Todos los datos apuntan a que Brasil podría convertirse en el principal productor de alimentos transgénicos del mundo, su carrera es imparable y en los últimos tres años ha experimentado el mayor crecimiento global en la producción de este tipo de alimentos. En el año 2009 superó a Argentina colocándose en segundo lugar en el ranking mundial de producción, en el 2010 experimentó un incremento del 20% con respecto al 2009, alcanzando los 30’3 millones de hectáreas plantadas, de acuerdo que representa la mitad del volumen estadounidense cifrado en 69 millones de hectáreas, pero a este paso y cotejando el crecimiento de ambos países, a corto plazo Brasil podría igualar, y posteriormente superar, el volumen de cultivo de alimentos transgénicos.
Será interesante retomar el post Mil millones de hectáreas destinadas a los alimentos transgénicos, en él podemos ver un mapa de distribución de cultivos, en ese momento Brasil destinaba 25’4 millones de hectáreas al cultivo de alimentos modificados genéticamente. El modelo que está adoptando ese país está sujeto a sus pretensiones de crecimiento económico, pero parece que no importa el coste medioambiental y mucho menos los posibles riesgos que pueden encerrar los alimentos transgénicos a largo plazo, son impredecibles y desconocidos, aunque algunos ya empiezan a mostrarse. Véase como ejemplo el post en el que destacábamos que los insectos han desarrollado resistencia al maíz transgénico.
Una subida tan fulminante puede provocar una caída estrepitosa, algunos expertos como la investigadora del Instituto Brasileño de Defensa del Consumidor (IDEC), declaran que se trata de todo un desafío y el país no está preparado para la expansión de los cultivos modificados genéticamente. Pero es interesante remontarse un poco en el tiempo para entender cómo los transgénicos se han introducido tan rápidamente en Brasil. Recordamos el caso de Milton Amarante, un agricultor brasileño que comenzó a plantar hace algunos años soja transgénica procedente de Argentina, para saltase las prohibiciones y dados los pocos controles que se realizaban, Milton Amarante comenzó a cultivar la soja modificada genéticamente mezclándola con otros tipos de soja, esta variedad transgénica se plantaba en el centro del campo de cultivo, dejando la tradicional en los márgenes a fin de evitar que las autoridades se enteraran.
Este agricultor contribuyó a la difusión de la soja transgénica proporcionándosela a otros agricultores de forma ilegal, entre todos lograron que el 80% de la soja producida en Brasil fuera transgénica, curiosamente el país prohibía el cultivo transgénico a pesar de ser el segundo productor del mundo, de todo ello hablábamos en el post La guerra de los cultivos transgénicos (V). Que la soja transgénica conquista Sudamérica es un hecho sobradamente constatado, basta dar un vistazo al mapa referenciado anteriormente para darse cuenta de ello (y eso que son datos de 2010), Argentina, Paraguay y Uruguay incrementan también la superficie de cultivo y otros países se suben al carro de la biotecnología para no descolgarse en el avance de las tecnologías alimentarias y de los posibles beneficios que puedan ofrecer. Que Brasil podría convertirse en el principal productor de alimentos transgénicos del mundo, es un hecho.
Al respecto de la introducción de las semillas transgénicas en el país, habría para hablar largo y tendido, pero nos centraremos en la actualidad, El cultivo de alimentos transgénicos en el país se ha convertido en un motor de crecimiento a nivel mundial, el presidente del ISAAA (International Service for the Acquisition of Agri-biotech Applications), una organización «sin ánimo de lucro» que promueve la biotecnología agrícola, y especialmente en los países con recursos más limitados, indica que aunque existe una notable diferencia con respecto a la superficie cultivada en Estados Unidos, Brasil acorta rápidamente distancias, favorece a ello la voluntad política del país para aumentar la productividad a través de la biotecnología, ahora se aprueba rápidamente la introducción de una variedad transgénica, todo lo contrario a lo que ocurre en Europa.
Hasta el momento, los cultivos más numerosos corresponden al maíz, la soja y el algodón, pero se planea la introducción de otras especies como por ejemplo la caña de azúcar modificada genéticamente. Algunas fuentes indicaban que se utilizaría para la producción de biocombustible, pero es de sospechar que también se podría utilizar en la alimentación humana y animal, como precedente citaremos las patatas transgénicas de BASF, éstas se modificaron genéticamente para incrementar el contenido de amilopectina, sustancia utilizada en la industria para producir almidón. Inicialmente se indicaba que sería utilizada sólo para fines industriales, sin embargo, esta compañía estaba tramitando las solicitudes para, en un futuro, poder introducir estas patatas en la alimentación humana y animal, algo que también se podría barajar con la caña de azúcar.
Según leemos en la web de BBC, hace unos días una empresa anunciaba la comercialización de semillas que tenían cinco genes integrados en una nueva variedad de maíz, es decir, un maíz que se acerca al patrón del maíz transgénico SmartStax, cuyo patrón genético contiene hasta ocho genes diferentes. Quizá se está reproduciendo la resistencia de los insectos al maíz transgénico y por ello se introduce esta nueva variedad, hay que decir que Dow Agrosciences, la compañía estadounidense responsable de su introducción, no ha querido explicar los motivos de ello, algo que hace sospechar.
Por su parte, otros expertos de la empresa EMBRAPA vinculados al Ministerio de Agricultura brasileño, indican que se trata de un mercado muy dinámico y que cada año se introducen novedades, es una explicación pobre y con poco peso, sobre todo sabiendo que admite que en igualdad de condiciones y sin plagas, el maíz transgénico y el maíz convencional rinden igual, esta explicación también nos la facilitaba Pere Arús, investigador agroalimentario del IRTA (Instituto de Investigación y Tecnología Alimentaria), el experto decía que el maíz transgénico es hasta un 15% más productivo cuando existe una plaga, pero si no la hay, rinden igual, algo que evidencia que los alimentos transgénicos no podrían solucionar el hambre en el mundo como algunos investigadores mantienen, de ello hablábamos en el post Ventajas e inconvenientes de los alimentos transgénicos (III).
Además, hay que tener en cuenta que las semillas transgénicas son más caras, pero a los agricultores no les preocupa, aunque no existiera plaga la seguirían utilizando a fin de evitar posibles problemas, el negocio de las empresa biotecnológicas va viento en popa en Brasil. Nos quedamos con las conclusiones de la investigadora del Instituto brasileño de Defensa del Consumidor (IDEC), hace falta investigar más para conocer el impacto real del cultivo de alimentos modificados genéticamente, pero estudios que sean realizados por laboratorios independientes, ya que los que se presentan son los que han llevado a cabo las propias compañías biotecnológicas, es necesario ser más transparentes y ofrecer información veraz a los consumidores, es necesario crear laboratorios que analicen todos los productos transgénicos para determinar la cantidad de material genético que se incluye en los productos alimentarios, etiquetas alimentarias que los identifiquen (algo que incluso en países como Estados Unidos ya se solicita).
En resumidas cuentas, las prisas, los intereses políticos y económicos se anteponen a las cuestiones relacionadas con la seguridad para el medio ambiente, la alimentación humana y animal, quizá en un futuro Brasil será la primera potencia en transgénicos, pero ¿a qué precio?.
Foto 2 | Alternative Heat