Desde hace algunos años, los agricultores australianos han estado solicitando a su Gobierno una legislación que protegiera sus cultivos de la posible contaminación transgénica, algo que ha sido desoído, mientras, se concedían licencias para el cultivo de alimentos modificados genéticamente. Hoy conocemos un caso de contaminación transgénica en Australia muy similar al caso relatado en el post Semillas transgénicas, sus problemas y consecuencias, se podría decir que se retoma la lucha entre David y Goliat, aunque en este caso, David tiene todas las de perder.
Al parecer, el caso de contaminación transgénica del que se hace eco AFN, se inició con la contaminación de unos terrenos en los que se cultivaba colza ecológica, su propietario se vio sorprendido con la retirada de la certificación ecológica durante un año al detectarse colza transgénica en sus cultivos. Por ello, las subvenciones asociadas a la comercialización de productos ecológicos también se han retirado y el resultado son grandes pérdidas para el agricultor australiano.
El agricultor tiene otros problemas añadidos, si decide acudir a los tribunales para reclamar las pérdidas que le ha ocasionado la contaminación transgénica, supuestamente proveniente de los campos colindantes, que sí producen colza modificada genéticamente, lo tendrá difícil, pues el Goliat Monsanto ha prometido apoyo jurídico a los productores de colza transgénica.
Lo tiene bastante complicado, ya que no sólo se enfrentaría a Monsanto o a los agricultores que cultivan colza transgénica, basta con decir que el organismo regulador pertinente, ha autorizado nuevos ensayos de colza transgénica capaz de soportar repetidas fumigaciones de Roundup (recordemos que se trata de un herbicida cuyo principal componente activo es el glifosato), esto es algo que muestra que el Gobierno está a favor de los cultivos transgénicos.
Los agricultores ecológicos, y deberíamos incluir a los consumidores que sólo quieren este tipo de productos, deben sentirse maltratados por el Ministro de Agricultura del país, sobre todo por las promesas que ha realizado en otras ocasiones indicando que los dos productos estarían separados como medida de seguridad. Tampoco se ha hecho realidad la promesa de publicar la información que muestra dónde se encuentran los campos de cultivo de colza transgénica, es decir, nadie sabe si su vecino está trabajando con productos modificados genéticamente a no ser que se realice un análisis. Esta información, en teoría, no se dio a conocer por miedo a las represalias de los agricultores ecológicos, nuevamente se delata el favor en pro de quienes cultivan transgénicos.
Fue este año cuando el Gobierno de Australia decidió levantar el veto al cultivo de soja transgénica, pero posiblemente también se acepten otros tipos de cultivo modificado genéticamente. De momento se ha prometido que se preparará una ley que proteja a los agricultores de alimentos ecológicos, pero da la impresión de que se trata de palabras con poco fundamento que quizá pretenden dar esperanzas alargando un poco más una solución que posiblemente no será satisfactoria, algo que se puede pensar dada la trayectoria de los alimentos modificados genéticamente en ese país.
Sería interesante retomar la lectura del post los alimentos modificados genéticamente se escapan de los campos, su lectura muestra que algunas de las medidas de seguridad planteadas son ineficaces y que la contaminación transgénica se produce. También recomendamos la lectura de este post titulado alimentos transgénicos en España, consecuencias reales, en el conocemos algunos casos muy similares al del agricultor australiano.
Foto | Raelene G