Ayer se presentó el Decálogo para la detección precoz de la enfermedad celíaca que conocíamos a primeros de año cuando el Ministerio de Sanidad y Consumo anunciaba el Protocolo de detección precoz de la enfermedad celíaca.
El Decálogo para la detección de la celiaquía es una valiosa herramienta para que los profesionales sanitarios participen en mejorar la calidad de vida de quienes padecen intolerancia al gluten detectando lo antes posible la enfermedad y aplicando así el único tratamiento disponible hasta el momento, una alimentación con productos libres de gluten.
El MSC ha contado con la colaboración de sociedades científicas y asociaciones de pacientes como la Federación de Asociaciones de Celíacos de España (FACE) y la Asociación Celíacos de Cataluña para la realización de este documento del que se han empezado a distribuir 3.500 ejemplares para llegar a los profesionales sanitarios de todas las Comunidades Autónomas.
Bernat Soria lo presentó ante los Ministros de Sanidad de la Unión Europea en Angers (Francia), quienes afirman que se va a elaborar una norma europea igual para todos los Estados Miembros, adoptando también el límite de 20 partes por millón de gluten en los alimentos que indiquen en su etiqueta que ‘no contienen gluten’.
El Protocolo de detección precoz de la enfermedad celíaca consta de dos partes, el propio potocolo, donde se marcan los pasos que permiten diagnosticar la enfermedad cuando un paciente muestra síntomas que pueden ser provocados por la celiaquía e información sobre los aspectos más relevantes de ésta, donde se indica la epidemiología, sus formas clínicas, su diagnóstico, tratamiento y seguimiento. Y por supuesto, el decálogo, que es el siguiente:
Decálogo para la detección precoz de la enfermedad celíaca:
1. En el niño pequeño, los síntomas intestinales y el retraso de crecimiento, sobre todo si se acompañan de irritabilidad y anorexia, constituyen un cuadro clínico muy sugestivo de EC.
2. En el niño mayor y en el adolescente, el hallazgo de un retraso de talla o de la pubertad, así como una ferropenia o una hipertransaminasemia sin otra justificación, obliga a descartar la existencia de enfermedad celíaca.
3. En los adultos, la presentación clásica en forma de diarrea crónica con clínica de mala absorción es inusual. Es más frecuente en la actualidad la presencia de síntomas poco específicos.
4. La probabilidad de padecer una EC aumenta en determinados grupos de riesgo, primordialmente, los familiares de primer grado, determinadas enfermedades autoinmunes (diabetes tipo I, hipotiroidismo, etc.) y algunas cromosomopatías, como el síndrome de Down.
5. A menudo, el enfermo celíaco ha sido visitado por numerosos facultativos y sometido a diversas exploraciones complementarias, y etiquetado de un trastorno funcional. Estos pacientes merecen una especial atención, en particular, si además refieren una historia de aftas bucales, astenia, irritabilidad o depresión.
6. La EC debe incluirse en el diagnóstico diferencial de los pacientes con dispepsia tipo dismotilidad o distrés postprandial (saciedad precoz y plenitud postprandial), especialmente si asocian flatulencia, hinchazón y meteorismo. La sospecha debe ser firmemente considerada cuando los síntomas son crónicos y recurrentes y no han respondido adecuadamente a un tratamiento empírico.
7. Los pacientes que padecen diarrea acuosa crónica e intermitente y que han sido catalogados de síndrome de intestino irritable (SII) deben ser revisados de forma minuciosa. La coexistencia de flatulencia o distensión abdominal, borborigmos y deposiciones mezcladas con abundante gas (explosivas) obliga a considerar la posibilidad de una EC. El estreñimiento crónico no es un síntoma excluyente de padecer la EC.
8. Las situaciones siguientes, sin explicación demostrable, obligan a valorar el diagnóstico de EC: mujeres en edad fértil con ferropenia, infertilidad y abortos recurrentes; los que presentan elevación de transaminasas; los que refieren una historia de fracturas ante traumatismos mínimos o una osteopenia/osteoporosis detectada antes de la menopausia o en un varón adulto joven.
9. Los marcadores serológicos (AAtTG) resultan de elección para iniciar el despistaje de los pacientes con mayor probabilidad de presentar EC. Una serología negativa no permite excluir el diagnóstico de EC. De hecho, una proporción de pacientes con enfermedad celíaca, que presentan formas histológicas leves e incluso con atrofia de vellosidades, no expresan anticuerpos antitransglutaminasa en el suero.
10. El estudio genético (HLA-DQ2/DQ8) es útil en el manejo de la enfermedad celíaca, dado que casi la totalidad de los pacientes celíacos son HLA-DQ2 o DQ8 positivos. Su determinación tiene utilidad clínica en casos de pacientes con sospecha clínica bien fundada y estudio serológico negativo. Un estudio genético negativo excluye casi totalmente la enfermedad celíaca, evitando con ello pruebas invasivas, incómodas y de mayor coste.