Los canónigos (valerianella olitoria o valerianella locusta), también conocidos como lechuga de campo o hierba de gato, son una planta silvestre de la familia de las valerianáceas muy apreciada en la actualidad culinaria.
Los canónigos están formados por pequeños ramilletes, originarios de Europa, crecen de forma natural en zonas frías de Europa, Asia y el Cáucaso. Hoy en día se cultivan canónigos sobre todo en Italia, Francia y Alemania y su consumo no se extiende fuera de Europa.
Parece ser que esta hierba recibe el nombre de canónigos porque se encontraba frecuentemente en los cultivos de los monasterios. Hubo un tiempo en que se le restó valor, pero como ya hemos dicho, actualmente es muy apreciada por su delicadeza, su frescura y sus cualidades nutritivas.
Los canónigos de cultivo ofrecen un sabor más suave que los silvestres, con ligeros toques de nuez, difusamente picante y una textura muy tierna. Son una excelente fuente de betacaroteno, vitamina C y ácido fólico, y proporcionan muy pocas calorías, unas 14 por cada 100 gramos.
Encontramos los canónigos como producto de cuarta gama en cualquier establecimiento de alimentación, resultan ideales para tomar crudos, en ensaladas con aliños suaves que no enmascaren su frescura y su sabor, también están deliciosos en cremas y sopas (que no necesiten mucha temperatura para su elaboración) y nos encanta añadirlos a la pizza una vez que está hecha, después espolvoreando con parmesano rallado.
La conservación de los canónigos es reducida, unos dos o tres días en el frigorífico, por eso es recomendable comprarlos con intención de consumirlos en uno o dos días y disfrutar de todas sus cualidades.
Las ensaladas visten muy bien cuando se añaden canónigos, llaman la atención por su intenso color verde, fresco y brillante, y sorprende en el paladar por lo tiernos que resultan. Seguro que muchos de vosotros disfrutáis de nutritivas ensaladas con canónigos, ¿queréis compartir alguna receta en particular?