Los beneficios del chocolate negro se han ensalzado en muchas ocasiones, se ha determinado que reduce la presión arterial de las personas hipertensas, es un alimento protector que reduce el riesgo de ictus y cardiopatías isquémicas, previene enfermedades cardiovasculares, reduce el estrés en mujeres embarazadas… Se han realizado muchos estudios atribuyendo al chocolate negro muchas propiedades y beneficios, sin embargo, la verdadera razón, precursora de todas sus bondades, era un misterio hasta ahora.
Un grupo de investigadores de la Universidad Estatal de Louisiana (Estados Unidos) ha descubierto la razón concreta de los beneficios del chocolate negro, parece ser que el origen radica en el proceso de digestión y la intervención de microorganismos como las bacterias del ácido láctico o las bifidubacterium, géneros de bacterias que forman parte de la flora intestinal. Cuando consumimos chocolate negro estas bacterias crecen y de su actividad resultan diversos compuestos antiinflamatorios que son absorbidos por el organismo y provocan la disminución de la inflamación del tejido cardiovascular, por lo que se reduce, a largo plazo, la posibilidad de sufrir un accidente cerebrovascular, aunque hay que apuntar que de estos compuestos resultan más beneficios al ser absorbidos por el organismo.
Para llegar a esta conclusión se trabajó con un modelo de tracto digestivo formado por una serie de tubos de ensayo modificados y adaptados a la investigación para poder simular el proceso de digestión, para los elementos que no son digeribles en la fermentación anaeróbica, se utilizaron bacterias fecales humanas.
Se utilizaron tres tipos de polvo de cacao de diferente fuente y procesamiento, es un ingrediente del chocolate que contiene elementos beneficiosos como los antioxidantes, polifenoles como la catequina o la epicatequina, una pequeña cantidad de fibra dietética, etc. Los expertos explican que los dos primeros componentes son mal absorbidos por el organismo, pero cuando alcanzan el colón entran en acción las bacterias antes mencionadas, la fibra fermenta y los polifenoles se metabolizan en moléculas más pequeñas que pueden ser fácilmente absorbidas por el cuerpo, estas moléculas son las que presentan el carácter antiinflamatorio.
A esto hay que añadir que si se combina la fibra de cacao con elementos prebióticos que estimulan el crecimiento y actividad de la flora intestinal, y determinadas bacterias del colon, se traduce en una mayor carga de beneficios y por tanto, en una mejora de la salud, ya que contribuyen a transformar los polifenoles en compuestos antiinflamatorios. La ingesta de prebióticos aumenta la población de bacterias beneficiosas superando a la población de bacterias no deseadas presentes en el intestino y que provocan algunos problemas digestivos. Fuentes de prebióticos son los carbohidratos presentes en alimentos como el ajo crudo, la harina de trigo integral y otros, que los seres humanos no pueden digerir pero que las bacterias beneficiosas sí pueden procesar.
Los investigadores apuntan que resulta más beneficioso para la salud combinar la ingesta de chocolate negro con alimentos como las frutas, teniendo en cuenta los resultados que se han obtenido en esta investigación, es posible que el siguiente paso de la industria alimentaria sea precisamente desarrollar productos con este tipo de combinaciones alimentarias. Los resultados de este trabajo han sido presentados en la 247 Reunión Nacional de la ASC (Sociedad Americana de Química) celebrada en el Centro de Convenciones de Dallas (Estados Unidos), una de las reuniones científicas más importantes del mundo a la que acuden miles de investigadores que presentan todo tipo de descubrimientos y avances científicos. Precisamente ayer hablábamos de otro avance científico interesante presentado en esta reunión, una nueva etiqueta inteligente para los envases alimentarios de la que se dice, podría sustituir a las tradicionales leyendas de fecha de caducidad.
Podéis conocer más detalles de la investigación sobre el origen de los beneficios del chocolate negro a través de este artículo publicado en la revista científica ASC.
Foto | Grilled Ahi