En el año 2009, la empresa biotecnológica Syngenta realizaba una predicción, en el año 2013 una cuarta parte de los cultivos estadounidenses estarían infectados de malezas resistentes a la acción del glifosato, uno de los herbicidas más utilizados en el mundo y principal componente activo del herbicida Roundup desarrollado por Monsanto. Syngenta explicaba en este comunicado que la resistencia que estaban adquiriendo las malas hierbas en los cultivos era creciente y real, ya en el año 2000 se detectó por primera vez la presencia de nueve plantas que habían desarrollado la mencionada resistencia.
Según Syngenta, los cultivos con súper malezas resistentes a los herbicidas estarían presentes en más de 7 millones de hectáreas en 2009 y dada la tasa anual de incremento de la resistencia, se calculaba que en el año 2013, hasta 38 millones de hectáreas de campos de cultivo sufrirían este problema, haciendo que el glifosato no fuera eficaz para luchar contra las malas hierbas, esto supone un promedio de una de cada cuatro hectáreas de terreno cultivable. Esta empresa biotecnológica mantiene un sistema de asesoramiento sobre las estrategias que los agricultores deben adoptar para hacer frente y controlar estas súper hierbas resistentes. Resulta curioso que al respecto Monsanto no hiciera nada, ha seguido comercializado el herbicida y mientras ha durado, ha sido rentable, ahora es necesario cambiar la estrategia a seguir.
En el post Los transgénicos se escapan de los campos nos hacíamos eco de un informe de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) en el que se concluía que uno de los peores enemigos de la agricultura son las malas hierbas, causan pérdidas multimillonarias, siendo una de las causas de la pérdida de cosechas, dejar campos estériles y afectar de forma significativa a la producción de alimentos y a la seguridad alimentaria.
Las malas hierbas son el enemigo natural número uno de los agricultores, si a esto le sumamos que ahora son resistentes a la acción de uno de los herbicidas más utilizados en el mundo, el volumen de pérdida de cultivos se multiplica. Por ello, la FAO insistía en seguir una política de gestión de las malas hierbas si se quería mejorar la productividad, algo en lo que coincidía plenamente Syngenta. Aunque es necesario el uso de herbicidas para poder hacer frente a la demanda creciente de alimentos, es mucho más deseable utilizar métodos en los que no se utilicen químicos, no sólo por motivos medioambientales, también para evitar lo que está ocurriendo, la adquisición de resistencia por parte de las malas hierbas. La empresa biotecnológica publicaba entonces una serie de consejos para poder luchar contra el creciente problema, a través de este enlace (Pdf) podéis leer su comunicado.
En Farm Industry News podemos leer un artículo de principios del año 2013 en el que explicaban que el volumen de tierras de cultivo infestadas por malezas y malas hierbas resistentes al glifosato alcanzaba los 61’2 millones de hectáreas, es decir, las previsiones de Syngenta se habían quedado cortas. En el año 2012, un 49% de los agricultores estadounidenses que se encuestaron, habían informado de que en sus cultivos habían detectado este tipo de super malezas, el año anterior el número de agricultores que habían detectado el problema alcanzaba el 34%, lo que muestra la rapidez con la que las malas hierbas se introducen en los cultivos y el grave problema que pueden ocasionar a corto plazo.
En el año 2013 la UCS (Union of Concerned Scientists, Unión de Científicos Preocupados), explicaba en este comunicado (Pdf) que aunque pudiera sonar a ciencia ficción, las súper malezas y malas hierbas nos estaban invadiendo y estaban asfixiando a la producción alimentaria, además estaban afectando al medio ambiente y advertían sobre las nuevas soluciones que empresas como Monsanto proponían para acometer el problema, indicando que solamente lo empeorarían. El monocultivo es una de las causas que han provocado la adquisición de la resistencia, por lo que se debería cambiar el sistema de cultivo en vez de escuchar a las empresas que en su momento crearon el problema. Parece que Monsanto propone utilizar herbicidas más potentes y la deducción lógica es que volvería a ocurrir lo mismo y el problema se agravaría aún más.
Como ejemplo podemos poner una comparativa con los alimentos modificados genéticamente, inicialmente sólo incluían uno o dos genes para hacer a los cultivos resistentes al glifosato y para actuar como insecticida contra las plagas de insectos. El resultado ha sido que los insectos han generado resistencia y se plantean soluciones como la de desarrollar nuevos alimentos modificados genéticamente con varios genes para hacer frente al problema, un ejemplo a citar es el maíz transgénico SmartStax. Esto es una solución a corto plazo, al final lo que se logrará es dotar a los insectos de una resistencia superior y los problemas se agravarán.
Volviendo al tema de la infestación de súper malezas en los cultivos, que hemos conocido a través de Food & Water Watch, este problema delata que el sistema basado en el monocultivo, donde grandes extensiones de terreno se cultivan año tras año con el mismo alimento, está obsoleto, es responsable de incrementar el número de plagas y malas hierbas, además el uso de los productos fitosanitarios ha facilitado que se vuelvan más resistentes, lo que conduce a usar nuevos insecticidas y herbicidas llevándonos a una espiral sin final.
Dado que los supuestos beneficios de los alimentos transgénicos desaparecen, que para luchar contra los insectos que han desarrollado resistencia es necesario proporcionarles comederos, y que las súper malezas provocan la pérdida de cultivos, ¿cómo puede Monsanto asegurar que su biotecnología puede contribuir a luchar contra el hambre en el mundo? Sobre este tema hay mucho que hablar, pues el problema se está agravando a pasos acelerados, quizá los organismos gubernamentales tengan que tomar de una vez cartas en el asunto y dejar de ignorar la estrategia y línea de actuación de empresas como Monsanto.