Hace unos días se anunciaba que los alimentos ecológicos europeos y estadounidenses son equivalentes, es decir, sólo bastará un sistema de certificación para que los alimentos puedan ser comercializados en la UE o en Estados Unidos, ya no será necesario incluir los certificados adicionales que la legislación obligaba. Con este cambio se agilizan las transacciones entre ambos bloques eliminando muchas trabas y gastos adicionales, los beneficiados son especialmente los pequeños y medianos productores. Ahora bien, hay que plantear dudas colaterales sobre la equivalencia entre alimentos ecológicos europeos y estadounidenses.
Se supone que se amplían las oportunidades para los pequeños y medianos productores dedicados a la producción ecológica, hasta el momento los certificados adicionales eran una barrera que impedía que unos tomates ecológicos producidos en Estados Unidos, se comercializaran junto a unos tomates ecológicos españoles, por lo que se incrementa la competitividad y quizá los precios podrían reducirse, pero si compramos tomates estadounidenses ahogamos a los productores nacionales, damos la espalda a la producción de proximidad y, a pesar de ser tomates ecológicos, el gasto energético del transporte hasta nuestro país los convierte en productos ecológicos con una menor sostenibilidad. Esta situación la encontramos habitualmente con los alimentos tradicionales, podemos ver en un centro comercial naranjas de España, Marruecos y otros países, lo mismo ocurriría con los alimentos ecológicos de ambos bloques.
La verdad, no tiene sentido comprar tomates o cualquier productor ecológico de otro país si éstos se cultivan en el nuestro, por un lado se reduce el gasto energético y por otro contribuimos a mantener la economía de los productores nacionales, además el producto al ser de proximidad ofrece más garantías de que sea mucho más fresco que el que se importa. En el caso de alimentos que no se encuentran en España, la importación podría ser factible, pero sería preferible buscar un plan para poderlos producir a nivel nacional. Hemos tomado nuestro país como referencia aunque no deberíamos, y menos sabiendo que el consumo de alimentos ecológicos está bastante deprimido, a diferencia de lo que sucede en otros países comunitarios como por ejemplo Alemania. La mayor parte de la producción española se exporta, por lo que la equivalencia tendrá más impacto en otros países, los productores nacionales deberán competir con los estadounidenses, seguramente ahora intentarán restar cuota de mercado a España.
Muchos se han hecho eco de la noticia y consideran la medida un gran logro, en Estados Unidos los productores ecológicos ven la equivalencia como una apertura a nuevos mercados, se considera una victoria e incluso se habla de la mejora de la seguridad alimentaria, pero sobre todo se habla de las consecuencias comerciales positivas del acuerdo adoptado entre Estados Unidos y la Unión Europea, así lo declaraba la sub Secretaria de Agricultura Kathleen Merrigan. Pero no creemos que sea un beneficio bilateral, en Estados Unidos ya hay quien indica que hay que consumir producto nacional y evitar el de importación, sobre todo si se trata de un mismo producto, entonces ¿la liberación de mercado en que queda?
Promover el consumo de alimentos ecológicos es algo positivo, pero la expansión no tiene mucha justificación, una mayor disponibilidad de alimentos equivale, como decíamos, a un mayor gasto energético, algo que va en contra de un sistema alimentario sostenible. Nada que ver con la posibilidad de acercarnos al mercado y adquirir los alimentos ecológicos de un productor local, algo que contrasta con la política del libre comercio que depende de una infraestructura global muy grande tanto a nivel productivo, como de procesado o de distribución. Cuanto más lejos esté un alimento de su lugar de producción, más recursos habrán sido necesarios para que pueda estar en la mesa del consumidor, a esto hay que añadir otras complicaciones como la trazabilidad y las garantías de procedencia, ya sabemos que el fraude es algo habitual y a mayor recorrido, mayores posibilidades de efectuarlo.
Como dicen en el artículo de Grist, la equivalencia puede inducir a una mayor incertidumbre entre los consumidores que son conscientes de todo lo indicado, por lo que es difícil que aprueben la medida. Otro punto interesante a tener en cuenta, la gran distancia que deben recorrer los alimentos implica la participación de más intermediarios, los que verdaderamente ganan dinero, al final puede ocurrir como con los alimentos tradicionales, esto lo podemos ver reflejado en el IPOD (Índice de Precios en Origen y Destino de los alimentos), a los productores se les paga una miseria por sus productos y el precio se multiplica varias veces hasta llegar a la mesa de los consumidores. Como podemos comprobar, existen varias dudas colaterales sobre la equivalencia entre alimentos ecológicos europeos y estadounidenses.
Como decíamos en el post sobre el anuncio de la mencionada equivalencia, algunos alimentos no se enmarcan en esta norma y la razón es el uso de determinados fármacos, un ejemplo son las manzanas y peras que se producen en Estados Unidos y que son tratadas con antibióticos para evitar la enfermedad de la niebla del peral y del manzano. Tampoco se puede aplicar a los alimentos derivados de animales que han sido tratados con antibióticos, pero hay otros alimentos y productos que parecen saltar por encima de la equivalencia, un ejemplo es el vino tratado con sulfitos. La realidad es que esta iniciativa se ajusta a pocos productos, si hablamos de gallinas ecológicas y bienestar animal, la normativa en cada bloque es diferente, por lo que existe una clara desventaja entre los productores comunitarios y estadounidenses.
Las normas de equivalencia de los alimentos ecológicos parecen terminar en una pura formalidad poco efectiva en los mercados. Volvemos a hablar de proximidad, a la hora de comprar alimentos ecológicos, tengamos presente los productos nacionales, quizá los tiempos del proteccionismo han quedado atrás, pero tal y como está la situación es necesario ser más proteccionistas para salvaguardar la economía del país entre otras cosas.
Foto | Mr. T in DC