Hoy conocemos una investigación desarrollada por Elena Belavina, profesora de la Facultad de Negocios SC Johnson de la Universidad de Cornell (Estados Unidos), en la que se concluye que con más tiendas de alimentación se reduciría el desperdicio de alimentos. La experta comenta que, si los consumidores pudieran comprar los productos perecederos en tiendas cercanas, realizarían compras con más frecuencia y en menos cantidad, lo que se traduciría en un menor desperdicio de alimentos.
Si hay menos comida en un hogar, se reducen las posibilidades de desperdiciarla, o sea, que aumentan las posibilidades de que se consuma todo lo que se ha comprado antes de que se supere la fecha de caducidad o de que se estropee. Parece ser que la investigadora planteó un estudio con el que determinar el impacto que tiene la cantidad de tiendas de alimentos en el desperdicio alimentario que se genera en tiendas y hogares. Para llegar a esta conclusión analizó datos del sector de la industria de los alimentos, de la Oficina del Censo de Estados Unidos, así como algunos estudios académicos relacionados con el tema.
La investigadora llegó a la conclusión de que en ciudades como Chicago, abrir tres o cuatro mercados en un área de 10 kilómetros cuadrados, reduciría el desperdicio de alimentos entre un 6% y un 9%. Esto supondría la reducción de las emisiones contaminantes comparable a la conversión de 20.000 vehículos que funcionan con combustibles fósiles a energía eléctrica. A esto hay que añadir otro beneficio, la reducción del gasto de los consumidores derivado de reducir el desperdicio de alimentos y el gasto en viajes para desplazarse a comprar comida.
Claro, que en el canal minorista se produjo un aumento del desperdicio de alimentos debido a la descentralización del inventario alimentario, una mayor variabilidad en la cadena de suministro y una menor demanda por parte de los consumidores. A esto hay que añadir que un mayor número de tiendas de alimentación provoca una mayor competencia en los precios, lo que puede conducir a un mayor volumen de desperdicio alimentario, pero se podrían citar otros problemas que surgirían. No hay equilibrio, en realidad el desperdicio se traslada de los hogares a las tiendas de alimentación, por lo que proponer esta solución no tiene mucho sentido.
En la investigación se ha determinado que en la mayoría de las grandes ciudades estadounidenses, se está muy por debajo de lo que se consideraría una densidad ideal de tiendas de alimentación, que lograría reducir el desperdicio alimentario. Con el planteamiento de la experta, en Chicago deberían existir unos 200 puntos de venta de alimentos en un área de 10 kilómetros cuadrados, y no los 15 existentes, pero sí sería recomendable aumentar el número de tiendas hasta alcanzar un equilibrio, se calcula que con 50 tiendas más se conseguirían beneficios en este sentido. Según el estudio, en otras ciudades como Nueva York sí se acerca a una densidad adecuada de tiendas de alimentación, pero el estudio no proporciona datos sobre el desperdicio alimentario de la ciudad.
Merece la pena recordar que recientemente hablábamos de un estudio realizado por expertos de la Universidad Estatal de Pensilvania, en el que se concluía que los estadounidenses desperdician casi un tercio de los alimentos que compran. Las estimaciones mostraban que el hogar medio estadounidense desperdicia un 31’9% de los alimentos que adquiere, destacando que quienes tenían mayores ingresos y seguían una dieta más saludable con mayor consumo de frutas y verduras, eran los que más alimentos desperdiciaban. En cambio, los hogares con un menor volumen de desperdicio de alimentos son aquellos que utilizan una lista de la compra, y aquellos que viven en zonas alejadas y deben realizar viajes más largos para comprar lo que necesitan, es decir, lo contrario a lo que comenta Elena Belavina.
La investigadora considera que es necesario aumentar el número de tiendas de comestibles y alienta a ello a los operadores alimentarios, planificadores urbanos y políticos, ya que cree que de este modo se realizarían compras más sostenibles y asequibles. Parece que la investigadora olvida que existe una agresiva competencia de mercado, que los consumidores prefieren ir a centros donde encuentran de todo y a mejor precio que lo que se encuentra en tiendas pequeñas, olvida que los minoristas no buscan el bien de la comunidad, sino el beneficio económico, y así un largo etcétera de argumentos.
Elena Belavina considera interesante dar un salto atrás en el tiempo para recuperar las tiendas de barrio y en ello, los organismos políticos pueden tener un papel importante. Cree que, en su momento, los políticos deberían haber ayudado a este sector y mantenerlo, ya que se traduce en un beneficio para el medioambiente y para los consumidores, especialmente para los que viven en barrios de economías más deprimidas. En este sentido tenemos nuestras dudas, con menos dinero no se va a comprar a una tienda donde los precios son más elevados (por ausencia de ofertas, aunque hay ofertas que en realidad no lo son), con menos dinero no se compran más alimentos perecederos y así se ha demostrado en varios estudios.
La experta cree que se están produciendo algunos movimientos en todo el mundo, para retroceder un poco en el tiempo y recuperar esas pequeñas tiendas de barrio, una solución a lo que se denomina desierto alimentario, término con el que se describe a una zona o vecindario que tiene un acceso severamente limitado a la compra de alimentos frescos como las frutas y verduras. Parece ser que en Estados Unidos este problema se destacó hace una década, entonces se estimaba que millones de personas carecían de acceso a un punto de venta de alimentos a menos de unos dos kilómetros, pero esto no lo han solucionado abriendo tiendas de alimentación, sino grandes supermercados.
La experta cree firmemente que con más tiendas a disposición de los consumidores, se comercializaría un mayor volumen de alimentos frescos e incluso se mejoraría la dieta. Parece una visión alejada de la cruda realidad, donde falta valorar muchos factores que no se han tenido en cuenta en la investigación. A continuación, podéis ver un vídeo en el que Elena Belavina expone su estudio y conclusiones.
Con más educación, responsabilidad y concienciación en los consumidores y en todos los eslabones de la cadena alimentaria, llevando a cabo un cambio significativo en los estándares de mercado, compromisos políticos para hacer más accesibles alimentos como las frutas y las verduras, controlando la especulación y los abusos que se producen en la cadena alimentaria, y mil cuestiones más, se podría ayudar a reducir el desperdicio alimentario en toda la cadena de valor, abrir más tiendas de alimentación probablemente agravaría los problemas.
Podéis conocer todos los detalles de la investigación a través de este artículo publicado en la página web de la Universidad de Cornell, y en este otro publicado en la revista científica Manufacturing & Service Operations Management.