El impuesto del azúcar ha sido un tema destacado del año 2016, muchos países y ciudades han propuesto, debatido o anunciado la introducción del gravamen, en todos los casos se ha hablado de reducir el índice de sobrepeso y obesidad, mejorar la salud de los ciudadanos, reducir el gasto sanitario derivado de las enfermedades asociadas al exceso de peso, etc. No se ha hablado tanto de invertir el dinero recaudado en programas educativos como, por ejemplo, la introducción de la asignatura de nutrición, subvencionar alimentos saludables para que resultan más asequibles, etc. Tampoco se ha hablado mucho de otros posibles motivos para la implantación de la medida, por ejemplo, para engordar las arcas de Estados y Ayuntamientos, o sanear cuentas públicas.
Sin duda, el 2016 ha sido el año del impuesto del azúcar, la lista de países y ciudades que han tratado el tema es extensa, ciudades estadounidenses como Berkeley introdujeron el impuesto, Filadelfia lo anunció para el próximo año, otras ciudades como Chicago o Santa Fe ya están preparando la medida. Se pueden citar también países como Nueva Zelanda, Australia, Filipinas, Indonesia, India, Sudáfrica, Escocia, Reino Unido, Tailandia, Irlanda, Rusia, Portugal, Francia, Estonia o España, último país en anunciar la medida recientemente para el próximo año, aunque en este caso se comentó que el impuesto tenía como cometido reducir el déficit público, dejando el tema de la salud relegado a una posición menos relevante.
¿Cuál es la razón por la que el impuesto del azúcar ha ocupado tantos titulares en el mundo? Según algunos expertos, el impuesto del azúcar es una apuesta ganadora para los Gobiernos, ya que durante los últimos años se han realizado muchas campañas contra el abuso del azúcar y lo peligroso que resulta para la salud. Se ha satanizado al azúcar y quienes defienden la salud pública, quieren que se le transfieran las políticas adoptadas contra el tabaco o el alcohol. Esto, sumado al “hambre” de los políticos de obtener ingresos fiscales, ha propiciado la introducción de este gravamen, los políticos han visto una forma atractiva y eficaz de recaudar dinero con el argumento de mejorar la salud, así lo considera Chris Snowdon, director de economía del Instituto de Asuntos Económicos del Reino Unido.
En esto están de acuerdo las empresas que elaboran los refrescos azucarados, consideran que son medidas recaudatorias y que no tienen como principal objetivo mejorar la salud de la población, claro, son argumentos que les favorecen. Parece que les cuesta bastante reformular las bebidas para que contengan menos azúcar. Hablan de una formulación estandarizada que se ha de alcanzar poco a poco, algo que no tiene mucho sentido, ya que hemos podido saber que el contenido en azúcar de las bebidas varía según el país en el que se comercializa, algo que demuestra que no es tan complicada la reformulación.
Otros expertos como Jack Winkler, profesor emérito de política de nutrición en la Universidad Metropolitana de Londres (Reino Unido), explica que este movimiento hacia el gravamen del azúcar se ha estado gestando desde hace tiempo. Considera que el catalizador de la situación ha sido la llamada a la atención realizada por expertos como el endocrinólogo pediátrico Robert Lustig, denunciando los múltiples problemas de salud asociados al abuso del consumo de azúcar. Sus palabras llegaron en un momento en el que se hablaba del aumento significativo de la tasa de obesidad a nivel mundial, destacando que la estrategia de consumir alimentos bajos en grasa no había sido efectiva.
Merece la pena recordar que este año se daba a conocer una investigación en la que se ponía al descubierto que la industria del azúcar estadounidense había subvencionado un estudio realizado en la década de los 60, cuyos resultados minimizaban la relación entre el consumo de azúcar y las enfermedades cardíacas. Además, en este trabajo se apuntaba que el mayor riesgo para sufrir este tipo de enfermedades procedía del consumo de grasas saturadas.
En esta investigación también se pronunciaron expertos como Jack Winkler, argumentando que las investigaciones financiadas por la industria alimentaria ofrecen resultados sesgados, ya que las empresas se juegan mucho en los resultados que se obtengan en los estudios, se puede tirar por tierra su reputación y sufrir pérdidas económicas cuantiosas. Por ello la estrategia ha sido contar con evidencias que apoyen sus productos, intentar ocultar esos resultados que no les favorecen o escribir interpretaciones sesgadas, de todo ello hablábamos aquí.
Volviendo al tema, según leemos aquí, Jack Winkler comenta que existe un desfase entre la conciencia de un problema y el tiempo de reacción para una respuesta. El camino más sencillo, práctico y conveniente, tanto para la salud, como para aumentar los ingresos de las arcas públicas, es la introducción de un impuesto, es una idea simple pero fácil de entender por todo el mundo. Es un concepto más sencillo que el de intentar abordar el tema de las políticas agrícolas, cuyo efecto sobre el precio del azúcar sería mucho más significativo, afectando al precio final del producto y de los alimentos y bebidas que contienen exceso de azúcar. Quizá ese hubiera sido el mejor camino a seguir, ya que aunque se habla de refrescos azucarados, son muchos los alimentos que contienen azúcares añadidos.
Este año la OMS (Organización Mundial de la Salud) se pronunció a favor del impuesto del azúcar, que como mínimo fuera del 20%, considerando que sería una medida efectiva para reducir su consumo y mejorar la salud de la población. Si sumamos la opinión científica del azúcar, lo que consideran organizaciones como la OMS, las asociaciones de consumidores y otras organizaciones que luchan para reducir el contenido de azúcar en los productos alimentarios, y el deseo recaudatorio de los políticos, el resultado es que, con toda probabilidad, el año que viene se siga hablando del azúcar y se sumen nuevos países a la introducción del gravamen sobre el azúcar.
No se descarta que a los refrescos azucarados se sumen otros productos a los que se les puede aplicar el impuesto por la carga excesiva de azúcar que tienen. La guerra contra el azúcar está iniciada y según los analistas se van a ver grandes cambios. A continuación os mostramos algunos de los titulares sobre el impuesto del azúcar que hemos conocido a lo largo del año 2016:
Se propone un impuesto del 40% en los refrescos y bebidas azucaradas en Australia
Irlanda considera introducir el impuesto de las bebidas azucaradas
Impuesto de las bebidas azucaradas en Tailandia
El Reino Unido anuncia la entrada en vigor del impuesto de las bebidas azucaradas
Rusia plantea introducir el impuesto en los refrescos y bebidas azucaradas