El próximo mes de marzo, en el Reino Unido entrará en vigor el impuesto de los refrescos anunciado en 2016, un gravamen que se segmenta en dos niveles, uno de 18 peniques para las bebidas que superen los 5 gramos de azúcar por cada 100 ml, y otro de 24 peniques por litro para las que superen los 8 gramos de azúcar por cada 100 ml. Desde entonces, algunos fabricantes han estado trabajando en sus fórmulas para reducir el contenido de azúcar sustituyéndolo por edulcorantes artificiales no calóricos.
Pero este no es el caso de Coca Cola, la compañía ha anunciado que la bebida no será reformulada, se argumenta que a la gente le encanta su sabor y han pedido que no se cambie la receta original. Hay quien considera que quizá es por temor a la reacción de los consumidores y tener que asumir un gran fracaso como el ocurrido en 1985, año en el que se lanzó New Coke, nombre no oficial para la reformulación de Coca Cola que la compañía tuvo que abandonar 79 días después de haberla puesto a la venta, volviendo a la fórmula original.
La conocida Coca-Cola Classic contiene 10’6 gramos de azúcar por cada 100 mililitros, por lo que está sujeta al segundo segmento del impuesto, hay que decir que la mayor parte de esos 24 peniques (0’27 euros) se trasladará a los consumidores. Coca Cola no cambiará su fórmula en el Reino Unido, además, reducirá el tamaño de la botella de 1’75 litros a 1’5 litros y subirá su precio en 20 peniques. La compañía manifiesta que no tiene intención de modificar la fórmula por evitar el impuesto, claro, a fin de cuentas se lo trasladan a esos consumidores que piden que no se modifique, petición que afectará a su bolsillo, y su salud.
El nuevo impuesto afectará a uno de cada cinco refrescos que se comercializan en el Reino Unido, varias formulaciones de bebidas que también comercializa la compañía Coca Cola se han modificado, por ejemplo, Sprite, Dr Pepper y Fanta, esta última se presentó el año pasado con un 33% menos de azúcar, pero no parece haber molestado mucho a los consumidores. En cambio, otras empresas como AG Barr, responsables de la elaboración de Irn-Bru, un refresco carbonatado que tiene su mayor cuota de mercado en Escocia, decidió cambiar drásticamente su formulación para eludir el impuesto, provocando la división de opiniones entre los fanáticos de la bebida, llegando a realizarse una petición para mantener la receta tradicional, algo que quizá habría pasado con Coca Cola de haber cambiado su receta.
La no reformulación provocará que una lata de Coca Cola tradicional sea más cara que otras versiones que no tienen azúcar y que, por tanto, no están sujetas al gravamen, como es el caso de Coca-Cola Light o la Coca Cola Zero. La compañía comentó en su momento que en el caso de las latas, el aumento de precio se trasladaría a los mayoristas, pero aún no está claro qué ocurrirá en las estanterías de las tiendas, Coca Cola comenta que deben ser los clientes los que deberán decidir los precios minoristas en sus puntos de venta, pero es probable que la mayor parte del aumento de precio sea finalmente asumido por los consumidores.
Da la impresión de que el impuesto de los refrescos del Reino Unido no tendrá el impacto deseado, algo se reducirá el consumo, pero parece que vaya a ser significativo. Por otro lado, no hay que centrarse sólo en la reducción del consumo de bebidas como Coca Cola, pues son muchos los productos que se comercializan en el supermercado, y de todo tipo, que contienen cantidades elevadas de azúcar y la reducción de calorías por tomar menos refrescos es insuficiente para hacer frente al problema por el que se planteó el gravamen, hacer frente al sobrepeso y la obesidad.
El impuesto no es una solución, es un mal remiendo que permitirá al Reino Unido recaudar más de 500 millones de libras esterlinas anuales, dinero que, en principio, y según explican aquí, se destinará a la financiación del deporte en las escuelas primarias, ya se verá. Pero tampoco sería la solución añadir otros impuestos para gravar a los productos de confitería, la bollería, etc., habría que meterse de lleno con la industria alimentaria obligando a que reformulase miles de productos alimenticios que contienen azúcares añadidos, salsas, sopas, preparados cárnicos, de hecho, no se libran ni las verduras ecológicas enlatadas.
Con esta y otras medidas como, por ejemplo, la asignatura de nutrición en las escuelas, quizá sí se podría hacer frente al grave problema del sobrepeso y la obesidad, pero esto es un sueño inalcanzable, de momento.
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