El próximo mes de noviembre los votantes de California (Estados Unidos) decidirán la aprobación de la Proposición 37, un proyecto sobre el etiquetado de alimentos transgénicos, cuyo propósito es que los consumidores puedan saber qué alimentos en general han sido modificados genéticamente o contienen algún ingrediente en el que se han realizado cambios específicos en su ADN. Esto ha sido posible gracias a la campaña que se inició hace unos meses bajo el lema «Derecho a saber», solicitando una legislación transparente e informativa sobre los alimentos transgénicos. La respuesta no se hizo esperar y algunas compañías y empresas formaron coalición para luchar contra la aprobación de la Proposición 37, poco a poco se han ido sumando más empresas y se ha incrementado el número de donaciones, el dinero se utiliza para la campaña en contra del etiquetado transgénico en California.
La lucha contra la Proposición 37 la encabezan los más interesados, la compañía biotecnológica Monsanto y la Compañía Dupont, una de las multinacionales más grandes del planeta dedicada al desarrollo de productos químicos, le siguen PepsiCo, Basf, Bayer Cropscience, Dow Agrosciences, Nestlé, Coca Cola, Conagra, Syngenta, Kellogg, General Mills y así un gran número de empresas. Durante las últimas semanas se han incrementado las donaciones y no se tardará en alcanzar los 50 millones de dólares, dinero que se va a emplear en realizar una fuerte oposición mediante campañas en las que se promueve el ‘No a la Proposición 37’ argumentando principalmente que su aprobación provocaría el incremento del precio de los alimentos. Varios consultores que trabajan para estas compañías y empresas, desarrollan la creación de una aparente base opositora de consumidores, cuya finalidad es disfrazar los esfuerzos realizados por los activistas californianos, se pretende hacer creer que son muchos los consumidores los que se oponen al etiquetado transgénico y con este movimiento convencer a los votantes.
La batalla se recrudece, la industria agroalimentaria teme lo peor, la aprobación de la Proposición 37 en California podría convertirse en una legislación a nivel nacional y se debería etiquetar aproximadamente el 80% de los alimentos que se comercializan en los supermercados, la razón es obvia, los ingredientes modificados genéticamente se utilizan en la mayoría de alimentos procesados. Para muchos estadounidenses todavía es algo desconocido que muchos de los cultivos transgénicos más populares, como puede ser el maíz, la colza o la soja transgénica, han sido y son ingredientes básicos en todo tipo de alimentos, están presentes en todo tipo de alimentos envasados. Los activistas argumentan que los consumidores tienen derecho a saber qué alimentos consumen y si son o no transgénicos, es una reclamación muy lícita, después cada cual que decida si quiere o no consumir estos productos.
Si compañías como Kellogg tuvieran que identificar que sus famosos Corn Flakes, se elaboran con alimentos modificados genéticamente, sería un gran varapalo para esta marca y posiblemente no sólo repercutiría a nivel nacional, también a nivel mundial. De momento las encuestas realizadas muestran que existen muchas posibilidades de que se apruebe la Proposición 37, de ahí que se incrementen las donaciones para la campaña en contra del etiquetado de los alimentos modificados genéticamente. Hasta la fecha, todos los intentos realizados por conseguir identificar este tipo de alimentos han fracasado, de ello se han encargado las compañías alimentarias en varias ocasiones, pero esta vez parece que es distinto.
Los fabricantes argumentan que identificar los alimentos transgénicos es como decir que no son alimentos seguros, es como colocar el logotipo de peligroso (identificación que se muestra con una calavera y dos tibias cruzadas) a un producto que para ellos es totalmente seguro para la salud de los consumidores. Si defienden su inocuidad y seguridad, si realmente son tan buenos y seguros, ¿por qué se oponen a informar a los consumidores? Recordemos que los argumentos de estas empresas se basan en el principio de equivalencia, cuando un alimento transgénico es equivalentemente en composición y características nutricionales a un alimento tradicional, ambos se consideran iguales, por lo que no es necesaria su identificación según la actual legislación. Curiosamente Monsanto define que ‘los alimentos transgénicos se han obtenido de plantas o animales a los que se les ha alterado su composición genética para que incluyeran rasgos que de forma natural no tendrían’, la contradicción es muy evidente.
A todo esto hay que sumar el problema que existe con la definición del término «natural» se etiquetan alimentos transgénicos como si fueran alimentos naturales 100% basándose en el principio de equivalencia. La FDA (Food and Drug Administration) todavía no ha definido el término ‘natural’ y la razón ya la hemos indicado, la equivalencia, al respecto recomendamos retomar la lectura del post Alimentos transgénicos etiquetados como alimentos naturales. Las empresas que han formado coalición contra la propuesta de legislación argumentan que la medida está viciada y mal redactada (aunque no explican los motivos), hacen especial hincapié en el incremento del precio de los alimentos si sale adelante, creen que todo lo que sean temas que afecten al bolsillo del consumidor, puede hacerles cambiar de opinión y votar en contra.
El caso es que a medida que se acerca la fecha de votación, los esfuerzos se incrementan por ambos bandos, aunque evidentemente las compañías y empresas tienen más dinero, y las campañas y acciones son más intensas y agresivas que las que ponen en marcha los grupos a favor del etiquetado de los alimentos modificados genéticamente. Como apunte hay que destacar que en estas campañas se utilizan las declaraciones de instituciones como la OMS (Organización Mundial de la Salud), indican que los transgénicos no representan un riesgo para la salud y son esenciales para poder abastecer a la población mundial. Los críticos, en cambio, indican que estas convicciones se basan en estudios mixtos y que es necesario realizar más investigaciones al respecto. Por otro lado, el hecho de no identificar a este tipo de alimentos hace que sea difícil poder rastrear cualquier alergia o problema de salud en seres humanos o animales.
Posiblemente en las próximas semanas conoceremos nuevos movimientos del grupo opositor, de momento las estrategias se centran en asustar al bolsillo, ya veremos si adoptan otro tipo de iniciativas para intentar desalentar a los consumidores para que voten en contra del etiquetado el próximo mes de noviembre. Os recomendamos leer el artículo de Reuters sobre este tema.