Todavía encontramos a personas que creen que colocar una cuchara en una botella abierta de cava o champán resulta efectivo para mantener las burbujas de la bebida, e incluso ofrecen alguna explicación sobre la razón de su efectividad. Pero la realidad es que se trata de una solución inútil y así se ha demostrado científicamente desde hace bastante tiempo, de hecho, el primer estudio en firme se realizó hace casi tres décadas.
El estudio titulado “El mito de la cucharadita” (Le mythe de la petite cuillère) se diseñó exclusivamente para averiguar qué había de verdad en la afirmación de que una cuchara (y preferiblemente de plata) colocada en una botella abierta de vino espumoso, podía evitar que las burbujas escaparan de la botella y desbravaran la bebida. En este trabajo que podéis consultar en este documento (Pdf), los investigadores llevaron a cabo tres metodologías para evaluar el impacto de colocar la cuchara en la botella abierta de champán en relación a la conservación de las burbujas y de la bebida en general. Se analizó el cambio de presión, se evaluó la pérdida de peso y se llevó a cabo un análisis sensorial.
Los expertos realizaron el experimento por triplicado con botellas abiertas, colocando una cuchara de plata, una de acero inoxidable, un tapón de corcho con sello hermético y un tapón de metal con bordes rizados de material plástico que se utiliza para tapar bebidas con gas, también se dispusieron botellas abiertas sin ningún sistema para retener la presión.
Se procedió posteriormente a analizar el cambio de presión en las botellas, constatando que a menor cantidad de líquido, más reducida era la presión interior en la botella, algo lógico. Tras 48 horas de almacenamiento, se determinó que la presión en las botellas abiertas que tenían una cuchara se había reducido en más de un 50% lo que indica que se produjo una pérdida significativa de las burbujas.
Las burbujas del cava o del champán son la clave en el sabor, ya que contienen hasta 30 veces más compuestos aromáticos que la propia bebida, además, según algunas investigaciones, si las burbujas son grandes el vino espumoso sabe mucho mejor, algo contrario a lo que se creía hasta entonces, que un flujo constante de diminutas burbujas era sinónimo de calidad, de todo ello hablábamos aquí.
El caso es que se constató claramente que la cuchara no producía un efecto de conservación, sólo las botellas que se sellaron con un tapón (los dos tipos descritos) redujeron la caída de la presión a sólo un 10%. Se analizó el cambio de peso de las botellas, las que estaban abiertas y sin nada, las que tenían una cuchara insertada y las que tenían un tapón. Los expertos no observaron un cambio en el peso de las botellas selladas con un tapón, pero en el resto, la pérdida de peso fue significativa.
Y en la prueba de cata se constató que todas las bebidas sufrieron oxidación, algo lógico por el contacto con el oxígeno, pero se observó que en las botellas cerradas con un sello hermético la bebida estaba en mejores condiciones, tenía más efervescencia y había perdido muchos menos compuestos aromáticos. Por tanto, y como explican aquí, hay que abandonar definitivamente esa creencia popular sobre la capacidad de conservación que tiene una cuchara colocada en la botella de un champán o cava abierta.
Foto 1 | cyclonebill
Foto 2 | Susanne Nilsson