La industria alimentaria ha argumentado en muchas ocasiones que etiquetar los alimentos modificados genéticamente supondría un incremento del coste de los alimentos, un argumento utilizado para asustar al bolsillo de los consumidores. En Estados Unidos las campañas en contra de este tipo de etiquetado se han basado sobre todo en la advertencia de la subida de precios de los productos alimentarios, pero también se ha respaldado la idea de que un alimento transgénico no se diferencia en nada de un alimento tradicional, se ha hablado de los diferentes estudios que supuestamente lo prueban y la falta de estudios que puedan demostrar que los alimentos modificados genéticamente puedan o no afectar a la salud de animales o seres humanos.
El año pasado conocíamos un estudio independiente desarrollado por un experto en marketing alimentario en el que se concluía que el etiquetado transgénico no supondría un incremento de precio, el estudio intentaba poner al descubierto que el principal argumento de los opositores no tenía sentido ni razón de ser, asegurando que el cambio de etiquetado de los productos tendría un impacto insignificante en el precio. Pues bien, hoy conocemos un nuevo estudio encargado por la Unión de Consumidores de Estados Unidos (Consumers Union) a Consumer Reports, para conocer cuál es el coste del etiquetado de los alimentos transgénicos.
Según los resultados de este estudio, el coste para el etiquetado transgénico ascendería a unos 2’30 dólares (unos 1’8 euros) por año, lo que supone una inversión de un centavo por día. No tiene sentido argumentar que el cambio de etiquetado supondría un incremento significativo de los precios, y menos sabiendo que las empresas alimentarias continuamente cambian el etiquetado de sus productos. Hablando de la identificación de los productos transgénicos, incluso se dice que es probable que algunos productores ni siquiera se molestarían en aplicar ese incremento tan poco significativo.
Este estudio se presenta como respuesta a las alegaciones que se están realizando en el Estado de Oregón, actualmente inmerso en una campaña de la denominada Medida 92 que se votará el próximo mes de noviembre, si sale adelante se aprobaría el etiquetado transgénico. Recordemos que en Estados Unidos no se exige este tipo de etiquetado y aunque en Estados como Vermont, Maine y Connecticut han aprobado leyes sobre la identificación de este tipo de alimentos, no han entrado en vigor. Los opositores están haciendo campaña y además de los argumentos antes citados, aseguran que este tipo de identificación no hará más que confundir a los consumidores haciéndoles creer que no son alimentos seguros. Como en anteriores campañas, la oposición está financiada por las grandes empresas biotecnológicas y alimentarias que luchan para impedir el etiquetado.
En la Medida 92 se exigirá a las empresas alimentarias que etiqueten los alimentos crudos o envasados que se han producido en su totalidad o parcialmente a partir de la ingeniería genética, para conocer más detalles sobre esta iniciativa os recomendamos acceder a la página oficial.
Según el estudio, es necesaria la identificación de estos alimentos por varias razones, el coste como se indica es insignificante, por lo que no se puede utilizar como excusa. Este tipo de alimentos se produce actualmente con más productos fitosanitarios que antaño a causa de la resistencia generada por los insectos, también se denuncia la incapacidad del gobierno para exigir evaluaciones de seguridad en seres humanos antes de que este tipo de alimentos lleguen al mercado. Por todo ello merece la pena instaurar el etiquetado y permitir que los consumidores decidan si quieren o no consumir alimentos modificados genéticamente, no negándoles su derecho a la información.
Ya son varios los informes que se han publicado sobre el posible sobrecoste por el etiquetado transgénico y en la mayoría de casos se concluye que resulta insignificante, por lo que se pide que los opositores dejen de utilizar un argumento que no tiene sentido y que lo único que pretende es asustar a los consumidores. Por otro lado, otros estudios consideran los posibles impactos en el mercado y el cambio de comportamiento de los consumidores, así como otros temas que no están directamente relacionados con el coste del precio de los alimentos, argumentos que se utilizan cuando pierde fuerza el relacionado con el sobrecoste de estos productos al ser identificados.
Consumers Union explica que nos se trata de que se sustituyan las materias primas transgénicas por materias primas ecológicas como se ha supuesto en otros estudios, únicamente se pretende que los consumidores puedan acceder a la información y realicen la elección de la compra en base a su opinión, tener libertad de elección. Se cita una comparativa interesante, la FDA (Agencia de Medicamentos y Alimentación de Estados Unidos) realizó un estudio para responder a una pregunta relacionada con el coste del etiquetado funcional, en este estudio no se tuvo en cuenta la reformulación de los alimentos u otras cuestiones relacionadas con la normativa alimentaria. Se constató que el coste del cambio en el etiquetado sería insignificante.
Son muchos los consumidores que quieren que los alimentos transgénicos sean identificados, pero la industria alimentaria realiza una fuerte oposición, si tan seguros son, ¿por qué oponerse y no permitir la transparencia? ¿Por qué no dejar que las personas puedan elegir bajo sus principios y convicciones? Ya veremos si la Medida 92 sale adelante en Oregón o termina siendo un fracaso como ha ocurrido en muchos Estados. Como apunte final merece la pena destacar que una derrota puede ser en realidad una victoria, recordemos que según Organic Monitor, una empresa especializada en la investigación del mercado de productos sostenibles, la lucha por el etiquetado transgénico impulsa el mercado de alimentos ecológicos.
A través de este enlace (Pdf) podréis acceder al estudio realizado por Consumer Reports.