En el mercado podemos encontrar algunos gadgets y aplicaciones que nos ayudan a contar y controlar las calorías que ingerimos, se puede citar por ejemplo la app CalCutter, una calculadora de calorías que se basa en la introducción de los ingredientes y correspondientes cantidades en la aplicación, o dispositivos como NutriRay3D, un sistema que trabaja asociado a una app y que obtiene la información nutricional a través de la tecnología láser.
Pues bien, ahora ya no es necesario introducir información en una aplicación o utilizar dispositivos para analizar la imagen de una comida y mostrar una cantidad estimada de calorías, gracias a AutoDietary, un curioso dispositivo desarrollado por expertos de la Universidad de Búfalo (Estados Unidos) cuya función es la de medir el consumo de calorías a través de la masticación. Este aparato “escucha” los sonidos de la masticación y la deglución de los alimentos para calcular la ingesta calórica.
AutoDietary se coloca en el cuello como si fuera un collar, a través de un pequeño micrófono de alta fidelidad registra todos los sonidos que se producen mientras se come. Los datos son enviados por Bluetooth a una aplicación instalada en el smartphone que se encarga de reconocer los alimentos a través de la información recibida, para procesarla y mostrar las calorías que se han ingerido.
En el estudio realizado durante el desarrollo de este sistema participaron 12 personas a las que se les proporcionaron diferentes alimentos, manzanas, zanahorias, patatas fritas, galletas, cacahuetes y nueces, también se les proporcionó un vaso de agua. Según los resultados, el nuevo sistema fue capaz de identificar con precisión los alimentos y la bebida durante el 85% del tiempo empleado en la ingesta. Hay que decir que los participantes variaban de alimento a su antojo, de modo que se producían masticaciones combinadas.
Según uno de los responsables del proyecto, cada alimento tiene su sonido y su propia voz, claro, que un 85% de tasa de acierto se aleja de tener una eficacia precisa. Por otro lado, no es capaz de detectar si se está comiendo una versión saludable de un producto alimenticio. Se pueden citar los cereales, una versión sin azúcar o con una gran cantidad de azúcar, pero los expertos comentan que este puede ser un problema de fácil solución, bastaría con añadir al sistema un sensor que se encargará de registrar los niveles de azúcar en sangre, así como otros sensores que analizaran otros marcadores asociados a comidas específicas. El sistema tampoco puede distinguir combinaciones de alimentos complejas, pero se espera poder solucionar también este problema.
El laboratorio informático de la Universidad de Búfalo está creando una biblioteca con un catálogo de los sonidos que se producen al morder, masticar y tragar un determinado alimento, a esta base de datos que se va actualizando constantemente tiene acceso la aplicación desarrollada para AutoDietary. Los expertos explican que queda mucho por hacer, como mejorar los algoritmos que se están utilizando para lograr diferenciar los alimentos, pero una vez que se logren solucionar los problemas y la efectividad del sistema ronde el 100%, consideran que será de gran interés para aquellas personas que sufren problemas como obesidad, diabetes o trastornos intestinales, ya que se podrá realizar un seguimiento más eficaz de la dieta y las cantidades que consumen.
Se considera que con el biomonitor que se encargaría de recoger los niveles de azúcar en sangre y otras mediciones, se podría determinar con precisión el valor nutricional de los alimentos que se están consumiendo, a partir de estos datos, la aplicación realizará recomendaciones a los usuarios para que cambien sus hábitos alimenticios para que sean más saludables. AutoDietary se podría llevar todo el día y sólo se activaría cada vez que se comiera e inmediatamente después de comer para registrar los datos antes indicados.
Quedan muchas cuestiones por resolver, la idea es buena pero se tardará bastante tiempo en lograr que sea prácticamente 100% eficaz. Podéis conocer más detalles de su desarrollo a través de este artículo publicado en la web de la Universidad de Búfalo.
Foto | EEPaul