explicaba que la capacidad para producir alimentos se ha estancado, la razón es que los cultivos básicos están en sus límites fisiológicos de crecimiento, no se puede seguir incrementando el rendimiento de grano por hectárea indefinidamente, existe un tope y según el analista, se había alcanzado. A esto hay que sumar otra amenaza, como el incremento de la propagación de plagas a causa del calentamiento global, un estudio desarrollado por expertos de las Universidades de Exeter y Oxford hablaba de la relación temperaturas-plagas, otra amenaza a añadir al conjunto de problemas que se ciernen sobre la seguridad alimentaria.
¿Han tenido en cuenta los expertos de la Universidad de Stanford las dos cuestiones citadas? Sólo nos hablan del aumento de las temperaturas, pero hay que sumar factores como los descritos, aumento de plagas, imposibilidad de incrementar el rendimiento y otras cuestiones más. Quizá la pérdida del rendimiento de los cultivos europeos pueda ser mucho mayor que la augurada. Según los datos del estudio, los resultados muestran claramente que unas variaciones modestas en el clima provocadas por el cambio climático, tendrán un gran impacto en los cultivos europeos. Esto sorprende a los expertos, ya que según explican, Europa tiene un clima fresco y en principio se debería esperar que una subida relativamente moderada de las temperaturas beneficiara a los agricultores.
El siguiente paso en la investigación fue medir el potencial que tienen los agricultores europeos para adaptarse a los cambios que se auguran. Se analizaron los registros de miles de explotaciones agrícolas del periodo comprendido entre el año 1989 y el año 2009, posteriormente los resultados se cotejaron con el registro climático de cada zona, comprobando que los rendimientos agrícolas y la rentabilidad habían variado con el tiempo. Comparando los rendimientos de las zonas más cálidas y más frías de Europa, se podría predecir cómo podría ayudar la adaptación a los agricultores europeos en las próximas décadas.
¿Qué quiere decir adaptación? Los expertos se refieren al uso de tecnologías, cambiar el tipo de cultivo y elegir aquellos que se adapten mejor a las temperaturas existentes, hacer uso de la denominada agricultura de precisión, concepto agronómico para la gestión de las parcelas agrícolas mediante las técnicas y conocimientos de cultivo actuales que facilitarían una gestión más coherente y eficiente de las tierras, mejorando la calidad de los cultivos y su rentabilidad, etc. La realidad es que de estos temas ya se ha hablado en varias ocasiones, pero la novedad de este estudio, según los expertos, es el uso de los datos de años anteriores para poder cuantificar el verdadero potencial de adaptación de los agricultores europeos a fin de reducir el impacto que tendrá el cambio climático en Europa.
Según los resultados, en algunos casos la adaptación puede frenar significativamente el impacto medioambiental, en otros casos el potencial es muy limitado con las tecnologías actuales. Se pueden citar como ejemplo las previsiones de la producción de vino, según el estudio del LINCGlobal (Laboratorio Internacional en Cambio Global), perteneciente al CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas), las consecuencias del cambio climático en la producción de vino serán lamentables, aparecerán nuevas áreas de producción más favorables a la situación climática, y otras que actualmente están consolidadas como zonas productoras podrían desaparecer, adaptarse a estos cambios es realmente complicado aún contando con la tecnología necesaria.
Según el estudio realizado, el maíz tiene un mayor potencial de adaptación, los expertos explican que los agricultores pueden llegar a reducir las pérdidas del rendimiento hasta en un 87% a través de la adaptación a largo plazo. De todos modos existen tres áreas clave que provocan que sea difícil predecir el futuro rendimiento de los cultivos europeos. La mayoría de investigadores se centran en los escenarios futuros con posibles condiciones climáticas, lo que han realizado los expertos de la Universidad de Stanford es señalar que el mayor problema es la rapidez con la que los agricultores pueden adaptarse al cambio climático y cómo van a responder las cosechas. Ahora preparan nuevas investigaciones que se centrarán en la medición de esa rapidez.
Este estudio demuestra que los cultivos europeos son sensibles al aumento de las temperaturas y que la adaptación puede ser una salida para frenar el impacto en el rendimiento, pero se habla de tres cultivos, trigo, cebada y maíz, hay muchos otros cultivos que sufrirán las consecuencias y como resultado quizá se dibujará un nuevo mapa de producción agroalimentaria que nada tenga que ver con el actual. Podéis consultar el estudio de la Universidad de Stanford en este artículo de la revista científica Nature Climate Change.
Foto | Jordi Payà