Acabamos de conocer un estudio interesante en el que investigadores de la Universidad de Almería están estudiando los efectos de la alimentación con transgénicos en el pescado, concretamente con las doradas (Sparus aurata), especie de pescado que se encuentra en el mar Mediterráneo y en la franja costera del Océano Atlántico Oriental. Como sabemos, la mayoría de los cultivos transgénicos que se producen tienen como destino alimentar a muchos de los animales destinados al consumo humano, cerdos, vacas, pollos, etc., los alimentos más utilizados serían el maíz Mon810 y sobre todo soja transgénica, ya que se trata de una proteína barata.
Los investigadores del grupo de Biología Aplicada de la Universidad, estudiarán hasta el año 2011 los efectos de la alimentación con transgénicos en el pescado, determinarán si las doradas asimilan en su organismo el nuevo material genético que incorporan los alimentos transgénicos y los efectos que ello conlleva. En el estudio se proporcionarán tres tipos de alimentación a tres grupos de doradas, pienso de soja transgénica en cantidades elevadas, pienso ecológico y finalmente otro tipo de alimentación que no contempla ningún tipo de variedad vegetal.
Hasta el momento, los primeros resultados indican que efectivamente se puede encontrar material transgénico en el organismo del pescado, claro que los investigadores apuntan que esto es algo normal y predecible, citan como ejemplo estudios anteriores en los que se han alimentado a cerdos con alimentos transgénicos. Posteriormente, en los jamones obtenidos al cabo de 10 meses, los análisis detectaban material genéticamente modificado en ellos. Los expertos indican que los transgénicos asimilados por las doradas con la alimentación serían a su vez asimilados por el ser humano al alimentarse con ellas, pero esto no supondría ningún riesgo para la salud.
Curiosa afirmación que contrasta con la información que conocíamos a través del documental La guerra de los cultivos transgénicos. En este caso, un agricultor alemán apostaba por cultivar maíz transgénico y proporcionarlo a sus vacas como alimento mezclándolo con maíz tradicional, al ver que los resultados eran satisfactorios decidió incrementar el maíz transgénico y las consecuencias fueron lamentables. Muchas vacas enfermaron y las que no lo hicieron tuvieron una descendencia con diversas malformaciones y anomalías de las que no existía referencia alguna anteriormente, como por ejemplo los orificios de salida de la leche en zonas no habituales. Los estudios realizados por el profesor en biología molecular Marc Van Montagu, mostraban además que la leche que producían las vacas contenía material transgénico que podía pasar al ser humano.
Los expertos de la Universidad de Almería creen que el material genético asimilado por las doradas no supone riesgo alguno para la salud humana y argumentan que estos elementos no interfieren en el buen funcionamiento del organismo del pescado, ya que las células que conforman el cuerpo del pescado poseen mecanismos que las protegen de los elementos extraños. Si las células deben alimentarse aumentando las defensas, es algo que ya no inspira confianza. Los investigadores indican que hasta la fecha no existe investigación alguna que muestre que los elementos transgénicos de los alimentos puedan ser incorporados en el ADN de quien los disfruta, dichos restos se han encontrado en tejidos externos y nunca en el núcleo celular, lugar donde se encuentra la mayor parte del material genético celular.
Quizá no existan estudios pero si indicios de los problemas derivados de la alimentación transgénica, además del ejemplo citado, podríamos nombrar el estudio realizado por expertos de la Universidad de Viena en el que se concluye que los alimentos transgénicos podían provocar infertilidad. Desgraciadamente el riesgo de los alimentos transgénicos son precisamente los efectos impredecibles y desconocidos que pueden encerrar, por tanto, lo mejor es no adelantar acontecimientos y esperar a conocer los resultados definitivos que los investigadores ofrecerán en un par de años.
Foto | J. Lastras