El pan es un alimento básico y relativamente económico, siendo la harina de trigo la más utilizada a la hora de hacer pan en la mayor parte de países del mundo, aunque actualmente encontramos panes elaborados con todo tipo de harinas y diferentes ingredientes. En países como el Reino Unido se calcula que se comercializan anualmente unos 12 millones de barras de pan, cifra bastante reducida si la comparamos con los datos del mercado español, cuyo consumo anual per cápita ronda los 35 kilos. Pero no es de los datos de consumo de pan de lo que queremos hablar, sino del impacto ambiental que tiene la elaboración de pan, tema que han investigado expertos del Centro Grantham para el Futuro Sostenible de la Universidad de Sheffield.
Los investigadores han analizado el proceso completo que da lugar a una barra de pan, el cultivo del trigo, la recogida del cereal y su molienda, la producción de harina, el amasado y horneado del pan, hasta que llega a las estanterías de las panaderías y tiendas de alimentación. ¿Cómo reducir el impacto ambiental de una barra de pan?, habría que empezar por cambiar el sistema de producción del cereal, ya que un 43% de las emisiones de gases de efecto invernadero resultantes de la elaboración del pan se asocian a la producción de trigo, concretamente al uso de fertilizantes como el nitrato de amonio, utilizado principalmente por su alto contenido en nitrógeno.
Los expertos comentan que en cada pan que se elabora no se materializa el calentamiento global resultante del fertilizante que se utiliza en las cosechas de trigo, sino en la energía necesaria para la fabricación del fertilizante y de la liberación del óxido nitroso cuando se degrada en el suelo, un gas de efecto invernadero causante del calentamiento global junto a otros gases como el metano, el dióxido de carbono, etc. El pan se toma como ejemplo del desafío que supone producir suficientes alimentos para garantizar la seguridad alimentaria, que sean asequibles y además sean respetuosos con el medio ambiente.
Como ya explicábamos aquí, los alimentos básicos tienen un gran impacto ambiental, productos como el maíz, la soja, el arroz, el trigo, etc., generan más emisiones de gases de efecto invernadero que los producidos de forma individual por casi cualquier país del mundo, así se concluía en un informe realizado por la organización Oxfam Internacional. Se suele hablar de la necesidad de realizar un cambio de dieta reduciendo el consumo de carne para poder alcanzar los objetivos climáticos, es decir, limitar a 1’5º C el calentamiento global tal y como se refleja en los compromisos climáticos que se planearon en la cumbre de París celebrada a finales del 2015 (Conferencia COP 21).
Parece evidente que es necesario que el sector agrícola acometa los cambios necesarios en la producción a fin de poder reducir el elevado impacto ambiental que generan. Podemos hablar de cambio de dieta y de reducir el consumo de carne, pero de poco servirán estas medidas si se sustituye este alimento por otros a los que se asocia un elevado nivel de gases de efecto invernadero. Volviendo al estudio, los expertos comentan que se calcula que un 60% de los cultivos agrícolas utilizan fertilizantes que están compuestos por sustancias químicas como el metano, el dióxido de carbono, el amoníaco y el nitrógeno, sustancias que contribuyen al efecto invernadero.
Los investigadores explican que sus resultados analizan con detalle una parte clave en el desafío para la seguridad alimentaria, comentan que el actual sistema agroalimentario no tiene como propósito principal proporcionar una seguridad alimentaria mundial que sea sostenible, su principal objetivo es la rentabilidad económica. La alta productividad es necesaria por dos razones principales, se benefician agricultores, empresas agrícolas y minoristas del sector alimentario, y se logra mantener el precio de los productos relativamente bajos para que puedan acceder a ellos los consumidores. Esto obliga a que el sector agrícola utilice forzosamente gran cantidad de fertilizantes lo más económicos posibles.
Más de 100 millones de toneladas de fertilizantes se utilizan anualmente en el mundo en la producción agrícola, lo que supone un grave problema, pero lamentablemente el impacto ambiental no está calculado y presupuestado dentro de este sistema productivo, por lo que no existen incentivos para que se reduzca la dependencia de estos fertilizantes. Los expertos explican que para alcanzar la seguridad alimentaria mundial sostenible es necesaria una combinación de técnicas, política económica, así como el desarrollo de investigaciones similares a la que se ha realizado con el pan, de este modo se puede tomar conciencia del enorme impacto ambiental que tienen muchos de los alimentos presentes en la cesta de la compra.
En esta investigación también se apuntan las posibles soluciones que podrían reducir de forma significativa el impacto ambiental de la producción alimentaria en un futuro. Entre las soluciones que se barajan se cita la reducción del uso de los fertilizantes reciclando los residuos agrícolas y humanos para convertirlos en abono, de este modo se retiene el nitrógeno en el mismo ciclo, aprovechar algunos recursos de la agricultura ecológica, como por ejemplo el uso de abonos verdes, o la rotación de cultivos con leguminosas que permiten fijar el nitrógeno en el suelo.
Trabajar con agricultura de precisión para aplicar el fertilizante solamente donde y cuando sea necesario, recordemos que se realizó un estudio sobre este concepto agronómico para la gestión de las parcelas agrícolas mediante las técnicas y conocimientos de cultivo actuales, realizando una gestión más coherente y eficiente de las tierras, para mejorar la calidad de los cultivos y su rentabilidad, con ello se mejoraría la eficiencia del modelo actual de agricultura y, por tanto, se estaría más cerca de alcanzar la seguridad alimentaria
Es un estudio interesante, como dicen los investigadores, sería necesario realizar investigaciones similares con otros productos alimentarios, seguro que nos sorprendería lo relacionados que llegan a estar con el calentamiento del planeta. Podéis conocer más detalles de la investigación a través de este artículo publicado en la página del Centro Grantham y a través de la página de la revista científica Nature Plants.
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