Son muchos los investigadores que recomiendan reducir el consumo de carne para mejorar la salud humana y la salud medioambiental, incluso la ONU ha presentado informes sobre la necesidad de reducir la producción de carne y de productos lácteos con el propósito de reducir el uso de suelo agrícola. En dicho informe se apuntaba que la ampliación de la cantidad de tierra que se dedica a los cultivos para satisfacer la creciente demanda de carne y de productos lácteos resulta insostenible para la biomasa, de seguir al mismo ritmo que hasta ahora, se superaría con creces el denominado espacio operativo seguro dentro de tres décadas. Este es un concepto que se utiliza como punto de partida para saber cuánto puede crecer la demanda de tierras de cultivo antes de que se alcance una situación de daño irreversible, el concepto comprende la liberación de gases, la alteración del ciclo del agua, la pérdida de suelo fértil y la pérdida de biodiversidad, etc.
Aunque se ha explicado que el consumo de carne es contraproducente para el medio ambiente, no se ha concretado cuál es el verdadero coste medioambiental de los alimentos cárnicos. Esta es la pregunta que ha querido responder una investigación desarrollada por expertos del Weizmann Institute of Science (Instituto de Ciencias Weizmann) de Israel, las conclusiones obtenidas son bastante significativas y los investigadores esperan que se tenga en cuenta su estudio para que los organismos gubernamentales adopten medidas y establezcan nuevas políticas agrarias y comerciales.
Según los investigadores, aunque se han realizado varios estudios sobre el tema, ninguno ha sido tan exhaustivo a la hora de dar una imagen con múltiples perspectivas del coste ambiental derivado de los alimentos que se obtienen de los animales. En el estudio se analizaron las cinco fuentes principales de proteínas presentes en la dieta estadounidense, carne vacuna, carne de pollo, carne de cerdo, huevos y productos lácteos, la idea era calcular los insumos ambientales de una forma más concreta utilizando cifras mucho más precisas. Un ejemplo, el ganado que se produce en tierras áridas (mitad occidental de Estados Unidos) necesita grandes extensiones de tierra, sin embargo, la proporción del gasto de agua es reducida. Si hablamos de aves de corral, éstas se alimentan principalmente de maíz, aunque este alimento requiere menos tierras de cultivo se necesita más agua, más fertilizantes y nitrógeno, todas esas diferencias se han tenido en cuenta a la hora de desarrollar la investigación, de este modo se han podido aproximar al verdadero coste medioambiental asociado a cada alimento.
Buena parte de la información con la que se ha trabajado se ha obtenido de las bases de datos del Departamento de Agricultura de Estados Unidos. Los expertos apuntan que los datos de este país son precisos y de calidad, algo que les ha permitido incluir, entre otras informaciones, los valores sobre los desequilibrios entre las importaciones y las exportaciones, cifras que también son necesarias incluir en el coste medioambiental. Se consideraron como elementos medioambientales el uso del agua de riego, el uso del terreno, las emisiones de gases de efecto invernadero y el uso de fertilizantes con base de nitrógeno. Cada uno de los valores obtenidos forman parte de un sistema complejo del que se derivan otras cifras y consecuencias. Por ejemplo, los fertilizantes con base de nitrógeno son causantes de la contaminación del agua en cauces naturales, el uso de la tierra provoca que se destinen menos recursos a la agricultura y es la principal causa de la pérdida de biodiversidad. Esto ya se indicaba en el informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) que hemos señalado anteriormente.
Una vez obtuvieron todos los costes medioambientales, se procedió a desarrollar diferentes ecuaciones que pudieran arrojar los valores generales del coste medioambiental asociado a la producción de alimentos. Según los resultados, se apunta como principal culpable de la degradación medioambiental la producción de carne de vacuno, claro que esto no es algo que sorprenda porque como hemos indicado muchos estudios han llegado a la misma conclusión, sin embargo, al trabajar con cifras más precisas, han podido constatar que el coste medioambiental es mucho más elevado de lo que se esperaba, hasta 10 veces más de lo que causan otros alimentos de origen animal, como puede ser la carne de pollo o la carne de cerdo.
El ganado vacuno necesita una media de 28 veces más de tierra, 11 veces más de agua de riego y es el responsable de hasta 5 veces más de la liberación de gases de efecto invernadero. También se asocia un elevado gasto de fertilizantes con base de nitrógeno, siendo hasta 6 veces más que el gasto derivado de la producción de otros tipos de alimentos. El resto de productos analizados, lácteos, huevos, carne de ave de corral y carne de cerdo, obtuvieron unos valores similares, algo que ha sorprendido a los investigadores, ya que en ocasiones se ha determinado que la producción de leche es relativamente benigna con el medio ambiente, aunque en el informe de la ONU apuntaban todo lo contrario. En el caso de la leche, la investigación muestra que los costes asociados como el riego y la fertilización de los cultivos, dispara el coste medioambiental.
Para los investigadores este estudio puede ayudar a las personas a que tomen decisiones más acertadas en su dieta, esto es algo que no creemos y las razones ya las señalábamos en el post sobre las posibles estrategias para poder reducir el consumo de carne. En su lectura podíamos saber cómo respondían los consumidores ante las distintas estrategias planteadas, como por ejemplo, cómo comer menos carne a la semana. También consideran que puede ser de gran utilidad para las agencias gubernamentales, además pueden utilizar la herramienta de cálculo creada para analizar los costes medioambientales con otros modelos alimentarios, como las dietas vegetarianas u otro tipo de dietas.
Con los resultados, se pueden desarrollar estrategias que faciliten reducir el coste medioambiental y además garantizar la seguridad alimentaria a través de prácticas agrícolas más sostenibles. El estudio que podéis consultar en Weizmann Institute of Science, muestra que se pueden obtener múltiples beneficios ambientales si se adoptan cambios que son posibles y fáciles de implementar en la dieta diaria de los consumidores, como lo que ya se ha repetido en muchas ocasiones, reducir el consumo de carne para reducir el daño medioambiental. A través de este artículo publicado en la revista científica Pnas, podéis acceder al estudio y ver los modelos matemáticos utilizados para realizar los cálculos, así como las cifras obtenidas.
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