El Ministerio de Salud de Bélgica y los fabricantes y minoristas, han formado un convenio de carácter voluntario para reducir el contenido calórico de los productos alimentarios que se comercializan en el país en un 5% para el año que viene. A este convenio se han suscrito compañías como McDonald’s, Pizza Hut o Lunch Garden, entre otras, es un acuerdo en el que se traza un plan para reducir el contenido de azúcar y grasas en los productos alimentarios, pero también se tratan otras cuestiones como la de comercializar porciones más pequeñas, o incrementar el contenido de fibra.
Bélgica quiere reducir el contenido calórico de los alimentos en un 5% para 2017, y parece que este es un primer paso en el plan de mejora de la salud de la población, ya que para el año 2020 se ha previsto que los cereales para el desayuno contengan un 4% menos de azúcar y un 5% más de fibra, que los refrescos y bebidas azucaradas contengan un 10% menos de azúcar, que los productos lácteos contengan un 8% menos de azúcar, etc. El problema de este convenio es que no contará con una supervisión independiente, no se especifica en la reducción del contenido calórico qué porcentaje procede de la reformulación de productos, la restricción de las promociones y ofertas alimentarias, o la reducción de las raciones.
Todas estas acciones se dejan en manos de las empresas para que utilicen la fórmula que más les convenga a fin de poder alcanzar el objetivo planteado. En lo que respecta a las empresas dedicadas a servicios de alimentación, como ejemplo se cita que en vez de ofrecer una gran ración de puré de patatas acompañada de una pequeña ración de verduras, se invertirá la oferta aumentando la cantidad de verduras y reduciendo la cantidad de puré de patatas. En el caso de un fabricante de yogur de frutas, este podrá reformular el producto para reducir la cantidad de azúcar que le añade, aunque también cabe la posibilidad de que ofrezca formatos de yogur más pequeños.
El Ministerio de Salud del país aclara que el Gobierno no realiza ninguna inversión en esta acción, los cambios serán financiados por la industria alimentaria, ya que han visto que el mercado está cambiando y que es necesario adaptarse a las necesidades y exigencias actuales. Parece ser que ya en el año 2012 se habló de este convenio, pero en aquel entonces no había predisposición para sentar las bases para mejorar los productos alimentarios y por tanto la salud de la población, la verdadera negociación para llevar a cabo este plan se inició en el año 2014, y finalmente se ha logrado llegar a un acuerdo.
Los representantes del sector de la industria alimentaria y la distribución se comprometen a cumplir este convenio asegurando que serán ellos mismos quienes lo supervisen conjuntamente con el Gobierno del país. Se asegura que se realizarán análisis en laboratorios cualificados de la Agencia Federal para la Seguridad de la Cadena Alimentaria (FASFC), para verificar que los productos cambian su formulación (cuando sea el caso) cumpliendo con los objetivos del convenio.
Este acuerdo nos recuerda bastante al alcanzado el pasado mes de febrero entre la Unión Europea y la industria alimentaria con el objetivo de mejorar la calidad de los alimentos. Básicamente se puede hablar de los mismos objetivos, ya que en este convenio se contempla un plan de trabajo de carácter voluntario en el que la industria de los alimentos y las bebidas se compromete a realizar una reducción de los azúcares añadidos, la sal y las grasas saturadas para el año 2020. Este tipo de iniciativas de carácter voluntario no suelen ser efectivas y en muchas ocasiones fracasan, quienes suscriben un acuerdo muestran un claro compromiso, pero cuando llega el momento de la verdad, de lo acordado se cumple muy poco.
Se puede citar como ejemplo la reformulación voluntaria del contenido de sal en los alimentos del Reino Unido. Una investigación realizada por Consensus Action on Salt and Health (CASH) mostraba que algunos alimentos de la cesta de la compra contenían en la actualidad mucha más sal que hace unos años. Parece ser que el programa de reducción voluntaria de la sal en los alimentos tuvo grandes progresos hasta el año 2010, en aquel entonces el programa estaba supervisado por la Food Standards Agency (FSA).
Pero a partir de ese año se transfirió la responsabilidad de este convenio a la industria alimentaria, en función de un acuerdo denominado The Responsibility Deal (Responsabilidad de Salud Pública de carácter voluntario), a partir de ese momento el contenido en sal empezó a incrementarse de forma significativa. Un ejemplo se puede ver en la sopa de tomate, un 47% de la oferta del mercado de este producto contiene la misma cantidad de sal que hace unos años, o sea, que todos los avances realizados durante años, se han tirado a la basura, de todo ello hablábamos aquí.
Es difícil confiar en este tipo de acuerdos voluntarios, son muchos los ejemplos que se pueden mencionar que demuestran que no funcionan. Un modo de asegurar que la alimentación sea más saludable es legislar y poner en marcha normativas que obliguen a la industria a realizar los cambios para mejorar la calidad de los alimentos, ya sea a nivel nacional, como en Bélgica, o a nivel europeo. Volviendo a la noticia sobre la reducción de calorías en los alimentos de Bélgica que hemos conocido aquí, parece ser que la gestión de los datos sobre los avances que la industria alimentaria realice, será llevada a cabo por una organización sin ánimo de lucro denominada Nubel, casualmente es una organización financiada en parte por la empresa y el gobierno.
Como decíamos, este convenio no termina de convencer, se considera que se trata de una maniobra para captar la atención de los medios de comunicación, ya que el hecho de no dejar que sea una organización independiente quien verifique los avances realizados da que pensar. Por otro lado, es ridículo hablar de una reducción de un 5%, se puede citar como ejemplo la Nutella, 100 gramos contienen unos 530 kcal, por lo que la reducción es muy poco apreciable y no supone beneficios para el consumidor, y así con muchos alimentos y bebidas.
También supone un riesgo dejar que la industria ofrezca diferentes posibilidades de elección, como por ejemplo los formatos más pequeños, en este caso no se realiza un avance para mejorar la calidad de los alimentos, simplemente se deja en manos de los consumidores la elección del tamaño de un producto que probablemente, al ser más pequeño será más caro. Ya veremos si sirve de algo este convenio y si realmente se cumplen los objetivos marcados.
Foto 1 | Health Gauge
Foto 2 | allison.hare
1 comentarios
¿Qué derecho tienen los políticos a legislar sobre lo que comen los ciudadanos? ¿quienes se han creído que son para decidir lo que las personas deben comer? Si les dejamos que hagan esto ¿qué será lo próximo?, ¿tal vez decidir la frecuencia de nuestras relaciones sexuales?
Nos diriginmos hacia una forma de gobierno totalitaria. Y eso no se puede permitir. Si me quiero comer un kilo de azúcar de una sentada me lo como. Punto pelota.