En la consulta de dietistas y nutricionistas es normal que se pregunte con qué frecuencia se pueden consumir alimentos fritos sin comprometer la salud. Y es que ha aumentado la preocupación por la alimentación saludable en el mundo occidental, donde la comida frita podría considerarse un alimento habitual. Por ejemplo, en Estados Unidos, alrededor del 36% de la población consume a diario comida rápida y gran parte de los productos alimenticios son fritos. En el Reino Unido, el desayuno tradicional inglés conocido como «fry-up» incluye diferentes frituras que se consumen diariamente o de forma semanal.
En España, el consumo de alimentos fritos es una práctica común y está profundamente arraigada en la cultura gastronómica del país. Los fritos forman parte de muchas recetas tradicionales y cotidianas. Pero, si bien freír puede mejorar el sabor y la textura de los alimentos, no es el método de cocción más adecuado y saludable como para convertirlo en un hábito.
Los expertos en nutrición explican que no hay una respuesta única sobre si la comida frita es siempre mala para la salud, ya que esto dependerá de diferentes factores, como el tipo de alimentos que se fríen, el modo en que se realiza la fritura, el tipo de aceite que se utiliza y si los alimentos fritos se compran en una cadena de restauración o se preparan en casa. Es importante destacar la gran diferencia entre preparar los alimentos fritos en casa y comprarlos en una cadena de comida rápida. Estos últimos suelen ser alimentos ultraprocesados que contienen numerosos ingredientes y han sido sometidos a diferentes procesamientos industriales.
Un ejemplo común de alimentos fritos que se consumen en cadenas de comida rápida son las patatas fritas. Por ejemplo, las que ofrece McDonald’s contienen aditivos como la dextrosa (un tipo de azúcar simple derivado del maíz y químicamente idéntico a la glucosa) y el pirofosfato ácido de sodio (un aditivo multifuncional utilizado como leudante, agente quelante, para controlar el pH, para mantener la humedad o como inhibidor de la fermentación, entre otros). Ambos componentes se asocian a un mayor riesgo de enfermedades crónicas como las enfermedades cardíacas o la diabetes tipo 2.
Freír alimentos en casa tampoco está exento de riesgos, ya que el proceso de fritura incrementa el contenido en grasas y calorías. Además, puede producirse la formación de compuestos potencialmente cancerígenos como la acrilamida. Recordemos que se trata de una sustancia catalogada como compuesto orgánico cancerígeno que se forma en cocciones superiores a 120º C de los alimentos que contienen asparagina y azúcares reductores, como las patatas fritas, galletas, pan, pastelería, café, etc. La acrilamida se metaboliza en el hígado para convertirse en glicidamida, un metabolito que ha sido objeto de varios estudios realizados con animales, cuyos resultados mostraban que se trataba de una sustancia altamente cancerígena.
Hay que destacar también que algunos aceites para freír, especialmente los parcialmente hidrogenados, son fuente dietética de grasas trans artificiales que están presentes en los alimentos. Este tipo de grasas son muy dañinas e incrementan el riesgo de sufrir enfermedades no transmisibles como las enfermedades cardiovasculares o neurodegenerativas. La hidrogenación es un proceso por el que los aceites son transformados en grasas sólidas con la ayuda de un catalizador y la adición de hidrógeno a altas presiones y temperaturas.
Con este proceso se saturan los enlaces insaturados del aceite, aumentando su punto de fusión. La solidificación de estos aceites proporciona mayor estabilidad oxidativa al eliminar los ácidos linoléico y linolénico, responsables del deterioro de un alimento por oxidación, otorgando mayor textura y “frescura”, lo que facilita su uso en la industria alimentaria dedicada a los productos comerciales de pastelería, comidas preparadas, alimentos procesados, etc.
A pesar de los riesgos asociados que hemos citado, se pueden utilizar opciones más saludables para disfrutar de las frituras. Un claro ejemplo son las freidoras de aire, este pequeño electrodoméstico permite obtener una textura similar a la fritura tradicional pero con muchos menos efectos perjudiciales para la salud. Según algunas investigaciones, las freidoras de aire pueden reducir los niveles de acrilamida hasta en un 90%, y si a esto añadimos el uso de un tipo de aceite con perfiles de grasas más saludables, como el aceite de oliva virgen extra, la fritura será aún mejor.
El tipo de alimentos que se fríen también influye en su carácter saludable. Por ejemplo, las verduras fritas en aceite de oliva virgen extra pueden ser más saludables que las hervidas porque el aceite aumenta la cantidad de fenoles con propiedades antioxidantes presentes en este alimento. Así se concluía en un estudio realizado por expertos de la Universidad de Granada.
Lo cierto es que los excesos, incluso de alimentos saludables, pueden ser contraproducentes. Como explican aquí, de ahí que los expertos en nutrición y dietética recomienden la moderación. No es necesario renunciar a los fritos, pero sí es necesario que el consumo sea ocasional y que se equilibre en el marco de una dieta saludable con productos frescos. Además, es importante limitar el tamaño de las raciones cuando se consumen frituras.
Optar por métodos de cocción más saludables, elegir aceites con mejores perfiles de grasa y limitar la frecuencia y la cantidad de alimentos fritos consumidos, puede ayudar a equilibrar el placer de comerlos con la necesidad de mantener una óptima salud. En Gastronomía & Cía tenéis a vuestra disposición la sección de recetas con freidora de aire, donde encontraréis muchas opciones para disfrutar de todo tipo de alimentos fritos con un perfil mucho más saludable cuando se quiere hacer un consumo diario.
Fotos 1 y 2 | Depositphotos
Foto 3 | Cómo hacer pan pizza en la freidora de aire (airfryer). Receta fácil y deliciosa para una cena rápida e informal
Foto 4 | Receta de pollo especiado con comino y pimentón agridulce en freidora de aire